Del Grito al regaño

19/09/2013 - 12:00 am

Como todo mexicano, estaba esperando la ceremonia del Grito de Independencia; pero en esta ocasión me había planteado –o al menos eso intentaba– analizar el acto protocolario y todo lo que conlleva este evento. En ese sentido, días antes del 15 de septiembre me dediqué a analizar las ceremonias del Grito de Independencia de algunos ex presidentes, con la mirada de la comunicación política e intentando imaginar que se trataba de un spot en gran formato.

En términos generales puedo decir que no hay sobresaltos en los actos de cada Presidente en cuestión desde el 2000 al 2012. Cada quien le daba un toque personal a su Grito: cómo no recordar el estilo del ex Presidente Fox, o los actos del ex Presidente Calderón rodeado de sus pequeños hijos, o durante su último Grito ver en su rostro un láser apuntándole durante la arenga.

La plancha del Zócalo siempre es un referente de medición de popularidad y apoyo a un mandatario. De lo que debemos ser conscientes es que en todos los eventos políticos existen las movilizaciones orquestadas por los partidos políticos para gritar consignas, para violentar el acto o para inmovilizar de cierta forma los reclamos de la ciudadanía.

El Grito del pasado 15 de septiembre tiene algo que me parece muy peculiar, lejos de lo que todo mundo ha observado, como lo es la movilización y pago de simpatizantes afines al Presidente para medio llenar la plancha del Zócalo y mermar las fuerzas de reclamo de la izquierda mexicana, o el hacer notorio las consignas y rechiflas al Presidente.

Esto no es lo verdaderamente importante, hay algo detrás que considero aún más significativo, que es la comunicación no verbal: el rostro del Presidente Peña Nieto se veía forzado, estresado, preocupado y la Primera Dama intentaba dar su mejor sonrisa de telenovela. El Presidente, al recibir el lábaro patrio, tenía perfectamente marcada una señal en la duela del Salón Embajadores, el punto exacto en donde se tenía que situar para recibir de manos de los cadetes del Heroico Colegio Militar, señalética que no fue seguida conforme a lo planeado por el área estratégica de protocolos y del Estado Mayor. En la primera de ellas se situó por delante y en la segunda ocasión se situó por detrás, hecho que obligó al abanderado del Colegio Militar a reajustar su impecable y aritmético movimiento, o el hecho de tener un pedestal con el formato del Grito y el que leyera el Presidente de inicio a fin como nunca antes lo había hecho ninguno de sus antecesores.

Pero esto no es lo importante estimado lector. Dicen que lo importante no es la envoltura del chocolate, sino el chocolate. Algo similar veo en el análisis que intentaré compartir. Al terminar la arenga como siempre acompañan al Presidente a saludar al pueblo que se ha dado cita o que han obligado o pagado o como quiera que sea, para ser captado por los medios de comunicación que dan puntual seguimiento a dicho ritual, es en ese momento donde se puede observar de izquierda a derecha repartidos a los hijos del matrimonio Peña Rivera, la pequeña de la familia hija del “Güero” Castro y la Primera Dama se encontraba del lado izquierdo de la pantalla, en un momento acude al centro del balcón y es donde se da el acto que me parece muy interesante rescatar.

La pequeña abraza al Presidente por la cintura, inmediatamente el primer mandatario muestra cierta incomodidad. Podemos ver el rostro y su expresión facial de “no me toques”, o quizá una expresión similar a la que vimos cuando un comunicador de Estados Unidos le preguntó de qué había muerto su ex esposa o cuando le preguntaron por aquellos tres libros en la FIL.

Está comunicación no verbal es muy impactante. La pequeña, al momento de abrazarlo, está feliz y sonriente, como cualquier niño mexicano lo estaría primero por ser hij@ del Presidente o al menos de poder disfrutar de ese evento desde el balcón. Acto seguido con la mano derecha por la espalda de la pequeña le propina un ligero empujón y a la vez casi sin gesticular dice “abrázala”, y con la misma mano indica a Angélica Rivera. A la niña le murmura “abrázala, ahí está tú Mamá”, y Angélica Rivera sólo le queda darle unas caricias en el brazo a la pequeña, que inmediatamente baja la mirada cual niña regañada y su semblante pasa estrepitosamente de la felicidad a la tristeza, volteando la mirada para con su madre en busca de una explicación a lo que acaba de vivir y de sentir. Segundos después recibiría otro revés de su madre: la niña la mira a los ojos, le pregunta algo y la Primera Dama responde sin perder la sonrisa telenovelera “ahorita no, después”. El Presidente no pierde compostura, nunca pierde la sonrisa dibujada desde la mercadotecnia, pero se nota cómo descansa su ser ante este hecho que no estaba en el libreto.

En ese momento me surge la duda de si esto que analizo estará fuera del protocolo, si será prohibitivo, pero reviso otros eventos de anteriores presidentes y me encuentro con todo lo contrario. Como ejemplo está Felipe Calderón en el 2010 y 2012 abrazando él a sus hijos, la Primera Dama acariciando y explicándoles a los niños, sin duda polos opuestos en cuanto a la presencia de la familia en el balcón. Lejos de colores, partidos y sentimientos me parece algo traumático para la pequeña Castro Rivera, quizá con los años podamos escuchar de su propia boca qué sentimiento y qué cosillas pasaban por su cabeza en ese momento. No quiero imaginar lo que sintió el padre de la criatura al ver en televisión el desplante para con su pequeña; entiendo que lo privado es privado, pero en la vida pública hay cuestiones de la privacidad que traspasan fronteras y esa frontera fue la televisión.

Eso sin entrar al análisis de los demás miembros de la familia presidencial que también nos dan mucho de qué hablar, pero lo único que reflejan es el acatar instrucciones, nerviosismo por las rechiflas y el posar para la televisión nacional, sólo hay intercambios de miradas y algunos susurros de Paulina a su hermano cuando ven a la “prole” gritar ¡Fuera Peña, fuera Peña!

Me parece que no todo en política es rigor y marketing. Estamos hablando de sentimientos humanos, de cercanía, afecto. Estamos hablando de un hijo, que es lo más grande que la vida te puede brindar, estamos hablando de un estereotipo muy marcado en los mexicanos. Me pregunto en qué te puede perjudicar que una pequeña muestre afecto y cariño a su “padre”, quien por más que sea Presidente, antes de serlo fue padre y su encargo terminará, pero su labor de padre continuará.

Lo invito a realizar esté ejercicio crítico y que se norme su propia opinión al respecto. En tanto para mí me ha dejado con un sabor un tanto amargo. Ese fue mi análisis del Grito de Independencia, debo confesar que esperaba algo más tradicional, escribir sobre el apuntador, o sobre lo que estaba leyendo o sobre las porras o rechiflas; pero no, fue más importante para mí el ver el desprecio y la tristeza en los ojos de una pequeña que no tiene la culpa de los acuerdos y negociaciones de sus padres. Así pasamos del Grito al Regaño, que Peña por la niña, que Peña por la familia, que Peña por México y si esta es la cercanía con la familia, qué le puede deparar al grueso de la población.

Nos vemos la próxima semana…

Raúl Flores Rodríguez
Doctorando en Gobierno y Administración Pública por la Universidad Complutense de Madrid, Maestro en Gobierno y Gestión Pública por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) Santander, España, Licenciado en Derecho, Especialista en Derecho Electoral, Calidad de la Democracia, Consultoría Política-Electoral, Narcotráfico y Seguridad, Director General de Nexo Estudios.
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