Author image

Jorge Alberto Gudiño Hernández

20/06/2015 - 12:02 am

La distracción pueril

La mayor parte de mi trabajo consiste en leer y escribir. Suelo hacerlo en casa, cuando los niños están en la escuela y la guardería; cuando mi esposa está en su trabajo. En soledad. Hay quien asegura que es el mejor de los mundos posibles: sin jefes, sin tener que lidiar con las intrigas cotidianas […]

La mayor parte de mi trabajo consiste en leer y escribir. Suelo hacerlo en casa, cuando los niños están en la escuela y la guardería; cuando mi esposa está en su trabajo. En soledad. Hay quien asegura que es el mejor de los mundos posibles: sin jefes, sin tener que lidiar con las intrigas cotidianas de la oficina, sin rendirle cuentas a un reloj checador, sin presiones…

En parte tienen razón. Sin embargo, el asunto es más complicado de lo que se puede pensar. En efecto, no hay jefes. Pero el trabajo se debe entregar. De lo contrario, la paga, cuando existe, no llega. Parece fácil pero no lo es. Las distracciones son muchas. También las tentaciones. Convencerse, por ejemplo, tras una noche de dormir poco y mal, que uno debe sentarse a trabajar. Es mucho más sencillo dejarse seducir por una siesta, argumentar que el trabajo es creativo, que se requieren ideas. Eso lo vuelve peligroso.

Cuando escribí “Con amor, tu hija” diseñé a un personaje que se pareciera poco a mí. Sobre todo, porque era un escritor que vivía solo. Era sencillo que algunos quisieran establecer semejanzas con el autor, conmigo. De ahí que le confiriera atributos lejanos a los que yo poseo. Pese a ello, también le sumé alguno que compartimos. El de las distracciones pueriles es el más claro. Cada tanto, entre página y página, el protagonista de la novela se ponía a jugar en la computadora. Jueguitos triviales, sin demasiada sustancia, de ésos cuyos niveles pueden durar apenas un par de minutos. Servían como rompimiento, lo aseguraba él mismo. Lo aseguraba yo.

Y es que esos jueguitos me sirven como pausa. Es una estrategia de distracción que, si bien rompe con la rutina, su utilidad es mucho mayor: me disuaden del ocio. Si estoy saturado de trabajo, si tengo demasiado sueño, si no se me ocurre qué más escribir, entonces recurro a un par de minutos de ruptura. Así evito tentaciones mayores, siestas que terminarían siendo catastróficas para quien tiene fechas específicas de entrega.

Entonces juego, me dejo llevar por estas distracciones pueriles. No sé qué tan útiles sean. Estoy convencido, sin embargo, que me funcionan a la perfección. Tanto, que a veces hasta las recomiendo a gente cercana que trabaja en oficinas: tomarse unos minutos para algo que no tenga nada que ver con el trabajo y, sobre todo, que no exija mayor esfuerzo intelectual son una buena alternativa. Después de juntar joyitas, dulces, cartas o de armar estructuras imposibles o diseñar rutas para varios camioncitos, puedo concentrarme mejor. Además, evito que el cansancio se acumule.

El riesgo también es evidente: enajenarme. Si el juego me entusiasma demasiado, un par de niveles no bastan, quiero continuar. De ahí que, cada tanto, borre las mejores aplicaciones de mi teléfono. Sólo para no sucumbir ante ellas.

Estamos en una época demasiado entretenida. Para bien y para mal. Al margen de sus pros y sus contras, a mí me gusta mi sistema de trabajo. Sobre todo, porque está aderezado de pequeños entretenimientos. Algo que, en verdad, recomiendo a todo mundo. En esto, las máximas recuperan su valor: nada con exceso. Y así, cada tanto, la inspiración y las ganas vuelven. Tal vez no sólo porque haya descansado un poco sino porque, también, esas distracciones pueriles son el premio para el trabajo realizado. No por nada en cuanto acabe de escribir este texto jugaré un par de niveles.

A fin de cuentas, cada quien diseña sus propias estrategias para funcionar mejor y, también, se deja seducir por los demonios que más le acomodan.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas