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Antonio Salgado Borge

18/12/2015 - 12:04 am

El manicomio republicano

Trump ha dicho, una y otra vez, cosas que debían haberle costado un derrumbe electoral; pero cada vez que las dice termina por ganar adeptos. Por su parte, los candidatos más moderados –es relativamente fácil ser moderado cuando se tiene a Trump, Carson, Christie y Cruz a los costados- no despegan por más que presentan argumentos superiores a los de sus adversarios.

Ben Carson, Donald Trump, Ted Cruz y Jeb Bush. Foto: Huffington Post.
Ben Carson, Donald Trump, Ted Cruz y Jeb Bush. Foto: Huffington Post.

La irracionalidad de los nueve aspirantes del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos parece inagotable. Y difícilmente nos veremos ante una mejor ocasión para comparar el tamaño de sus despropósitos que el debate que dedicaron, el pasado martes en Las Vegas, a temas de seguridad y migración, al calor de los atentados terroristas de las últimas semanas.

Una vez a bordo del tren del absurdo prácticamente todo es posible y permisible. Se puede, por ejemplo, tirar por el excusado el derecho fundamental a una vida privada y calificar el tenue respeto de Barack Obama a la privacidad de sus ciudadanos, avance frágil y trabajosamente ganado, como una decisión ridícula y “políticamente correcta” que pone en riesgo a toda la población de su país. También se vale llamar a los grupos adversos a Estados Unidos “chicos malos” y pugnar por su exterminio, o tratar de decidir el futuro de Oriente Medio desde Washington, como si fuera lo más natural del mundo, y justificar abiertamente crímenes de guerra o la necesidad de respaldar dictadores violadores de derechos humanos en esa zona porque, a fin de cuentas, “lo primero es nuestra tierra natal”.

Más increíble resulta aún que dentro del manicomio republicano sea Donald Trump quien lidere las encuestas. Trump ha dicho, una y otra vez, cosas que debían haberle costado un derrumbe electoral; pero cada vez que las dice termina por ganar adeptos. Por su parte, los candidatos más moderados –es relativamente fácil ser moderado cuando se tiene a Trump, Carson, Christie y Cruz a los costados- no despegan por más que presentan argumentos superiores a los de sus adversarios.

Ni despegarán, porque los republicanos están hablando a un creciente y sumamente peligroso mercado electoral conformado en buena medida por muchos de los desencantados de la democracia en su país. Si bien, la gran mayoría de los estadounidenses aún tienen confianza en su sistema electoral –a diferencia de lo que ocurre en México-, ello no implica necesariamente que no esté disminuyendo el número de personas que creen en el sentido de la democracia. Aunque los mexicanos aún no hayamos bebido de las aguas democráticas, es preciso recordar que democracia es un concepto muy amplio que no se agota en procesos electorales confiables y periódicos. Es por ello que la lista de factores que pueden dañarla es tan larga. Y en esta lista, me parece que actualmente el elemento más importante es la desigualdad.

Empecemos entonces por abordar la forma más conocida en la que ésta se materializa: la desigualdad económica. Una de las promesas democráticas es el aumento generacional de la prosperidad; sin embargo, en los últimos años el tamaño de la clase media norteamericana ha disminuido sensiblemente y la cantidad de recursos concentrados en el 1 por ciento más rico de la población ha aumentado a su nivel más alto en 100 años. Aquellos que se ven afectados por la falta de cumplimiento de esta promesa de prosperidad son candidatos naturales a pensar que es necesario elegir a alguien “efectivo” sin importar el costo que esto implique en otros ámbitos.

Pero la desigualdad no se reduce a lo económico. Entendido en sentido positivo, el igualitarismo busca el desarrollo de las capacidades necesarias para que cada persona pueda participar equitativamente en un Estado democrático. Sin embargo, Elizabeth Anderson, filósofa de la Universidad de Michigan, asegura que lo anterior no sería suficiente para romper con las inercias que sostienen las barreras emancipatorias. Para ello es preciso considerar también la principal meta del sentido negativo del igualitarismo: terminar con la opresión desarrollando en las personas las capacidades necesarias para evitar o escapar de relaciones estranguladoras, sean privadas o sociales. Por eso la pérdida de relevancia que las humanidades han tenido en los programas educativos estadounidenses es otro elemento que lastima con severidad la cultura democrática.

De acuerdo a Martha Nussbaum, otra filósofa estadounidense, las humanidades son necesarias para desarrollar algunas aptitudes fundamentales, como imaginar cuestiones complejas, emitir un juicio crítico sobre los dirigentes políticos con una idea realista y bien fundamentada, pensar en el bien común de la nación como un todo y concebir a la nación como parte de un orden mundial complejo. Pero, sobre todo, se requiere de las humanidades para desarrollar aptitudes necesarias en una sociedad igualitaria, como reconocer a los otros ciudadanos como personas con los mismos derechos, interesarse en la vida de los otros y entender las consecuencias que cada política implica para las oportunidades de otros.

El masivo respaldo del sector conservador norteamericano a las posiciones republicanas que amenazan derechos humanos en todo el planeta, a las que hay que sumar el fomento a la cultura de las armas y la negación del cambio climático, revelan que lo que estará en juego el próximo año es mucho más que un cambio de partido en el poder en la nación más poderosa del mundo. En caso de ganar los demócratas, el siguiente Presidente deberá trabajar para revertir las causas de este desencanto y evitar que eventualmente terminen siendo mayoría quienes apoyan a candidatos con propuestas antidemocráticas. Si los republicanos llegan a recuperar el poder en 2016, los despropósitos que escuchamos el martes terminarán por delinear, para mal, el futuro inmediato de la humanidad.

@asalgadoborge

Antonio Salgado Borge

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Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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