Julieta Cardona
19/12/2015 - 12:00 am
El amor torcido
Hay que darle play antes de comenzar: Maggot Brain Tengo dos problemas con el amor: que necesita brevedad porque la destrucción dura un chingo y que para mí no funciona si no duele. Tengo un gravísimo problema con mi percepción del amor: que para mí no es amor si no destruye. Estoy más equivocada que […]
Hay que darle play antes de comenzar: Maggot Brain
Tengo dos problemas con el amor: que necesita brevedad porque la destrucción dura un chingo y que para mí no funciona si no duele. Tengo un gravísimo problema con mi percepción del amor: que para mí no es amor si no destruye. Estoy más equivocada que torcida.
No sé por qué, en serio, el amor que comienza derecho y entero, a medida que camina –como si tuviera prisa–, se revienta para vivirse todo en pedacitos. Soy adicta a los ciclos que demuelen un amor que fue perfecto. Por eso mis examantes me cuelgan el teléfono o me azotan mi propio ego en un bofetón cuando me ven en la calle tomando un café como si nada: porque ya nos rompimos de aquí a 20 años. Y no sé por qué yo no les regreso el gesto: soy más benevolente que Jesucristo. Soy un ego torcido.
Tengo experiencias torcidísimas de amor malogrado. Escenas tristísimas. La media de todas mis relaciones es el plot point de un filme francés en donde los protagonistas son un par de amantes que se gritan sus culeradas el uno al otro para después revolcarse sin control en la cama del departamento de alguno o en el pasillo más recóndito y más oscuro de la ciudad que también caminaron de la mano. Mi relación más adictiva son dos líneas de Anaïs Nin: «Parce que je suis trop débordé et trop vivant à vivre entre parenthèses» («Porque estoy demasiado viva y demasiado desbordada para vivir entre paréntesis») y es también otra parte del mismo filme en la que cogen con coraje porque es la única manera en la que se maximiza la idea de poder tenerse. Es, precisamente, el momento en el que un amante le mete la cara completa entre las nalgas al otro para chuparle la parte con más memoria del cuerpo asegurando un vínculo tan terrible como perpetuo: el del deseo atrabancado. Pinches franceses. Pinche adicción a las reminiscencias de un amor jodido.
Será que por eso huyo del amor que reivindica: porque representa una manera distinta de querer que me aterra porque no destruye nada de lo que toca, porque no enferma a nadie. Y porque esa entereza, más que confundirme me paraliza. Y porque de amor torcido me sobran ejemplos, pero de amor entero apenas rascando el cielo.
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