Todos somos Jack Nicholson

20/07/2012 - 12:03 am

Agradezco su colaboración a alguna que otra amiga obsesiva compulsiva que me ayudó a identificar ciertas actitudes para este texto. Sírvase usted.

El Jack Nicholson de la película “As Good As It Get´s”, que no puede pisar las rayas de las baldosas o que le da varias vueltas al picaporte de su departamento, no es la única persona obsesiva compulsiva que se me viene a la mente. De hecho, estos peculiares comportamientos no son tan peculiares, los veo todos los días. Es un trastorno psiquiátrico al que hay que prestar toda la atención de mundo. Pero en ciertos caso me parece que hay que verle el lado positivo al asunto. No deje usted que le critiquen su obsesión.

Las obsesiones pueden alcanzar cotas trágicas. Las películas de “Atracción Fatal” o “Luna Amarga” pueden ser un ejemplo llevado al extremo. Empiezan por el romanticismo y acaban en muerte.

Pero hay de todo. Todos tenemos pequeñas manías a mi gusto siempre simpáticas. No falta el ex enamorado que acosa anónimamente por Twitter o por Facebook. Incluso da rondines por su casa. Pretende ser un nuevo amigo y lo agrega a su lista de contactos. Esto por decir lo menos.

Reconozco en mí algunos grados de compulsión perfectamente aprobados por mi doctor. Y por mí, para todos los casos, que es lo más importante. Por lo general, nunca salgo de mi casa sin por lo menos estirar un poco las sábanas y tender la colcha. No soporto el hecho de llegar en la noche a una cama sin que esté hecha. Otros gustan de tender la cama milimétricamente y de preferencia dormir así en ella, es decir sin que se salgan las esquinas o se caiga la colcha. Como me muevo muchísimo no es mi caso.

Me gusta guardar los platos limpios y secos antes de lavar los sucios y encimarlos sobre los secos, las gotitas secas en los vasos o utensilios de vidrio me matan de horror.

Fumo. Ojalá pudiera decir que no como chacuaco, pero si fumo algo y me encanta comprar ceniceros en cualquier bazar o tienda. Pero curiosamente, no los uso. Odio que se manchen. Odio ver mi cenicero de flores y plantas, o el cenicero en forma de botín de Aladino con piedras azules lleno de ceniza. Que para eso se hizo, así que termino por utilizar los “ceniceros de batalla”. Aquellos que venden en cualquier supermercado o los típicos que tienen marca de cigarros.

Me da de pronto por acomodar los calzones en rollitos, separados por colores. Esta manía no me dura más de tres días.

Hay personas que acumulan cremas para el cuerpo. Cuando menos se dan cuenta, regresan a casa con alguna cremita, y al final del año hay que tirar las que ya caducaron. Este no es mi caso. Yo coleccionaba cajas de kleenex y botellas de vino tinto y los colocaba vacíos como arte objeto. Hasta que me criticaron tanto que los tiré. Creo que fue una buena decisión.

Tengo una hermosa amiga que cuando siente tensión se tapa los ojos con la palma de las manos. No importa si está en la cola del súper, en una fiesta, con gente alrededor.  Cuando quita las manos, inevitablemente alguien la observa con cara de asombro. No la critico, me parece una idea genial.

Yo odio prender mi cigarro con el de alguien más o que prendan el suyo con el mío. Siento que las babas extrañas se conectan. No soporto la idea.

Soy intolerante (en lo laboral) a que me pidan explicaciones dos veces si las cosas están claras y por escrito.

Odio abrir garrafones, y a donde vaya, esta actividad me persigue. Pero he sido afortunada porque siempre que tuve compañero de piso me hacía guey hasta que le tocaba cambiarla. Ahora don Victorio, de Electropura, me ayuda en la tarea.

No me gustan los hombres chaparros, ni tampoco con voz de niño. Se les quita todo lo sexy, por más maestrías que tengan. Odio a los hombres con ínfulas de macho. Sus bromas me hacen parecer la mujer más mamona del planeta.

No puedo tomar una siesta de 15 minutos. Mínimo deben ser dos horas, así que esto en lo laboral, es un hándicap.

En mi casa uso portavasos y es uno de los requisitos para cualquier invitado. He logrado que todos cumplan al pie de la letra este tema, para mí vital y súper importante.

No puedo comer mango enfrente de otras personas. Porque a mi me gusta comer el mango a mordidas, entero. Picado no me sabe igual. Y es francamente desagradable ver a alguien con hilitos de mango en la boca, así que me reservo este placer para ejercerlo en solitario.

Por lo general, el 99% de las veces que hago fiestas o reuniones en casa, así termine a las 5 am y con algunas copas de más, me gusta limpiar, trapear, recoger vasos, sacar la basura, lavar el baño (utilizado por varias personas ajenas a mi traserito) al ritmo de “Let’s Dance”, de David Bowie. Uno se despierta fresco como lechuga en una casa donde nada ocurrió.

Y ahora que he confesado las mías, ¿cuál es la suya?

 

@mariagpalacios

http://marianagallardopalacios.wordpress.com

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