A mediados de la década de los 50, la compañía Hiller construyó una serie de inovadoras plataformas voladoras para un programa de las fuerzas navales y armadas. El plan era desarrollar un vehículo volador que pudiera ser operado por un piloto con un entrenamiento mínimo.
Sin embargo, las dificultades al momento de aterrizar y lo difícil de su maniobrabilidad convirtieron al proyecto en un simple intento por desarrollar vehículos voladores individuales condenaron al prototipo a ser una pieza de museo, tal y como se puede apreciar en la actualidad en una de las galerías del Museo Smithsoniano.
Redacción/SinEmbargo
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