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Arnoldo Cuellar

18/09/2014 - 12:03 am

Desaparición de poderes, única respuesta ante agresión a periodistas

¿Cuánto más va a durar la agonía del alcalde de Silao, Enrique Benjamín Solís Arzola? ¿De qué tamaño es su terquedad? ¿Qué tan garrafal es la miopía de los partidos políticos… y la de sus diputados? Cada nueva audiencia del caso de Karla Silva y Adriana Palacios, como ocurrió esta semana, irá mostrando nuevos y […]

¿Cuánto más va a durar la agonía del alcalde de Silao, Enrique Benjamín Solís Arzola? ¿De qué tamaño es su terquedad? ¿Qué tan garrafal es la miopía de los partidos políticos… y la de sus diputados?

Cada nueva audiencia del caso de Karla Silva y Adriana Palacios, como ocurrió esta semana, irá mostrando nuevos y sórdidos aspectos de la conspiración que desde oficinas públicas y por parte de funcionarios que teóricamente deberían estar al servicio de los ciudadanos de Silao, se orquestó para acallar a una periodista y a un medio de comunicación.

Este Día de la Independencia pudimos saber, gracias al testimonio del hermano de uno de los tres presuntos agresores, que en la organización del ataque para golpear, amenazar, robar e intimidar a dos jóvenes periodistas no solo participó el Director de Seguridad Pública de Silao, sino también su jefe operativo.

De acuerdo a la versión de Guillermo Hernández Valdenegro, hermano de Luis Gerardo Hernández Valdenegro, Nicasio Aguirre, el jefe policiaco de Silao habría acudido personalmente a proponerles “el trabajo” a realizar en El Heraldo de León. Mientras Guillermo rechazó la propuesta, Luis Gerardo le habría entrado y habría ayudado a reclutar a otro de los participantes, Joaquín Valero.

Al tercer participante, Samuel Ornelas, lo habría invitado directamente, el nuevo personaje que salió a la luz este martes: Jorge Alejando Fonseca Durán, alias “El Pelón”, jefe operativo de la policía de Silao.

No se limitó a eso la intervención de este mando policiaco. El jueves del ataque, 4 de septiembre, “El Pelón” condujo a los tres presuntos agresores a la inmediaciones de la corresponsalía, en una camioneta pick up blanca, lo que lo convierte no solo en copartícipe intelectual, sino en cómplice de los hechos.

Sin embargo, Fonseca Durán no se encuentra entre los indiciados en el proceso y hasta ahora ha sido llamado solo como testigo. No se entiende que un testimonio tan relevante para inculpar a Nicasio Aguirre, como el de Guillermo Hernández Valdenegro, no haya tenido los mismos efectos para el jefe operativo de la policía, situación que corresponderá aclarar a la fiscalía del caso.

Sin embargo, la situación que sale a relucir es la de la evidente falta de control de la policía municipal de Silao, por parte del alcalde Solís Arzola y de los miembros de su Ayuntamiento.

Incluso el reclamo de los regidores panistas de una solicitud de licencia del presidente municipal parece improcedente ante la magnitud del desaseo y la actitud delictiva de por lo menos dos altos mandos policiales.

Más viable, más productiva, podría ser una desaparición de poderes que abra la posibilidad de una limpia profunda de lo que está pasando en el gobierno de una de las ciudades más prósperas y pujantes del estado.

¿Tendrán el valor para ello los políticos de Guanajuato? O, acostumbrados como están a las pequeñas soluciones y a los parches, ¿tolerarán la degradación de un Cabildo que difícilmente volverá a vivir un momento de normalidad?

Silao no es San Felipe, donde la lejanía de ese municipio y el paulatino abandono de la cobertura por los medios de comunicación de presencia estatal, produjo un cómodo olvido de las tropelías del alcalde Federico Velázquez. Así, ayudado por la nueva dirigencia de su partido y por las omisiones de las autoridades estatales,  el edil priista logró salvar una crisis política, sacrificando solo a su cónyuge, Teresa Ontiveros, quien dejó la presidencia del DIF y fue vinculada a proceso por abuso de autoridad.

El caso de Silao se plantea diferente. Para empezar, los medios hemos asumido la agresión a las periodistas del Heraldo como afrenta al gremio, a su actividad cotidiana y a las libertades en las que se sustenta. En segundo lugar, la ubicación de Silao facilita la cobertura exhaustiva de la historia, que aún parece guardar muchas sorpresas.

Por si faltara, el alcalde Solís Arzola no es un político versado en las maniobras del poder, algo que parece estar en el fondo mismo de la situación que atraviesa, pues resulta evidente su incapacidad para soportar un asedio periodístico que no parece nada extraordinario.

Tanto si fue por falta de control, por omisión o incluso de forma deliberada, lo que pasó en la oficina del Heraldo lo coloca en una situación insostenible. Sometido a presiones extraordinarias, podría optar por un abandono sin cálculos políticos.

Lo que sigue es saber quién se hará cargo de la situación. Si el gobernador panista Miguel Márquez, quien no ha propiciado un diálogo abierto y productivo con los partidos de oposición, más allá de su intento de controlar al diezmado perredismo. Si la Secretaría de Gobernación Federal, a la que no parece importarle mucho lo que pasa en Guanajuato. Si la Cámara de Diputados, carente de autonomía y que se mueve por consigna.

Lo peor que puede ocurrir es que nadie se haga cargo y que el deterioro político en Silao, municipio sede de algunas de las más importantes empresas globales que han elegido invertir en Guanajuato, vaya en un declive interminable.

Sería una renuncia a la política, entendida como mecanismo de prevención de catástrofes sociales. Y, de alguna manera, nos daría una indicación, otra más, de la irresponsabilidad y la mezquindad de quienes nos gobiernan.

Arnoldo Cuellar
Periodista, analista político. Reportero y columnista en medios escritos y electrónicos en Guanajuato y León desde 1981. Autor del blog Guanajuato Escenarios Políticos (arnoldocuellar.com).

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