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18/10/2022 - 12:04 am

Cáncer de mama: un análisis de género

“El cáncer de mama es un problema de salud que afecta de manera diferenciada a mujeres y hombres. Datos del Inegi (2021) señalan que, en México en el año 2020, 7 821 mujeres fallecieron por esta enfermedad, frente a 58 hombres”.

“La falta de tiempo para la atención a la salud por cumplir con las labores domésticas y de cuidado, (…) y la falta de recursos derivado de trabajos precarizados e informales (…) da como resultado que cuando las mujeres son diagnosticadas con cáncer de mama, la enfermedad se encuentre en una etapa tardía”. Foto: Crisanta Espinosa Aguilar, Cuartoscuro

Por Karen Valadez*

El cáncer de mama es un problema de salud que afecta de manera diferenciada a mujeres y hombres. Datos del Inegi (2021) señalan que, en México en el año 2020, 7 821 mujeres fallecieron por esta enfermedad, frente a 58 hombres. Además, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (2021) este cáncer aparece como el tipo más común de causa de muerte en mujeres a nivel mundial.

Pese a que los datos muestran que existe una propensión de las mujeres a padecer esta enfermedad, una mirada con perspectiva de género da cuenta de cómo las desigualdades entre mujeres y hombres a nivel estructural encrudecen la realidad ya de por sí compleja para las primeras. En el Día Internacional de lucha contra el Cáncer de Mama (19 de octubre) vale la pena reflexionar desde el género para mirar esta enfermedad como un problema social y, con ello, trazar otras vías para prevenirla.

Hablar de desigualdad estructural implica poner el lente en las condiciones histórico-sociales que posicionan a unos grupos en situación de desventaja frente a otros, asomando situaciones de vulneración de sus derechos y, por lo tanto, de su posibilidad de vivir una vida plena. Las mujeres han vivido esta desventaja histórica y el sector salud es un campo donde estas desigualdades se hacen visibles.

Se pueden identificar, por lo menos, tres situaciones que las colocan en desventaja en el acceso a salud digna y que se concatenan una con la otra: 1) menor posibilidad de insertarse en el ámbito laboral con trabajo remunerado, 2) inestabilidad financiera y dependencia económica, y 3) diagnósticos tardíos que agravan los índices de recuperación de la enfermedad.

Sobre la inserción en el ámbito laboral, hay que decir que los estereotipos y roles de género actualmente continúan marcando la pauta sobre las prácticas y actividades que deben desarrollar unas frente a otros. Es decir, pese a los avances en el tema, aún persiste la idea de que las mujeres son las encargadas de realizar las labores domésticas y de cuidado, independientemente de si trabajan también de forma remunerada en el espacio público. Por otro lado, la participación de los hombres en estas tareas (15.2 horas a la semana) sigue muy por debajo de las 39. 7 horas que las mujeres destinan semanalmente a las mismas (ENUT, 2019).

Para las mujeres que intercalan el trabajo doméstico con el trabajo remunerado, la carga que implica cumplir con todas las labores tiene como consecuencia el poco tiempo que pueden dedicar a la atención de su salud. Mientras que, para quienes no cuentan con la posibilidad de acceder a un trabajo remunerado, la dependencia económica se convierte en un punto clave que impide que estas mujeres cuenten con los recursos, no solo económicos, sino psicosociales, para atenderse.

Lo anterior aunado a una inestabilidad financiera, en ocasiones orilla a las mujeres a aceptar trabajos precarizados o en el sector informal –que se reflejan en jornadas de medio tiempo o sin prestaciones de ley– que tampoco garantizan el acceso a la salud pública. Para 2022, en el segundo trimestre, la tasa de informalidad laboral en México para las mujeres fue de 54.7 por ciento (ENOE, 2022), lo que quiere decir que poco más de la mitad de las mujeres que acceden a un trabajo remunerado lo hacen en condiciones precarias que no les aseguran servicios médicos.

La falta de tiempo para la atención a la salud por cumplir con las labores domésticas y de cuidado, así como al empate de estas con el trabajo remunerado –para quienes se incorporan al mercado– y la falta de recursos derivado de trabajos precarizados e informales o la imposibilidad de contar con un trabajo remunerado, da como resultado que cuando las mujeres son diagnosticadas con cáncer de mama, la enfermedad se encuentre en una etapa tardía y las oportunidades de librar la batalla disminuyan. Lo anterior sin considerar que un diagnóstico de este tipo para quien no cuenta con afiliación a algún servicio de salud implica un gasto económico significativo que no siempre puede solventarse.

No está de más mencionar que a lo ya dicho se suman otras categorías sociales que al cruzarse con el sexo, como la pobreza, la falta de acceso a la educación o la pertenencia étnica, incrementan las opresiones y desigualdades históricamente presentes en la vida de las mujeres. Desde este tenor y una vez identificados estos elementos como pregonadores del cáncer de mama como un problema social, más allá de un problema de salud, se puede pensar en ciertas vías para contrarrestar la incidencia de las mujeres en esta enfermedad por causas sociales:

Diagnóstico temprano, que requiere garantizar el acceso al servicio de salud para todas las mujeres, con las implicaciones que eso tiene: servicio de consulta, acceso a estudios especializados para detectar cáncer de mama, medicamento y tratamiento completo e integral.

Enfoque de género e interseccional en las políticas públicas de salud, es decir, que quien genera políticas públicas tome en cuenta las desigualdades sociales a las que se enfrentan las mujeres por razón de género, pero también por otras categorías sociales que generan opresiones y desigualdades como la etnia, la clase social o el nivel de escolaridad.

Transformación sociocultural de los roles tradicionalmente asociados a las mujeres para reconfigurar los espacios sociales y las prácticas que en ellos ocurren, a partir de ampliar las posibilidades reales de las mujeres en el espacio público, haciendo a un lado la idea de que son las mujeres las encargadas de las labores domésticas y de cuidado. También es indispensable repensar el papel de los hombres en los espacios privados y su corresponsabilidad en estas actividades, lo que posibilita que las mujeres accedan a trabajos dignos, bien remunerados y en el sector formal.

Aún el camino es largo, pero no por ello desesperanzador, las medidas que se pueden tomar a nivel personal son muchas, pero las medidas que el Estado puede aportar y a las que se encuentra obligado para garantizar el acceso a las mujeres a la salud son todavía más y con un impacto estructural significativo. En este día, desde Fundar, insistimos en la importancia de no dejar de poner el dedo sobre el renglón: sí, celebrando los avances, pero apostándole a construir y transformar desde el fondo y desde distintas vertientes, para erradicar el problema de raíz, para que todas las mujeres cuenten con la garantía y la tranquilidad de acceso a la salud.

* Karen es parte del grupo transversal de trabajo sobre género en @FundarMexico.

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