La protesta crece

18/10/2014 - 12:01 am

Ya es un secreto a voces que las marchas populares contra la violación de los derechos sociales, están infiltradas. A quienes están dirigidas las protestas, lejos de preocuparles, les conviene que haya actos de vandalismo… esos que, ahora sabemos, son ejecutados por “anarquistas”, quienes también ya sabemos que son infiltrados. En Guerrero, el jueves, los auténticos estudiantes salieron a barrer las calles luego de su manifestación, como agradecimiento a la ciudadanía por su apoyo.

La ciencia, que busca explicaciones sin tomar partido, dice que hacen falta pocas personas para alborotar a toda una multitud. La capitalización maquiavélica de este hecho es infiltrar manifestaciones. La consecuencia será el descontrol de la multitud, contagiada por los agitadores y escudada en el anonimato. Aunque parezca que eso daña a los destinatarios de las protestas, en el fondo puede ser usado como elemento de manipulación. ¿Cuáles son los beneficios?

Uno, que la comunidad se asusta con la violencia sin rostro y se irrita por las incomodidades. El efecto psicológico de ver máscaras es el miedo ante una amenaza desconocida. Dos, que una masa alborotada le da la justificación ideal a la fuerza pública para reprimir las expresiones populares… con el tiempo, todas. Tres, someter a los líderes (“cabecillas”, en términos delincuenciales) para negociar con ellos, evitar que organicen futuras marchas, encarcelarlos o mandarlos a fosas.

Los estudiantes del Poli previeron esto y, en una solución innovadora, con mucho ingenio encontraron cómo evitar la infiltración: marcharon formados por grupos de acuerdo a sus salones de clase. Y más: cada grupo era rodeado por un cordón que sostenían los estudiantes que iban en los bordes. Fue imposible que los infiltrados encontraran cómo mezclarse con ellos. Seguramente para cobrar lo que habían convenido, seis enmascarados solos rompieron algunos vidrios sin consecuencias para la marcha.

Varios comentaristas de radio hablaran en tono peyorativo de “talibanes de la izquierda” y “radicalotes de izquierda”. Pensé en las madres de los 43 normalistas y me pregunté: “¿Está denostando ese locutor la furia de una madre o un padre ante las autoridades porque desaparecieron, tal vez mataron, a su hijo? ¿Radicalizarse es condenable en esa situación?” Pero el del radio no me contestó, así que corté esas burradas con solo cambiar la estación.

Los gobernantes, con apoyo de sus pares comerciantes, lanzaron ayer en Acapulco una campaña previa de pavor para predisponer a la opinión pública local. Se suspendieron actividades en escuelas y oficinas gubernamentales y hasta el consulado de los Estados Unidos en el puerto cerró sus oficinas.

Por supuesto que este recurso de las autoridades no es sólo para desprestigiar al oponente y ganarse el favor de la sociedad. La intención ulterior, que ya es vox pópuli, es la libertad para seguir actuando según sus intereses, que cada vez son más contrarios al bienestar de una ciudadanía asustada.

El miedo, sabemos, es una arma altamente apreciada por los gobernantes que quieren más, más y más para sus arcas. Todavía más de los 400 mil millones de pesos que nos cuestan los 200 millones de actos de corrupción que se cometen en México cada año. Esa mina de oro explica la voracidad, pero para nada justifica el sacrificio al que se somete a una sociedad que cada año pierde esa inmensa fortuna en términos de calidad de vida.

Queda por ver cómo manejarán la ola mundial de presión que ya se desató en las redes sociales y en órganos internacionales, que no sólo le han puesto atención a la violencia, sino a la corrupción, a la impunidad, a la economía. Ya ni la infiltración de “tuiteros trols” detiene a la opinión pública mundial. La protesta sigue creciendo.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas