Cuna de lobos

19/10/2012 - 12:02 am

Cuando leí que el mayordomo del Papa iba a la cárcel, la primera idea que cruzó mi mente fue que El Vaticano ya no es lo que era antes. Pero en estos días comencé a ver una serie que me reveló hasta qué punto El Vaticano sigue siendo el de siempre. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Cuenta la historia que por allá en el siglo XVI un cardenal tomó una cortesana por amante, –por cierto, las cortesanas siguen vigentes, aunque ahora se llamen de otro modo y les guste casarse con políticos– y tuvo cuatro hijos con ella.

Cuando murió el Papa vigente en 1492, este cardenal armó una confabulación siniestra de compra de votos, ofreciendo dinero, propiedades y joyas insertados en un pergamino en las exquisiteces de cenas que recibían el resto de los cardenales en sus humildes celdas. Todo esto porque ellos eran factores críticos de éxito ya que votarían en el acto donde se elige Papa, el Cónclave, mediante la rudimentaria señal de echar humo blanco.

Nada más y nada menos que un cabildeo medieval. Y uno muy eficiente porque lo logró. Nombró a su primogénito Cardenal, al segundo lo designó Jefe de las Fuerzas Armadas del Vaticano y a la tercera la cedió en comodato a un animal que la violaba a cambio de más poder. Al cuarto lo casó con otra princesa, que le llevaba unos 7 años más al pobre chamaco, pero vamos, la chica era de la nobleza de un Estado que estratégicamente le convenía al Papa tener a su lado para evitar la invasión de los franceses.

Y la historia continúa. El Papa fue una chulada, con amantes, órdenes de asesinato y corrupción, todo con el perdón de Dios Padre, y en nombre de Jesucristo Superestrella construyó un imperio manchado de sangre.

La familia Borgia. ¿Les suena?

Pues en un artículo publicado el domingo 23 de septiembre en El País, una historia del siglo actual nos presenta algo parecido.

El mayordomo del actual Papa Ratzinger, Paolo Gabriele, un hombre que provocó junto con un técnico informático la filtración a la prensa de documentos secretos –lo que se llama el “Vaticanleaks”– acaba de ser sometido a juicio público y se declaró inocente. Él sólo quería exponer la horda de locuras en la curia papal. Un viejo Papa rodeado de lobos hambrientos.

En su juicio se ganó tres años de cárcel, mismos que se redujeron a uno y medio por una triquiñuela de una normativa de 1969. Benedicto aún tiene la última palabra para perdonarlo. La cosa es que si lo sueltan, este hombre con tres hijos y de 46 años tiene entre sus manos un poderoso secreto.

¿A cuánto está el secreto hoy en día? Si el precio del huevo está por los aires, no me quiero imaginar el de la truculencia dentro de la Iglesia.

Y es que el Vaticano ha sido y será una figura que me hace tanto ruido como para preguntarnos si la historia no nos enseña algo. Más de cinco siglos han pasado y nos movemos exactamente igual, si no es que peor. Los escándalos de pederastia en la Iglesia parecen forman parte de la agenda noticiosa de cada semana.

Los contubernios, o lo que ahora llaman, de manera más elegante, lobbying o cabildeo sigue siendo el ecosistema de los centros de poder. Corrupción, manipuleo, compensaciones y a veces asesinatos son manejos por debajo del mantel para que leyes, iniciativas, candidaturas y fortunas se repartan entre los poderosos. Pactos de sangre, sin mucho honor que digamos.

¿Hasta dónde vamos a llegar para obtener poder? Un diputado suplente que asesina al titular para lograr su curul. La exhibición de documentos comprometedores a un candidato para que no llegue a la presidencia (¿Diego Fernández en 1994?), el hermano de un Presidente que elimina a su cuñado (¿Raúl Salinas y Ruiz Massieu?). Los Borgia contemporáneos en el Vaticano, en Wall Street, Los Pinos. A veces las películas de Hollywood no me parecen tan descabelladas. Triste pero cierto.

 

Todo poder es una conspiración permanente.
Honoré de Balzac

 

@mariagpalacios

http://marianagallardopalacios.wordpress.com/

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