Reforma educativa; viento y marea

19/06/2015 - 12:00 am

Pasada la elección, el gobierno federal manda el mensaje de que, ahora sí, la reforma educativa va contra viento y marea (para estar a tono con la metáforas atmosféricas del secretario de Educación que dijo que “llueva o truene”). ¿Qué ha cambiado del momento en que se promulgó la reforma a la fecha que permita pensar que ahora sí hay condiciones para echarla a volar? Nada, o más bien dicho, nada para bien salvo que pasó la elección.

Dos años años y medio después de la promulgación de la Reforma, las condiciones políticas y económicas del país, y particularmente del gremio magisterial no están mejor, por el contrario, hay un enorme deterioro: creció la conflictividad, aumentó la violencia, no solo la desplegada por las organizaciones gremiales sino general en los estados, decreció la popularidad y la fuerza del presidente, disminuyó la fuerza política del secretario de Educación, etcétera. No hay, pues, ningún dato que nos diga que ahora sí la reforma va a caminar con mayor celeridad más allá de la voluntad expresada por el Presidente y sus secretarios.

No hay manera de aplicar la reforma sin que se provoque un conflicto de grandes dimensiones en el sur del país. El desgaste político va a ser, lo hemos comentado antes, del tamaño de lo que fue la guerra contra el crimen organizado para el ex presidente Calderón. De esas grandes batallas no se sale ileso, pero el gobierno de Peña llegó a un impasse donde el costo de no aplicar la reforma es tanto o más que el de aplicarla. Dicho de otra manera: ponerla en marcha va a generar un conflicto social muy grave en Guerrero, Oaxaca, Michoacán y Chiapas; no aplicarla le puede provocar un enorme desgaste y descrédito con las clases medias y empresariales. Si algo ha hecho bien la asociación Mexicanos Primero es subir el costo político de la inacción de Estado en materia educativa.

Enfrentar a la Coordinador en Guerrero y Oaxaca significa despertar al monstruo. Un monstruo que ha sido tolerado, consentido y alimentado, por el propio Estado. Pero la CNTE en Oaxaca y la CETEG en Guerrero son mucho más que un sindicato magisterial. En torno a la Sección 22 de Oaxaca están agrupados desde movimientos populares indígenas (La Asociación Popular de Pueblos de Oaxaca, la famosa APPO que paralizó la capital del estado hace 6 años) hasta células guerrilleras vinculas al EPR. En Guerrero, la CETEG es todavía más compleja, pues en torno a esta organización orbitan y confluyen desde las normales rurales hasta movimientos populares, autodefensas y grupos guerrilleros. La base social de la Coordinadora en Guerrero le da, como lo ha demostrado, para poner al Estado en jaque y más.

Administrar el conflicto, como lo han hecho a lo largo de 30 meses, dejó ya de ser opción. El gobierno de Peña se la tiene que jugar con su propia reforma. El problema no son la lluvia y los truenos de Chayffet, sino el altísimo riesgo de que el vendaval político hunda al presidente y se lo lleve la marea.

en Sinembargo al Aire

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