Rockdrigo González, el poeta más llorado del terremoto de 1985 y un símbolo del DF

20/09/2015 - 12:00 am

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Rockdrigo
Rodrigo González falleció el 19 de septiembre de 1985. Foto: Rockdrigo.com.mx

Ciudad de México, 20 de septiembre (SinEmbargo).– “¿Y por qué no morir así de pie como esos tantos locos viejos?”, se pregunta Francisco Barrios “El Mastuerzo” en su impresionante canción “La muerte de los locos viejos”.

Allí, en esas líneas doloridas donde cuenta que “el Rodrigo es un pasón de chemo en el temblor”, hace referencia a la muerte durante el terremoto de 1985 del cantautor cuyo nombre artístico, “Rockdrigo”, atraviesa con ritmo de tragedia y pasión de culto la historia de la canción popular mexicana.

Nació en 1950 y creció en la Huasteca Potosina. Murió a los 35 años, luego de haber fundado el Colectivo Rupestre y de haber escrito un puñado de canciones que hoy se consideran emblema de un género urbano, crítico y rasposo, que define en gran parte la identidad del defeño o chilango, gentilicios que propician el paraíso y el infierno en forma simultánea, en la también llamada ciudad de la furia.

De Rockdrigo es la conocida “Metro Balderas”, que el TRI de Alex Lora hizo suya al grabarla en 1984, para enojo del autor del tema, quien la incluyó en el álbum Hurbanistorias y no vio bien que su colega cambiara la letra, en lo que puede ser considerada “la versión comercial”.

Basta comparar las dos versiones para entender la sustancia ambivalente de que está compuesta nuestra capital, una urbe que se precia de ser una de las más pobladas del mundo y se despliega entre rincones que compiten de tú a tú con el Primer Mundo y se prodiga al mismo tiempo en sitios donde la miseria humana y material hacen su agosto creando los fantasmas del improperio que tanto conocemos.

La voz dulce y desprolija de Rockdrigo tiene una hondura que no posee el grito terminal de Lora y entre ambos dibujan los dos lados del espejo que nos permite mirarnos en forma completa, como habitantes de un Distrito Federal pujante y doliente a la vez.

UN RUPESTRE DE LEY

A Rockdrigo se le adjudica la fundación del Colectivo Rupestre, integrado también y entre otros por Rafael Catana y que debe su nombre a un libro de poemas de Alejandro de la Garza, llamado precisamente Poeta Rupestre.

Los rupestres se caracterizaron por poseer  “un espíritu independiente, al recrear una sensibilidad urbana contemporánea, veraz, real y saberlo hacer con gran manejo lírico, con canciones que te llevan de sorpresa en sorpresa, de hallazgo en hallazgo”, según definición del propio De La Garza en el reciente libro Rupestre, coordinado por el ensayista Jorge Pantoja.

Nacido en la colonia Altavista de Tampico, Tamaulipas, hijo de un ingeniero naval y una ama de casa, Rockdrigo supo en su corta vida ser el joven adoptado, mimado y triste del Distrito Federal, un universo que se le hacía ancho, ajeno y propio a la vez, donde fue vendedor de hamburguesas en una famosa cadena estadounidense y donde llegó a tener una crítica elogiosa a cargo nada más ni nada menos que del escritor José Agustín.

“Si ya hay en el rock de México quien domine a la perfección la técnica, la cadencia y el ritmo junto con un talento para componer canciones que retraten nuestra realidad a la altura de nuestros grandes compositores como José Alfredo Jiménez o Chava Flores, no puedo más que decir que, de entrada, con Rodrigo González tenemos un rock más complejo, crítico e inteligente… aquí está naciendo el rock”, afirmó el autor de La tumba.

Foto: Cuartoscuro
Una escultura en el Metro Balderas del DF, recuerda al cantautor. Foto: Cuartoscuro

AMANDITITITA, LA HEREDERA

En Rupestre El libro, Jorge Pantoja se resiste a las preguntas que conllevan una interpretación previa, por caso la que hace referencia a Amandititita, hija de Rockdrigo.

Podría preguntar –dice el ensayista– cosas como ¿Amandititita es tu revancha?, o qué pensaría el cantautor del candado legal que le puso un familiar a su importante legado musical y que impide que le realicen homenajes, pero opta por recordar el momento en que conoció al artista y la primera canción de su autoría que escuchó, “Canicas”.

Del bebedor de Padre Kino y fumador contumaz de marihuana evoca su capacidad para saber venderse, para convencer a fuerza de canciones y cuenta la historia de un concierto multitudinario con un programa variado llevado a cabo en el Palacio de los Deportes en 1984, “donde Rodrigo había sido la sorpresa”.

La reunión entre “el brujo de Tijuana” Javier Bátiz y “el profeta del Nopal”, su trágica muerte en el sismo a raíz del derrumbe del edificio donde vivía en la calle Bruselas de la colonia Juárez –que hoy es un estacionamiento, frente al Café de los Psicólogos y al lado de la Plaza Giordano Bruno–, son los hechos que evoca el escritor en su particular retrato de un artista, cuya obra resulta hoy un verdadero desafío para las nuevas generaciones.

ROCKDRIGO GONZÁLEZ, EL LEGADO

“La heredera de las canciones de mi padre es mi tía y preferiría no hablar de eso. Tengo, como hija, la mejor herencia, la ideología y mi trabajo. El dinero no me interesa, pero considero que su obra está totalmente desperdiciada”, afirmó Amandititita en una entrevista que le realizáramos en 2013.

En ese año, la Fonoteca Nacional llevó a cabo una conferencia para justipreciar el valor de su obra, que tiene una gran vigencia, como señaló entonces el periodista de rock Ricardo Bravo, curador del ciclo musical Iconos del rock mexicano y compilador de las canciones de González, una tarea que pudo hacerse gracias al trabajo de los amigos que “profesionalizaron” las grabaciones rústicas que dejó Rockdrigo.

En dicho encuentro de la Fonoteca, el programador musical Rodrigo de Oyarzábal comentó que Rockdrigo llevó a cabo por cuenta propia la grabación de un cassette bajo el nombre de Hurbanistorias que él mismo vendía en los conciertos y en El Chopo.

“Los Rupestres por lo general son sencillos, no la hacen mucho de tos como tanto chango, pero tienen tanto que proponer con sus guitarras de palo y sus voces acabadas de salir del ron. Son poetas y locochones, rockanroleros y trovadores, simples y elaborados, gustan de la fantasía, le mientan la madre a lo cotidiano, tocan como carpinteros venusinos y cantan como becerros en un examen final del Conservatorio”, fue un fragmento del manifiesto rupestre que el también cantautor Fausto Arrellín leyó en la Fonoteca.

La sencillez y sobre todo la apropiación a través de la música de un paisaje intrincado e inexplicable como el que ofrece el Distrito Federal son los símbolos de unas canciones que deberían ser hoy la banda de sonido de la capital mexicana y tal vez de muchas otras ciudades de nuestro territorio.

Foto: Cuartoscuro
Foto: Cuartoscuro

Rockdrigo González y todos sus compañeros del Colectivo Rupestre constituyen la savia de una creatividad fiel a la identidad. Es curioso que las nuevas generaciones no las hayan adoptado como propias y llevado al primer plano y quizás eso sólo pueda explicarse por la falta de difusión y por cierta transculturización que hace que los jóvenes prefieran el rock en español de otros sitios y de este tiempo, aun cuando las bandas mexicanas más conocidas del género son deudoras de aquellos cancioneros.

“Como colectivo se tenía más peso que de manera individual. Se consiguieron muchos espacios que nunca hubieran imaginado, el movimiento tomaba fuerza. Era muy interesante ver cómo gente tan disímil tocaba junta y que abrieran espacios. Es una lucha que ha permitido que sigan trabajando y grabando su música, pese a los medios, el tiempo y todo”, dijo Rodrigo de Oyárzabal, demostrando que las canciones, pese a todo, siguen sonando.

Rockdrigo González tiene una estatua que fue develada en 2011en la estación del Metro Balderas del Sistema de Transporte Colectivo y en 2003 se publicó un disco homenaje al cantautor que –según Oyarzábal- tenía un dominio escénico impresionante y “sacaba algo inesperado que hacía memorable el concierto”.

El pasado junio, el también llamado “Profeta del nopal”, fue homenajeado por su hija Amandititita y Panteón Rococó, en Tampico, donde Rockdrigo nació en 1950 y donde fue nombrado Músico Tamaulipeco 2015 por el Instituto Tamaulipeco de la Cultura y las Artes (ITCA).

Muchas y todas necesarias formas de honrar la memoria de quien ha sido y es el poeta más llorado del terremoto.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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