UN HOSPITAL PARA NIÑOS SE VUELVE ESPERANZA

20/02/2013 - 12:00 am

Cuando se piensa en la crisis de violencia y desigualdad que padece el país, hay ejemplos, como la titánica labor de los héroes que trabajan en el Hospital Infantil de México Federico Gómez, que nos devuelven la esperanza.

Matías nació a término, con un peso de 3.400 kilógramos, 52 centímetros de largo y una apariencia saludable. A los pocos minutos de su nacimiento, los pediatras detectaron que presentaba “Atresia Esofágica Tipo III”, que traducido a los padres significaba que “el esófago no estaba unido al estómago”; se trataba de un defecto congénito. Esa fue la razón para conocer y valorar desde sus entrañas el Hospital Infantil de México Federico Gómez, ubicado a espaldas del Centro Médico, en la capital del país.

Con la herida de la cesárea fresca y los ánimos puestos en la recuperación del bebé, observar y escuchar se convirtieron en actividades esenciales. Por 44 días la vida transcurrió en la sala de espera, en la Unidad de Cuidados Intensivos de Neonatología, en la antesala del quirófano, en los pisos de laboratorios, en la oficina de Trabajo Social…  Al término de ese periodo, vino una fase importante de estudios y citas con diferentes especialistas, que implicaron ir al hospital tres veces por semana, dos veces al mes, una vez cada seis meses y, finalmente, con la salud de Matías al 100%, una vez al año.

En estos ocho años, lo primero que uno percibe –constante, tangible– es la calidad humana de médicos, enfermeras, técnicos de laboratorio, terapistas, personal de relaciones públicas, voluntarios, trabajadoras sociales, archivistas, administradores, guardias… “En el hospital somos muy apapachadores, el pediatra es apapachador, es juguetón, es niñero. No siempre, pero en general tenemos algo de instinto materno”, me cuenta el doctor Jaime Nieto Zermeño, director Médico del primer Instituto Nacional de Salud del país: “Sí, fuimos el primero, después surgió Cardiología, Nutrición, etcétera. Sólo que nosotros, con el orgullo del nombre, nunca quisimos cambiar a Instituto. De hecho hasta hubo una encuesta interna, y la mayoría de la gente dijo no, somos Hospital Infantil de México”.

Muchas de las enfermedades o malformaciones que atienden en el hospital, no resultan conocidas para la mayoría. La hemofilia, por ejemplo, tenía para mi un halo romántico por el cuento “El rastro de tu sangre en la nieve”, de Gabriel García Márquez. Pero en la sala de espera del área de consultas, he conocido a más de una mamá cuyos hijos la padecen, y los cuidados que requieren están muy alejados de la historia breve del Nobel de Literatura.

70 AÑOS DE HAZAÑAS

El Hospital Infantil de México Federico Gómez, décadas atrás. Foto: http://www.himfg.edu.mx

El Hospital Infantil de México Federico Gómez, que el próximo 30 de abril celebrará sus 70 años de existencia, está clasificado como de Tercer Nivel o Alta Especialidad: “La medicina se ha dividido en tres niveles. La de primer nivel es la más importante, la más trascendente a nivel social, porque es de prevención y refiere a la impartición de vacunas; el segundo nivel de atención es para pacientes que requieren ya una atención hospitalaria, pero sin alta especialidad; y el tercer nivel son los Institutos Nacionales de Salud. Nosotros, por ejemplo, no operamos anginas, no operamos hernias, no hacemos circuncisiones. Entre lo que sí atendemos podemos mencionar prematuros extremos, cardiopatías congénitas, malformaciones congénitas que es una lista enorme –cardiacas, pulmonares, del diafragma, esofágicas, de laringe, de tráquea, con intestinos fuera, atresias de intestino, duplicaciones intestinales, divertículos, fístulas,  malformaciones urinarias– así como tumores, que es un área muy grande dentro del hospital”, enlista Jaime Nieto, con la certeza de sus casi 35 años de trabajo en el hospital, donde “los primeros 15 ó 20 años me los pasé en el quirófano, operando a diario”.

Aunque existen antecedentes de atención médica a niños desde la época de la Colonia, en muchos casos los servicios se impartían en casas asistenciales. Será hasta la primera mitad del siglo XX cuando tres hechos comienzan a apuntalar la existencia de un hospital dedicado ex profeso a la salud de la infancia mexicana: 1) en 1928 se integra el Comité Nacional de Protección a la Infancia, 2) en 1930 se funda la Sociedad Mexicana de Pediatría, y 3) en 1933 se reubica la Casa Cuna a Coyoacán, dirigida por el doctor Manuel Cárdenas de la Vega, quien logra hacer de una sección, donde se ubicaban niños enfermos, un pabellón pediátrico de excelente calidad. Con estas bases, el doctor Federico Gómez Santos, con la colaboración de los doctores Rigoberto Aguilar y Pablo Mendizábal y el arquitecto José Villagrán García, comienzan a proyectar la creación del Hospital Infantil. Al cabo de unos años, y con el apoyo decisivo de los doctores Salvador Zubirán y Gustavo Baz, es inaugurado el 30 de abril de 1943, siendo su director durante los primeros 20 años, el propio Gómez Santos.

En un acto de identidad nacional, eligen al Dios Ixtliton, a quien los aztecas solicitaban la protección de sus niños, como emblema, y definen su misión a partir de tres ejes de acción: a) proporcionar atención médica de alta especialidad en la prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermedades de la población infantil sin seguridad social; b) formar recursos humanos de alta calidad y c) mantener la institución como un centro de conocimientos, mediante la investigación biomédica, para impulsar el avance de la pediatría.

UN HOSPITAL PIONERO

A partir de esta tríada, “atender a los pacientes, enseñar e investigar”, el Hospital Infantil de México ha sido pionero en una rama amplia de temas, como platica el doctor Jaime Nieto, emulando en principio al doctor Juan Luis González Serna, fallecido a principios de este 2013: “Fue el primer cirujano cardiovascular de niños de este país; Federico Gómez lo mandó a Estados Unidos a hacer su especialidad y bueno, fue un parte aguas. Los niños con cardiopatías congénitas se dividen en dos, antes de González Serna y después de González Serna. Dejó una escuela y significa mucho orgullo para esta institución”.

Tras unos minutos en que se queda pensando, muy probablemente en su colega, continúa: “El manejo neonatológico también tiene una historia verdaderamente larga e importante en el Hospital. Le puedo decir, por ejemplo, que en épocas remotas, cuando no había alimentación parentenal (forma intravenosa de proporcionar la totalidad de nutrientes a los recién nacidos), se hicieron cosas que ahorita son fácilmente criticables, pero con una intención extraordinaria y muy útil, como el pedirle a los papás que llegaran en ayuno: les dábamos a comer una barra de mantequilla a cucharadas y un Carlos V con agua. Después de media hora ó 40 minutos, se les tomaba sangre, se separaba el plasma y se les regresaban los glóbulos blancos. Ese plasma tenía una gran riqueza de lípidos y eso se los dábamos a los neonatos. Ayudó a sacar adelante a muchos niños, porque antes no había otra opción…”.

Recuerdo con claridad la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales. Había varios bebés prematuros, de cinco ó seis meses de gestación, pequeños y frágiles. Alguno con hidrocefalia. Una bebé de días recién operada del corazón, con la cicatriz dividiéndole en dos su tórax; y otra, con un bracito enyesado y varios problemas agudos, a causa de la mala praxis del ginecólogo de algún poblado. Otro bebé con los intestinos por fuera del cuerpo. Niños de semanas con problemas pulmonares que, al ir a casa, lo harían con un tanque de oxígeno a su lado. Pese a todo ello, era un sitio tranquilo y cálido: la mayoría de los neonatos solo tenían pañal, a fin de poder manipular todos los cables que los monitoreaban, la gran mayoría, también, en incubadora. Los papás entrábamos solo por minutos, sin horario fijo, dependiendo de la evolución de los niños.

Los logros del hospital son muchos y acontecen día a día. Unos, al dar de alta a los niños que fueron operados o tratados con hospitalización de por medio. Otros gracias a la proeza de su equipo humano: “Aquí se hizo el primer trasplante de riñón para niño de toda Latinoamérica, aquí se hizo el primer trasplante de corazón de lactantes. Aquí se hizo el primer trasplante de hígado tomado de un papá para dárselo al niño –ese fue el primero adulto-niño– todo el manejo de los neonatos con problemas graves, la separación de siameses, y toda la cirugía neonatal que ha sido un desarrollo extraordinario, donde el doctor Eduardo Bracho Blanchet ha sido una persona muy importante en los últimos años”.


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LIDERAZGO A NIVEL MUNDIAL

En lo que se refiere a trasplantes, el Hospital Infantil de México Federico Gómez siempre ha tenido un liderazgo: “Con mucho respeto y con muy poca modestia, no hay quien nos llegue. Aquí hacemos trasplantes del corazón, del riñón, de hígado de cadáver, de hígado de donante vivo –que no es nada sencillo– trasplantes de córnea, de médula… Los médicos de adultos, en el Instituto de Nutrición, por ejemplo, y con todo respeto, no hacen ni el número de trasplantes que hacemos nosotros, ni la variedad que hacemos nosotros. Cuando tenemos un donador, a veces el grupo de trasplantes –un equipo de 50 personas, entre trasplantólogos, anestesiólogos, enfermeras, personal de laboratorio, banco de sangre y otros– pasa día y medio o dos días aquí, porque es el hígado, el corazón, un riñón, el otro riñón, una córnea, la otra córnea, y así…”.

Apenas en noviembre del año pasado, el hospital celebró, junto con el Instituto Carlos Slim de la Salud, la segunda entrega de reconocimientos “Héroes por la Vida”, a donantes voluntarios de órganos. Su Director, el doctor José Alberto García, informó durante el evento: “El Hospital Infantil de México cuenta con un programa de trasplantes multiorgánico, único en el país, que es capaz de realizar todo tipo de trasplantes de órganos sólidos de manera simultánea. En la actualidad, contamos con alrededor de cincuenta trasplantes al año y se han efectuado en total más de 600 trasplantes de riñón, poco más de 90 trasplantes hepáticos y más de 24 trasplantes cardiacos”.

Entrega de reconocimientos “Héroes por la Vida”. Foto: Cuartoscuro.

Respecto a este tema, el doctor Jaime Nieto Zermeño, recuerda: “Hemos mejorado mucho. Hace 30 años, cuando yo estaba en ese grupo, los mismos médicos de este hospital nos decían ‘los buitres’, y todo porque el concepto era muy desafortunado. De esa época a la fecha la mejoría ha sido notable, aunque aún falta mucho. Para darnos una idea, España es la capital mundial de la donación, tiene un índice aproximado de 40 donaciones por cada millón de habitantes. Nosotros estábamos en 0.5 por cada millón de habitantes y ahora, según me dijo el doctor Gustavo Varela Fascinetto, Jefe del Departamento de Trasplantes, ya andamos sobre el 4, es un avance brutal. Cuando empezamos los trasplantes multiorgánicos, de cada 20 solicitados teníamos uno; ahora de cada 8 tenemos uno. Se ha logrado permear en la sociedad la importancia de los procesos, aunque debe ser muy difícil. Cuando uno se pone en su lugar, imagínese: ‘mi hijo ya se murió, tiene muerte cerebral’, hay poco tiempo para decidir, pero es una ayuda fundamental. Por ejemplo: la imagen de un niño que requiere un hígado es terrible: se tropiezan y se les quiebran los huesos, tienen una panza gigante llena de agua, se arrancan la piel de la comezón que les da, están todos amarillos, a cada rato están en el hospital porque presentan falla hepática… Les pone uno el trasplante, los ve uno a los 6 meses y dice uno ‘no puede ser, me lo cambiaste’, es impactante. Los médicos de ese grupo merecen todos mis respetos”.

Otra área en la que tienen un desarrollo notable es en Cirugía Cráneo Facial, donde atienden a niños con graves malformaciones congénitas. Sus resultados tienen tal reconocimiento, que “hace poco tuvimos a un niño de Sudáfrica. Su familia picó piedra por todos lados hasta que llegó aquí, con nosotros”.

El Hospital Infantil de México es una institución formativa. Una alianza de origen –también la primera en su tipo en el país– fue con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero tienen acuerdos con otras universidades, estatales y nacionales, así como de otros países. Tienen médicos en formación procedentes de América Latina, y a la vez médicos de la institución perfeccionándose fuera del país. Su reputación a nivel internacional es, igualmente, de primera. El hospital es sede de las especialidades troncales de Pediatría y Genética Médica, así como de 20 especialidades pediátricas, entre las que podemos mencionar Alergia e Inmunología, Anestesiología, Cardiología, Cirugía Cardiotorácica, Cirugía, Infectología, Nefrología, Neonatología, Neurocirugía, Neurología, Oncología y Reumatolgía.

También se imparten posgrados de Alta Especialidad, como Algología, Foniatría Pediátrica, Diabetes Melitus en el Niño y el Adolescente, Neurofisiología Otológica, Radiología, Urología y Trasplante Renal, entre otros. Todos los programas se apegan al Plan Único de Especialidades Médicas de la Facultad de Medicina de la UNAM. Cabe decir que el Hospital tiene la Escuela Superior de Terapia Física, cuyas labores iniciaron prácticamente al inaugurarse el Instituto de Salud.

La dinámica de estudio y práctica ha permitido desarrollar diversas líneas de investigación: salud comunitaria, epidemiología clínica, enfermedades oncológicas, bacteriología intestinal, virología y nefrología, entre otras. Están asociadas a los niveles de posgrado, y tan sólo en 2012, les permitieron obtener 9 distinciones.

Cabe enfatizar que reciben niños de diferentes partes del país, desde recién nacidos hasta antes de que cumplan los 18 años, siempre y cuando cubran dos requisitos obligatorios:

Primero, que no tengan derecho a seguridad social, porque está prohibido y está bien hecho, absolutamente, y segundo, que sea un padecimiento de tercer nivel de atención”. Aquí es donde resulta esencial la labor sensible y metódica del equipo de Trabajo Social: prestan especial atención a los familiares, les indican los procesos para acompañar lo mejor posible a los pacientes, les efectúan un perfil socioeconómico para asignarles las tarifas acordes (más del 64% de los pacientes pagan menos de 21 pesos por la atención médica especializada), y en la gran mayoría de los casos van más allá. A los padres sin recursos que vienen de provincia les consiguen hospedaje y apoyo alimentario durante su estancia; vinculan a los familiares que lo requieran con fundaciones creadas para otorgarles recursos adicionales;  los guían en los procesos de salida cuando los niños necesitan insumos como el oxígeno o una silla de ruedas; en caso de fallecimiento brindan apoyo moral; pero, sobre todo, escuchan. El doctor Jaime Nieto, comenta que “la trabajadora social es un personaje al que a veces no se le da el valor que verdaderamente tiene, pero es el nexo entre el médico, el paciente y los familiares. Es un grupo modesto, en el sentido de que no se nota, pero muy, muy activo”.

TECNOLOGÍA Y APORTACIONES

El Hospital Infantil de México Federico Gómez se ha podido mantener a la vanguardia gracias, también, a insumos y equipos tecnológicos, a los que acceden por la combinación de recursos otorgados por el Gobierno Federal y el Patronato del mismo hospital, así como por otras aportaciones, en dinero o especie, de diversas organizaciones. “Por supuesto, la mayoría de las aportaciones son federales, pero tenemos un gran patronato”. Integrado por un grupo de empresarios, como Antonio Chedraui Obeso y Carlos Slim Domit, “es un patronato extraordinario, muy dispuestos, pero también muy rígidos. Te dan un peso, pero’ a ver qué paso con esto y el endoscopio dónde está, cuántos se han atendido…”. Lo que asegura una transparencia que ha mantenido fluida y positiva la relación.

Jaime Nieto, explica: “La medicina actual se ha hecho muy cara por la dependencia tecnológica, en unos aspectos mucho más exacta, en otros aspectos menos humana. Es una realidad en todo el mundo. En el área de laboratorio tenemos equipo automatizado, robots, digamos, que hacen exámenes de laboratorio que imprimen velocidad y seguridad. En los aspectos de diagnóstico, por supuesto tenemos tomografía axial computarizada, que tiene un software enorme que puede hacer estudios de corazón, de vasos sanguíneos, verdaderamente muy afortunado contar con él. Tenemos todo un sistema de hemodinamia, en donde se tratan muchas de las malformaciones cardiacas que requerían cirugía, y que ahora son sustituidas por colocación, a través de una arteria, de instrumentos para bloquear. Por ejemplo, todas las comunicaciones interauriculares, interventriculares, que necesariamente eran quirúrgicas, ahora se tratan así y a la larga sale más económico, porque el niño no se opera, no se hospitaliza ni nada. Es un equipo extraordinario, pero lo que más nos enorgullece son quienes lo manejan, el equipo humano es el que es muy trascendente.”

Y continúa: “En la parte técnica todos nuestros médicos, de manera tradicional, son enviados por el hospital al exterior; se capacitan y regresan. Tenemos, incluso, un programa de comunicación vía Internet, donde se pasa visita a los niños operados del corazón. Es una especie de robot, para que los especialistas se comuniquen con sus homólogos de terapia intensiva cardiaca pediátrica del hospital de niños de Cincinnati. Nosotros aquí tenemos más o menos 10 camas de terapia quirúrgica, donde poco más de la mitad son de corazón, allá tienen 25 nada más de corazón, así que es un intercambio muy interesante, porque son grupos de desarrollo de excelencia”.

“¿Qué más tenemos de equipo? Bueno, la neurocirugía pediátrica no se concibe actualmente sin un microscopio de alta resolución, se acaba de adquirir la nueva versión de manera reciente; un sistema para poner radiación local, lo que se llama braquiterapia, que no en cualquier lugar de este país se tiene. Aquí es importante resaltar la parte de anestesia. Los anestesiólogos siempre se quejan porque dicen que nunca los reconocemos, pero la relación entre anestesiólogo y cirujano es como esposo y esposa, podrán no estar de acuerdo pero son indispensables. Yo no puedo operar niños si no están anestesiados y el anestesiólogo no crece si no operas al niño, me refiero a profesionalmente”, explica.

Inauguración del Edificio de Hemato-Oncología. Foto: Cuartoscuro.

Otro aspecto digno de mencionar, es la cirugía de otorrinolaringología y los implantes cocleares, en sus diferentes variedades. “Al que no tienen nada de oído le ponen implante de titanio en el hueso, que finalmente es un tornillo de titanio con un sistema electrónico, que se convierte en una vibración que llega al cerebro y permite escuchar. Tienen que aprender, claro. Es muy sencillo decirlo pero la tarea de rehabilitación es muy delicada y lleva tiempo. Son horas de trabajo con estos niños, pero no escuchan igual que nosotros. La ventaja es que puedan detectar un ruido, que pueden hablar… Les cuesta trabajo pero lo aprenden siendo niños muy pequeños. Eso es indispensable, arriba de cuatro años ya no aprenden, porque el cerebro tiene un periodo de aprendizaje que se llama plasticidad, y si alguien lleva cinco ó seis años sordo ya no va a hablar, la palabra es imposible. En los implantes cocleares también fuimos líderes absolutos en México, ya tenemos como 25 años en esto”.

El pasado noviembre se inauguró en su primera etapa el Edificio de Hemato-Oncología en Investigación, con una inversión de 300 millones de pesos. “Es un esfuerzo muy importante, porque en años recientes el cáncer en niños creció de manera bestial. Hay explicaciones muy simples al respecto y otras muy sofisticadas y difíciles de entender: aspectos virales, modificaciones genéticas, cambios de alimentación, productos químicos que antes no existían, las propias alteraciones climáticas… La cirugía pediátrica oncológica no existía, la hacía el cirujano pediatra general, pero ahora es una especialidad que se ha desarrollado mucho. Antes un caso de leucemia era fatal, se moría 80 ó 70%, ahorita vive el 80%, se revertió. En la unidad nueva vamos a tener un área de trasplante de médula, el área de quimioterapia ambulatoria, quimioterapia de corta estancia y área de procedimientos. Empezamos en febrero la consulta externa y esperamos en marzo ya estar activos: queremos que sea antes del 70 aniversario.”

El doctor Jaime Nieto Zermeño, agrega: “Mucha gente no se da cuenta de la importancia del Seguro Popular, pero a las instituciones nos es muy útil. Había aquí un maestro que decía que la peor enfermedad es la pobreza, y es cierto. Antes venía una familia de la zona pobre, digamos de Guerrero, y por su condición la enfermedad de su hijo era fatal, su preocupación era juntar para venir, ¿cómo reunir 10 o 12 mil pesos mensuales para medicamente, 7 ó 10 mil al mes para quimioterapia? Era imposible… Ahora con el Seguro Popular tienen asegurados los medicamentos”.

Ya para finalizar, el doctor Jaime Nieto Zermeño, comparte: “La parte más trascendente de la especialidad del cirujano pediatra, es que con un éxito le das posibilidad de vida a una persona de 60 ó 70 años, eso es muy trascendente. Resolviendo el problema de un niño, en principio va a tener una vida normal, va a tener hijos, nietos… Un éxito de esa naturaleza tiene una repercusión extraordinaria”.

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