Si hablamos de bichos, mis favoritos sin duda son las hormigas. Son insectos muy abundantes que podemos encontrar en cualquier parte y casi siempre están trabajando en equipo. Comenzando por su ubicación taxonómica, las hormigas pertenecen al Orden de insectos denominado Hymenoptera (quiere decir animales con alas membranosas), caracterizado por agrupar insectos que tienen un grado de complejidad social muy avanzado, que implica cuidado parental, cooperación entre individuos, traslape de generaciones y tener castas estériles.
Además de las hormigas, el Orden Hymenoptera agrupa también a las abejas y las avispas. En la actualidad se conocen 197 mil especies de himenópteros (6,313 en México), de las cuales alrededor de 9,500 especies son hormigas y ellas solitas constituyen aproximadamente el 15% de toda la biomasa de los animales. El origen de los himenópteros se remonta al menos hasta los 220 millones de años, fecha de datación de los fósiles más antiguos que se conocen inequívocamente atribuibles a este Orden de insectos. Estos fósiles fueron encontrados en rocas del Triásico medio de Asia central, esto es, antes de la aparición de los dinosaurios y de las plantas con flores. Otro grupo de evidencias indirectas de este grupo en el pasado, indicado por huellas de daños en plantas fósiles, harían remontar el origen del grupo hasta los 300 millones de años.
Este antiguo linaje de insectos se considera en nuestra sociedad como el estereotipo de organización y trabajo cooperativo. La realidad es que efectivamente el funcionamiento de una colonia de hormigas es impresionante y muy coordinado, tanto así que el investigador norteamericano William Morton Wheeler, en 1911, propuso que en realidad cada hormiguero funcionaba como un Superorganismo, es decir, individuos que estaban tan coordinados que funcionan como una unidad y no de manera independiente, y además este superorganismo posee características específicas de tamaño, forma y comportamiento que se heredan de generación en generación. La reina es el órgano reproductor y cerebro del superorganismo mientras que las obreras funcionan como el corazón, la boca, los brazos, las piernas, el estómago, etcétera, y el intercambio de comida entre las hormigas obreras, las larvas y demás miembros de la colonia es equivalente a la circulación sanguínea o linfática del superorganismo. Cuando la colonia tiene hambre, un grupo de hormigas sale del nido para conseguir comida, pero no se alimentan únicamente ellas, sino que le traen comida a todas, cuando vemos un camino de hormigas en la casa o en el bosque podríamos pensar que es el brazo o las piernas de la colonia, que están extendiéndose para alcanzar el alimento.
Para reproducirse, el superorganismo genera hormigas aladas, tanto hembras como machos, que serían el equivalente a los óvulos y los espermatozoides, estos salen del hormiguero para realizar el vuelo nupcial en el cuál algunas afortunadas se aparean y fundan nuevas colonias que darán lugar a un nuevo superorganismo, perpetuando así la organización y la permanencia de su especie en el planeta.
De tal manera que para entender a las hormigas no se puede estudiar a un solo insecto, sería como estudiar el corazón o la pierna de un león y tratar de entender el funcionamiento de todo el individuo león, en su lugar es necesario estudiar el hormiguero en conjunto. El concepto de superorganismo cayó en desuso entre la comunidad científica porque la analogía con un organismo normal tiene limitantes ya que un hormiguero no llega a cumplir todas las funciones de un organismo, sin embargo creo que es un concepto útil y muy ilustrativo que nos permite entender la intrincada complejidad social de las hormigas, por lo que abogo por la permanencia del concepto superorganismo.