HUIDOBRO: EL POETA QUE PUDO SER BANDIDO

19/01/2013 - 12:00 am

El conflicto con Neruda ensombreció la recepción de su obra en México, pero Paz elogió su modernismo. Una bruja adivinó: bandido o gran hombre. Él jugaría con la disyuntiva. Enero lleva marcados su natalicio y muerte

Vicente Huidobro. Foto: Wikimedia commons.

Una vieja medio bruja predijo que Vicente Huidobro sería un bandido o un gran hombre. Él se convirtió en el iniciador de la poesía moderna en lengua española y el propio Octavio Paz lo consideró “un verdadero creador y un poeta de inmenso talento, poseído por la misma ambición de Rubén Darío: quiso cambiar el rumbo de la poesía”.

Huidobro jugaba con la idea de ser un bandido porque el crimen también puede ser bastante artístico. Pero eso de ser un “gran hombre” no le parecía interesante, a menos que se hablara de un gran poeta o literato. “Pero ser un buen diputado, senador o ministro, me parece lo más antiestético del mundo”, dijo casi una década antes de escribir su mejor libro: Altazor.

Curioso, pero años más tarde se postularía, sin éxito, a la Presidencia de Chile. Lo hizo de manera pública en la Plaza de Artesanos, acompañado por una centena de amigos y poetas.  Así era Huidobro, un poeta de contrastes que este mes, el 10, habría cumplido 120 años de haber nacido. En 1948, el 2 de enero, Huidobro se fue del mundo.

De sus 12 años, Huidobro recordaba una singular anécdota. Él había escrito una composición en verso. Era la primera de su vida y la tituló Eso soy yo. La leyó a su madre, de quien siempre recibió el apoyo entusiasta por su afición al arte. Ella se admiró de la armonía, pero encontraba que las ideas eran muy repetidas y los guardó para corregirlos.

“Al otro día me los entregó corregidos. Yo los leí, y recuerdo que ingenuamente me reía con ella al ver que, si bien era cierto que las ideas eran más románticas y poéticas, los versos estaban casi todos cojos. Este era mi mayor placer, ver que ella tenía ideas más bonitas, pero no podía metrificarlas. ¡Qué blancas ingenuidades aquellas!”, recuerda el poeta en uno de sus manifiestos más autobiográficos.

Más tarde, el joven poeta ingresó a un colegio jesuita. Ahí aprendió unas cuantas mentiras piadosas y visiones contradictorias de la historia, como que Isabel de Inglaterra fue una mala reina y Felipe II un gran rey; que la Inquisición era una obra santa y Maquiavelo un bandido. También supo que Víctor Hugo había sido un sinvergüenza, un cochino, un asno, un canalla, un cerdo, un borracho. Mentiras, todas mentiras piadosas.

Esa infeliz convivencia llegó a su término cuando el poeta alcanzó el quinto año de Humanidades y vivió un capítulo que él mismo llegó a relatar.

Cierto día el padre rector lo mandó llamar. Así que él llegó a su pieza y le dijo a Huidobro:

─ Hijo mío, tengo contra ti una acusación grave.

─¿Cuál es, padre?

─ Dicen por ahí que lees a Zolá y le haces propaganda entre los niños de tu curso.

─ Falso, reverendo padre, yo nunca he leído a Zolá, únicamente conozco las críticas del Clarín sobre sus novelas y de ellas he hablado, lo cual es muy diferente.

Sin embargo, quien me lo ha dicho no miente.

─ Que lo diga delante de mí.

Huidobro se mantuvo en la misma posición e insistió:

─ Que lo diga en mí presencia.

─ No es necesario, replicó el rector bajando la vista, cuando se habla mucho de una cosa algo hay.

─ A mí me parece que no se debe hacer caso de las murmuraciones.

─ Hay un refrán castellano que dice: “río que suena, lleva piedras”.

En ese momento el poeta se indignó y con todo su desprecio e indignación respondió:

─Es el único refrán que nunca puede estar en labios de un jesuita porque desde que se fundó la Compañía de Jesús hasta el día de hoy que se habla mal de ella… ¿entonces, “río que suena, lleva piedras”?

EL POETA OBSESIONADO

La obsesión por la originalidad. Esa fue la constante en la creación de Vicente Huidobro. Él buscaba que en sus versos no existieran sensaciones recibidas de otro autor, sino directamente de la naturaleza misma. Sin embargo, él mismo reconocía que hasta poetas como Charles Baudelaire, Paul Verlaine y Stéphane Mallarmé, llegaron a su originalidad por medio del conocimiento de todas las literaturas “¡Porque la originalidad absoluta no existe!”

De esa obsesión nació el creacionismo, una estética que llegó a ser considerada imposible. Sobre ésta, el propio bardo chileno dijo que se trataba de una tendencia estética que comenzó a elaborar entre 1912 y 1916. ¿La razón? “Un poeta debe decir aquellas cosas que nunca se dirían sin él”.

Tras viajar a Europa, Huidobro explicó en uno de sus manifiestos que “el poema creacionista se compone de imágenes creadas, de situaciones creadas, de conceptos creados; no escatima ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él dichos elementos son íntegramente inventados, sin preocuparse, en absoluto de la realidad ni de la veracidad anteriores al acto de realización”. El creacionismo –dijo antes en una entrevista a Ángel Cruchaga– “es hacer un arte que no imite ni traduzca la realidad”.

Sobre esta tendencia, el escritor chileno Jorge Edwards –amigo y biógrafo de Pablo Neruda, y Premio Cervantes de Literatura 1999–, precisa que esa misma idea de no derivar la literatura de la realidad, sino inventar realidades diferentes en la literatura fue también la idea esencial del arte moderno de los veinte y al mismo tiempo inspiró a James Joyce para escribir el Ulises.

Y en torno a los manifiestos de Huidobro, Edwards asegura que “son muy actuales porque fijan una elucubración, un razonamiento que lleva a un arte independiente del arte naturalista o realista que había dominado el siglo XIX. Plantean una ruptura, una separación del siglo XIX y una entrada en un mundo de abstracción e imaginación”.

─¿Existe una influencia real de Huidobro en los poetas de América Latina?

─La influencia de Huidobro se puede notar, pero no de forma directa. La influencia de Huidobro es más intelectual. Se puede percibir, por ejemplo, en Octavio Paz o en la pintura del chileno Roberto Mata, en Pablo Neruda o en el surrealismo chileno.

Poemas pintados de Vicente Huidobro.

Sobre esa influencia, Octavio Paz escribió el ensayo Decir sin decir, donde refiere la influencia de Huidobro: “La irrupción de Vicente Huidobro en la poesía de nuestra lengua fue como una invasión de tártaros o mongoles: arrasó las viejas ciudades pero entre las piedras caídas surgió una nueva y más ligera vegetación poética”. Y aseguró que tanto las imágenes de Carlos Pellicer como los haikai de José Juan Tablada a veces hacen pensar en Huidobro.

SIEMPRE, LOS DETRACTORES

La recepción de la obra de Vicente Huidobro en México fue buena, detalla en entrevista Juan Francisco Alcántara, coordinador de Literatura Latinoamericana por la Universidad Iberoamericana. Sin embargo, asegura que fue un poco obstaculizada por la polémica que sostuvo con el también poeta chileno Pablo Neruda.

“Neruda fue además una especie de embajador de la izquierda internacional, y tuvo un gran peso y un gran prestigio, no sólo por su poesía, sino por su postura política; y de alguna manera eso hizo que Vicente Huidobro fuera su enemigo, y muy posiblemente contribuyó a que no se conociera mucho más en México, aunque eso no impidió que su influencia llegara a nuestro país”, expone.

Incluso, recuerda, existe una mención muy elogiosa de Huidobro en las páginas de El arco y la Lira de Octavio Paz (1955), donde lo considera “el poeta latinoamericano que abre las puertas de la poesía moderna a América Latina. Así que, pese a todo, Huidobro fue desde entonces “un poeta de gran presencia en Latinoamérica”.

─¿Por qué se suscitó esa polémica entre ambos poetas?

─Se trató de un conflicto de grandezas porque Neruda fue un poeta gigantesco y Huidobro también, así que la coexistencia de esas dos grandes figuras les generaba a ambos ciertas complicaciones. Otro poeta que también fue detractor de Huidobro (y de Neruda) fue Pablo de Rokha.

Por su parte, Rafael Olea Franco, investigador del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios del Colegio de México (Colmex), señala que Huidobro es el creador de una de las escuelas vanguardistas más fuertes y poderosas de la poesía hispanoamericana –incluyendo México–, y destaca que sus ideas creacionistas no pasaron de largo de la pluma del escritor argentino Jorge Luis Borges.

Poemas pintados de Vicente Huidobro.

Así lo demuestra su crítica frontal en Inquisiciones, donde el argentino señala: “Ya no basta decir, a fuer (a razón) de todos los poetas, que los espejos se asemejan a un agua. Tampoco basta dar por absoluta esa hipótesis y suponer, como cualquier Huidobro, que de los espejos sopla frescura o que los pájaros sedientos los beben y queda hueco el marco. Hemos de rebasar tales juegos. Hay que manifestar ese antojo hecho forzosa realidad de una mente: hay que mostrar un individuo que se introduce en el cristal y que persiste en su ilusorio país…”

ROMPER CON EL PASADO

La poesía –dijo Vicente Huidobro en 1921, durante una conferencia en el Ateneo de Madrid–, es un desafío a la razón y el poeta tiende hilos eléctricos entre las palabras y alumbra de repente rincones desconocidos, y todo ese mundo estalla en fantasmas inesperados. El valor del lenguaje de la poesía está en razón directa de su alejamiento del lenguaje que se habla.

Una vez que Huidobro llegó a Europa, recuerda Jorge Edwards, de inmediato entró al mundo de la vanguardia y conoció toda su polémica intelectual a través de sus conversaciones con los poetas Guillaume Apollinaire, Tristan Zara, Juan Gris, Juan Larrea y el pintor Pablo Picasso.

Entonces él se interesó por impulsar una ruptura con el pasado literario y se planteó una visión del fin de mundo que hasta cierto punto se confirmó con las dos Guerras Mundiales que marcaron el fin de una época, y eso lo expresa muy bien en Ecuatorial –uno de sus poemas mejor acabados–, donde el poeta dice:

“El niño sonrosado de las alas desnudas

Vendrá con el clarín entre dedos

El clarín aún fresco que anuncia

El Fin del Universo”

Poemas pintados de Vicente Huidobro.

─¿Cómo es que un personaje como él decidió postularse a la presidencia de su país?, se le pregunta a Edwards.

─Sé que en algún momento fue militante comunista, pero la circunstancia que lo llevó a postularse como candidato no la conozco bien. Aunque eso debió ocurrir entre 1925 y 1931.

Años después Huidobro se acercó a la Guerra Civil Española. Y de ese encuentro el poeta español Rafael Alberti relató a Edwards una anécdota particular.

Llegó Huidobro a España y le pidió a Alberti visitar el frente de batalla. Eso era muy complicado, pero se tuvo que reunir los soldados y alinearlos, en pocas palabras, suspender la Guerra Civil toda una mañana para hacer esta ceremonia. Entonces Huidobro llegó con un abrigo elegante y se dirigió a las tropas.

Ese era Huidobro. El hombre de carácter y mirada distraída que siempre tuvo completa fe en sí mismo; el poeta que odió la rutina, el cliché y lo retórico, un dandi que provocaba múltiples reacciones, el creador de caligramas y aforismos, como aquel donde dice: “Nada amo tanto como lo imprevisto. Una gitana en Budapest me leyó el porvenir en las líneas de la mano. Yo me eché vitriolo y las borré”.

 

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