La crisis desencadenada por el coronavirus ya ha puesto de manifiesto muchas debilidades de nuestra economía capitalista obsesionada por el crecimiento: inseguridad para muchos, sistemas de salud paralizados por años de austeridad y la infravaloración de algunas de las profesiones más esenciales.
Por Degrowth New Roots Collective, Jason Hickel, George Monbiot, Carola Rackete, Giorgos Kallis, Ashish Kothari, Julia Steinberger y más de mil 100 firmantes más
Ciudad de México, 19 de mayo (OpenDemocracy).– La pandemia del coronavirus ya se ha cobrado innumerables vidas y no se sabe cómo se desarrollará en el futuro. Mientras que la gente en la primera línea de la asistencia sanitaria y la atención social básico está luchando contra la propagación del virus, cuidando de los enfermos y manteniendo las operaciones esenciales en funcionamiento, una gran parte de la economía se ha paralizado. Esta situación es inmovilizadora y dolorosa para muchos: crea miedo y ansiedad sobre la suerte de aquellos que amamos y de las comunidades de las que formamos parte, aunque es también un momento propicio para sacar adelante colectivamente nuevas ideas.
La crisis desencadenada por el coronavirus ya ha puesto de manifiesto muchas debilidades de nuestra economía capitalista obsesionada por el crecimiento: inseguridad para muchos, sistemas de salud paralizados por años de austeridad y la infravaloración de algunas de las profesiones más esenciales.
Este sistema, enraizado en la explotación de las personas y la naturaleza y que es muy propenso a las crisis, fue no obstante considerado normal. Aunque la economía mundial produce más que nunca, no cuida de los seres humanos y del planeta, mientras que la riqueza se acapara y se devasta el planeta.
Millones de niños mueren cada año por causas evitables; 820 millones de personas están subalimentadas; la biodiversidad y los ecosistemas se están degradando y los gases de efecto invernadero siguen aumentando, lo que conduce a un violento cambio climático antropogénico: aumento del nivel del mar, tormentas devastadoras, sequías e incendios, que devoran regiones enteras.
Durante decenios, las estrategias dominantes contra estos males fueron dejar la distribución económica en gran medida en manos de las fuerzas del mercado y disminuir la degradación ecológica mediante la disociación y el crecimiento ecológico.
Esto no ha funcionado. Ahora tenemos la oportunidad de aprovechar las experiencias de la crisis del coronavirus: desde las nuevas formas de cooperación y solidaridad que están floreciendo, hasta el reconocimiento generalizado de los servicios básicos de la sociedad como la salud y el trabajo asistencial, el aprovisionamiento de alimentos y la eliminación de desechos.
La pandemia también ha incitado medidas gubernamentales sin precedentes en los tiempos de paz modernos, que demuestran lo que es posible cuando hay voluntad de actuar: la remodelación incuestionable de los presupuestos, la movilización y redistribución del dinero, la rápida expansión de los sistemas de seguridad social y del alojamiento de las personas sin hogar.
Al mismo tiempo, tenemos que ser conscientes del aumento de las problemáticas tendencias autoritarias como la vigilancia de masas y las tecnologías invasivas, los cierres de fronteras, las restricciones al derecho de reunión, y la explotación de la crisis por el capitalismo del desastre. Debemos resistir firmemente a tales dinámicas, pero no detenernos ahí.
Para iniciar una transición hacia un tipo de sociedad radicalmente diferente, en lugar de tratar desesperadamente de poner de nuevo en marcha la destructiva máquina del crecimiento, sugerimos aprovechar las lecciones del pasado y la abundancia de iniciativas sociales y de solidaridad que han brotado en todo el mundo en los últimos meses. A diferencia de lo que ocurrió después de la crisis financiera de 2008, deberíamos salvar a las personas y al planeta en lugar de rescatar a las empresas, y salir de esta crisis con medidas de suficiencia en lugar de austeridad.
Por lo tanto, nosotros, los firmantes de esta carta, ofrecemos cinco principios para la recuperación de nuestra economía y la base para crear una sociedad justa. Para desarrollar nuevas raíces para una economía que funcione para todos, necesitamos:
1) Poner la vida en el centro de nuestros sistemas económicos
En lugar del crecimiento económico y de la producción derrochadora, debemos poner la vida y el bienestar en el centro de nuestros esfuerzos. Mientras que algunos sectores de la economía, como la producción de combustibles fósiles, el ejército y la publicidad, deben ser eliminados lo más rápido posible, debemos fomentar otros, como la sanidad, la educación, la energía renovable y la agricultura ecológica.
2) Reevaluar radicalmente cuánto trabajo y de qué tipo es necesario para una buena vida para todos
Tenemos que poner más énfasis en el trabajo de cuidado y valorar adecuadamente las profesiones que han demostrado ser esenciales durante la crisis. Los trabajadores de las industrias destructivas necesitan tener acceso a la capacitación para nuevos tipos de trabajo que sean regenerativos y más limpios, asegurando una transición justa. En general, tenemos que reducir el tiempo de trabajo e introducir planes para compartir el trabajo.
3) Organizar la sociedad en torno al suministro de bienes y servicios esenciales
Si bien es necesario reducir el despilfarro en el consumo y los viajes, las necesidades humanas básicas, como el derecho a la alimentación, la vivienda y la educación, deben garantizarse para todos mediante servicios básicos universales o planes de ingresos básicos universales. Además, hay que definir e introducir democráticamente un ingreso mínimo y máximo.
4) Democratizar la sociedad
Esto significa permitir que todas las personas participen en las decisiones que afectan a sus vidas. En particular, significa una mayor participación de los grupos marginados de la sociedad, así como la inclusión de los principios feministas en la política y el sistema económico. El poder de las empresas mundiales y del sector financiero debe reducirse drásticamente mediante la propiedad y la supervisión democráticas. Los sectores relacionados con las necesidades básicas como la energía, la alimentación, la vivienda, la salud y la educación tienen que abandonar la comodificación y de la financiarización. Hay que fomentar la actividad económica basada en la cooperación, como por ejemplo las cooperativas de trabajadores.
5) Basar los sistemas políticos y económicos en el principio de solidaridad
La redistribución y la justicia - transnacional, interseccional e intergeneracional - deben ser la base de la reconciliación entre las generaciones actuales y las futuras, entre los grupos sociales dentro de los países, así como entre los países del Sur y del Norte. El Norte Global en particular debe poner fin a las formas actuales de explotación y generar reparaciones por las pasadas. La justicia climática debe ser el principio que guíe una rápida transformación social-ecológica.
Mientras tengamos un sistema económico que depende del crecimiento, cada recesión será devastadora. Lo que el mundo necesita en su lugar es el decrecimiento - una reducción de escala planificada pero adaptable, sostenible y equitativa de la economía, que conduzca a un futuro en el que podamos vivir mejor con menos. La crisis actual ha sido brutal para muchos, golpeando duramente a los más vulnerables, pero también nos da la oportunidad de reflexionar y repensar.
Puede hacer que nos demos cuenta de lo que es realmente importante y ha demostrado innumerables posibilidades de aprovecharlas. El decrecimiento, como movimiento y concepto, ha estado reflexionando sobre estas cuestiones durante más de un decenio y ofrece un marco coherente para repensar la sociedad sobre la base de otros valores, como la sostenibilidad, la solidaridad, la equidad, la convivencia, la democracia directa y el disfrute de la vida.
Únase a nosotros en estos debates y comparta sus ideas en el Congreso sobre decrecimiento Viena 2020 y en el Día del decrecimiento mundial el próximo 6 de Junio, para construir juntos una salida intencional y emancipadora de nuestras adicciones al crecimiento.
En solidaridad,
Jason Hickel, George Monbiot, Carola Rackete, Giorgos Kallis, Ashish Kothari, Julia Steinberger y más de mil 100 firmantes más.
Esta carta es el resultado de un proceso de colaboración dentro de la red internacional de decrecimiento. Ha sido firmada por más de mil 100 expertos y más de 70 organizaciones de más de 60 países. Vea una lista completa de los firmantes aquí.