Tomás Calvillo Unna
19/07/2023 - 12:04 am
Tal vez sea por ahí
“El olvido son nuestras huellas, no hay nada que nos pertenezca y perdure”.
I
Qué son el mar y el azoro de su turquesa,
la sensación de líquido
como una pulida piedra;
el laberinto del subconsciente,
y el pozo de la conciencia
en ese cielo inmemorial y desconocido siempre
Qué es la tierra y su incansable permanencia;
qué son el amanecer y el atardecer
y la noche innumerable
y su filigrana de grandeza;
nuestras inconmensurables edades
reencarnaciones y destinos,
relatos imaginados y crudas realidades;
en las alturas destellan
y en las arenas del desierto,
son rastros de profecías
que aún se advierten.
Qué son las montañas
y esos bosques que despliegan la sombra
y sus aromas de rendición y sueño;
casa de las aves,
nidos de presagios,
coros de los vientos,
fértiles humedades
donde ríos trazan el diseño de sus mapas;
pulsaciones de sentimientos
que pronto encuentran
sus extraviados nombres.
II
Quiénes somos:
antiquísimas y emblemáticas deidades
del sol y la luna;
la espada y el escudo,
que acompañan y cuidan
este campamento de la historia
que nos acoge
alrededor del fuego
de sus narraciones.
Somos una aparición
que pretende ocultarse
en las ciudades.
Desaparecemos pronto,
a pesar de nuestras cuentas;
y de la gran faramalla que armamos
y termina en múltiples soplos
que apagan las velas
de toda celebración.
El olvido son nuestras huellas,
no hay nada
que nos pertenezca y perdure.
Los siglos medidos
por nosotros mismos
son unos cuantos segundos
en esa ficción de ficciones
que se multiplica en imágenes,
Y da la espalda
a la realidad desnuda.
Digital esclavitud
paradoja de la alienación:
estar conectados
en la caída libre.
III
Las pasajeras nubes
de los pensamientos
y los alambres de púas
de sus inútiles
exigencias de dominio,
acortan la visión
y asfixian los anhelos
He ahí a los renovados inquisidores
que ostentan un fugaz poder,
atrabancados e inútiles,
ejercen el sueño de sus pesadillas
Cuanto dolor inmisericorde,
cuanto verdugo.
Somos unos sinvergüenzas,
sin remedio…
Acaso no podemos distinguir
lo extraordinario
de lo ordinario;
sin herir al prójimo
con palabras y actos.
envidias, celos
y demás atropellos
nada más hay que ver…
IV
Cierto, decirlo,
no aporta nada,
es otra vez un lugar común:
el hilo negro trasmutado
en oxidado alambre
anudado a los tobillos.
No obstante,
cientos de héroes y heroínas,
cuyos nombres
son de ellos nada más
ajenos a esta maquinaria ciega
que consume la riqueza de todos,
caminan día a día por la tierra,
sin necesidad de ir más rápido.
Tal vez sea por ahí…
en el anonimato de la dicha
del misterio de la existencia
entre la luz y la oscuridad
de ese inhalar y el exhalar.
Esta química certeza
de un ritual irrenunciable;
la memoria en la madrugada
del anochecer.
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