Adiós a la gracia

20/06/2014 - 12:00 am

Con la novedad de que no era el PAN, ni las burradas de Fox o la displicencia de Calderón. El gobierno de Peña Nieto está recorriendo los mismos turbulentos caminos de sus antecesores, quizá solo lo está haciendo a una velocidad mayor. Las dos grandes promesas de Peña Nieto, bajar la violencia y hacer crecer la economía están muy lejos de convertirse en realidad. El discurso sigue siendo el mismo de alguien que está comenzando a gobernar, a pesar de que lleva más de 18 meses en el poder. Su popularidad va a la baja.

Con la novedad de que los problemas de violencia y falta de crecimiento económico son estructurales. Ya lo sabíamos, pero, por alguna extraña razón (será ese  acaso ese pequeño priista que todos llevamos dentro) llegamos a pensar que el oficio de los tricolores iba a resolver el problema, que los males de la nación se corregían con un buen mecánico, que necesitábamos a alguien que supiera como echar a andar ese maquinaria obsoleta pero potente que es México.

Peña Nieto se ve, como dice la canción, flaco, chaparro, cansado y sin ilusiones. Su físico es motivo de comentario en todos los cafés, parece haber dejado de gozar el poder para enfrentarse a una realidad que lo rebasa. Los genios de la economía resultaron no serlo tanto. Más allá de los problemas estructurales se han equivocado gravemente con la reforma fiscal. El cálculo es escalofriante; tan solo las inversiones del sector minero que dejaron de realizarse en México representa medio punto del PIB. En seguridad la cosa no está mejor. México cae en las mediciones internacionales de violencia; la imagen internacional del país regresa como una liga a los niveles en que los dejó Calderón. Lo más grave; la operación política, eso que parecía haber regresado de la mano de los priistas, se desvanece. Ya no solo es el chantaje de los partidos de oposición, sino la rebelión interna en el PRI que, contra la promesa de Videgaray, están pensando seriamente en hacer una nueva reforma fiscal para enmendarle la plana al secretario de Hacienda.

Dicen que la luna de miel es la cereza de un pastel de materiales nada apetecibles. Hace rato que Peña pasó la luna de miel. Ya se acabó la cereza y sigue royendo el huesito, prometiendo lo mismo que hace año y medio. Pero hoy las promesas ya no resuelven nada, ya no ilusionan, ya no son creíbles. Es hora de tomar la cuchara y entrarle al pastel. Se acabó la gracia.

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