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La contaminación puede hacerte menos inteligente; estudios en la CdMx y Mánchester lo prueban

20/01/2019 - 3:30 pm

A medida que se envejece, el vínculo entre la mala calidad del aire y el deterioro mental se hace más fuerte. La contaminación del tráfico se asocia a la demencia, a los comportamientos delictivos en adolescentes y al desarrollo cerebral deficiente en niños. Estudios hallaron evidencia de afectaciones graves en la Ciudad de México y en Mánchester, Inglaterra.

Por Barbara Maher

Madrid, 20 de enero (ElDiario.es/SinEmbargo).– La contaminación atmosférica no sólo es perjudicial para nuestros pulmones y nuestro corazón, sino que también podría hacernos menos inteligentes.

Un estudio reciente ha revelado que en China las personas mayores que se han expuesto a la contaminación durante un largo período de tiempo podrían haber visto reducida su capacidad cognitiva (aspectos como su facilidad para prestar atención, recordar conocimientos adquiridos en el pasado y generar nueva información), tras someterse a pruebas verbales y matemáticas. A medida que se envejece, el vínculo entre la mala calidad del aire y el deterioro mental se hace más fuerte.

El estudio también ha alertado de que los hombres y las personas con un nivel de educación bajo se encuentran en un riesgo mayor, aunque se desconoce la razón.

Existen pruebas convincentes de que la contaminación (especialmente las partículas más pequeñas e invisibles) daña el cerebro tanto de los humanos como de los animales. La contaminación producida por el tráfico se asocia a la demencia, a los comportamientos delictivos en adolescentes y al desarrollo cerebral deficiente en niños que acuden a colegios rodeados de una gran contaminación.

En el análisis realizado con animales, los ratones expuestos a la contaminación urbana durante cuatro meses mostraron funciones cerebrales reducidas e inflamación en las principales regiones cerebrales, lo que significa que los tejidos se alteraron debido a los estímulos dañinos producidos por la mala calidad del aire.

Con un presencia de una bruma grisacea los capitalinos amanecieron el primer día de año. Foto: Moisés Pablo, Cuartoscuro

NANOPARTÍCULAS LETALES

Aún no sabemos qué aspectos del “cóctel” de partículas producidas por la contaminación atmosférica (tales como el tamaño, la cantidad o la composición) contribuyen de manera más agresiva al deterioro cerebral registrado. Sin embargo, las pruebas apuntan a que las nanopartículas contaminantes podrían ser una de las causas.

Estas partículas tienen un tamaño 2.000 veces menor que el diámetro de un cabello humano y se pueden desplazar por todo el cuerpo por el torrente sanguíneo una vez que han sido inhaladas. Podrían, incluso, alcanzar el cerebro directamente a través de los nervios olfativos, los encargados de proporcionar al cerebro información sobre los olores. Esto haría que las partículas sortearan la barrera hematoencefálica, que protege al cerebro de los componentes dañinos que circulan por el torrente sanguíneo.

Las muestras analizadas de cerebros de personas fallecidas que vivían en Ciudad de México y Mánchester, metrópolis ambas con un alto nivel de polución, mostraron signos típicos de la enfermedad de Alzheimer. Las pruebas encontraron grupos de fragmentos de proteínas anormales (placas) entre las células nerviosas, inflamación y una gran abundancia de nanopartículas ricas en metales (hierro, cobre, níquel, platino y cobalto).

Estas nanopartículas ricas en metales son parecidas a las que podemos encontrar en la contaminación urbana, que se produce por la combustión del petróleo y otros combustibles y por el desgaste de motores y frenos. Estas nanopartículas tóxicas a menudo se asocian con otros compuestos peligrosos, como los hidrocarburos poliaromáticos que se producen de manera natural en los combustibles fósiles y que pueden causar daño renal y hepático e incluso cáncer.

La inhalación repetida de estas nanopartículas puede generar una gran cantidad de efectos negativos en el cerebro, entre los que se incluye la inflamación crónica de las células nerviosas. Al respirar aire contaminado, activamos las células inmunes del cerebro (microglías), que al emitir su respuesta para defenderse pueden producir la formación de unas peligrosas moléculas llamadas especies reactivas de oxígeno, que a un nivel elevado podrían causar el deterioro y la muerte de las células.

La presencia de hierro en el aire podría acelerar este proceso. Las nanopartículas ricas en metales (magnetitas) están asociadas de manera directa a la formación de placas en el cerebro, y pueden aumentar la toxicidad de las proteínas anormales encontradas en el centro de las placas. Los análisis post mortem de cerebros de personas que sufrían Alzheimer y Parkinson muestran que la activación microglial es común en estas enfermedades degenerativas.

El último estudio sobre el vínculo entre la contaminación y la disminución de la inteligencia, junto con las pruebas de las que disponemos acerca de la relación entre la contaminación y la demencia, convierten la necesidad de reducir contundentemente la polución en un asunto prioritario. Una combinación de cambios en la tecnología, la legislación y la gestión de los vehículos a nivel global proporcionaría un camino alternativo que haría que nuestra salud no se resintiera.

Las nanopartículas ricas en metales (magnetitas) están asociadas de manera directa a la formación de placas en el cerebro. Foto: Moisés Pablo, Cuartoscuro

MANERAS DE SOBREVIVIR

Mientras, podemos hacer algo para protegernos de la mala calidad del aire. Limitar el uso del automóvil y sustituirlo por la bicicleta o por un paseo reduce la contaminación. Una conducción eficiente, prescindiendo de acelerones y frenazos y evitando viajar en las horas punta puede ayudar a rebajar las emisiones. Por último, mantener las ventanillas cerradas y reciclar el aire dentro del habitáculo del vehículo durante un atasco nos resguardará (aunque sea en parte) de la contaminación.

Los niños pequeños son los más vulnerables, ya que sus cerebros están aún en desarrollo. Muchos colegios se encuentran cerca de carreteras principales, por lo que reducir sustancialmente la polución en esas zonas es imprescindible. Pequeñas acciones, como la plantación de árboles que atrapan las partículas cerca de carreteras y colegios, podrían resultar de gran ayuda.

La contaminación en el interior de la viviendas también puede ocasionar problemas de salud, por lo que es necesario ventilar mientras se cocina. El fuego, tanto interior como exterior, es una fuente considerable de partículas contaminantes; de hecho, las estufas de leña producen un gran porcentaje de la contaminación exterior durante el invierno. Utilizar madera seca y una estufa calificada como ecológica es fundamental para no generar un zona contaminante alrededor del hogar. Y, si vive en una casa con ventilación natural situada junto a una carretera concurrida, es mejor habitar las zonas posteriores y más altas de la vivienda para reducir la exposición diaria a la contaminación.

Lo que es bueno para el corazón es bueno para el cerebro, por lo que mantener la mente activa y estimulada, ingerir una dieta rica en antioxidantes y mantenerse en buena forma puede aumentar nuestra capacidad de recuperación. Pero ya que no conocemos con exactitud los mecanismos por los cuales la contaminación inflige tanto daño a nuestro cerebro (ni cómo podemos reducir sus efectos), la mejor manera de protegernos es evitar en la medida de lo posible la exposición a la contaminación.

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