Los insectos y la Luna

18/06/2013 - 8:55 am

Hace un par de años, mis amigos astrónomos me lanzaron una provocación al invitarme a participar en el Reto México relacionado con romper el récord mundial del número de telescopios observando un cuerpo celeste al mismo tiempo. 

¿Y qué podría tener que ver una ecóloga amante de los bichos con este evento? Pues resulta que tenían una serie de charlas asociadas al evento que versaban en diferentes temas, no necesariamente astronómicos, pero sí científicos y asociados con la Luna.

Así que me enganché en averiguar si existía algún vínculo entre el ciclo lunar y la biología-ecología de los insectos del cuál alguna vez había escuchado… Después de una búsqueda en las bases de datos de “ciencia dura” que avalara o desacreditara la relación entre los ciclos de vida de los insectos y las fases de la Luna, mi desazón es generalizada; en pocas palabras puedo decirles que no hay tal relación que haya sido probada rigurosamente.

Sin embargo existe un altero de ciencia y pseudociencia que dice demostrar esta relación, no sólo con los insectos sino con todos los seres vivos y están relacionados con una disciplina llamada “biodinámica”. El meollo del asunto que me induce la incertidumbre y malestar radica en que las pruebas que dicen encontrar los autores de los artículos donde investigaron el efecto de la Luna sobre los insectos, en particular sobre polillas, escarabajos y chinches, estriban en correlaciones entre el número de insectos capturados u observados y la fase de la Luna, es decir, encuentran más insectos cuando no hay Luna que cuando hay Luna llena, aduciendo que las poblaciones de los insectos estudiados están acopladas o sincronizadas con el ciclo de la luna.

Para mi sorpresa todos los trabajos que leí, inclusive los publicados en revistas arbitradas, que se supone tienen una mayor rigurosidad al estar avaladas por pares, olvidan el principio básico en la ciencia de que una correlación no implica necesariamente causalidad. Es decir, que aunque encontremos en la naturaleza que dos cosas siempre aparecen juntas esto no significa que la una depende de la otra o que estén relacionadas entre ellas, en latín se conoce como cum el propter hoc del ergo hoc.

Para poner un ejemplo no relacionado con bichos, a principios del año 2000 hubo un escándalo en Inglaterra en contra de la vacuna triple viral (sarampión, rubiola y paperas) porque según un periódico amarillista de la isla, los científicos habían encontrado que dicha vacuna provocaba autismo. Podrán imaginar el terror de los padres al escuchar esa información, de darse cuenta que una acción preventiva para asegurar la salud de sus hijos podría derivar en una situación muy grave para los niños inclusive peor que las enfermedades de las que queríamos protegerlos. Inmediatamente el índice de vacunas en niños disminuyó dramáticamente, teniendo en mente que la vacunación en Inglaterra no es obligatoria como en México. Poco después la comunidad científica reaccionó para aportar información rigurosa que probara o desvirtuara la datos publicados por el periódico.

Hubo varios artículos publicados al respecto, pero uno que resume bien la información fue publicado por The Lancet, la revista de medicina más prestigiosa. En esta investigación, además de poner en evidencia la poca robustez de la información publicada en el diario así como la irresponsabilidad de hacerlo, los autores explican como la supuesta causalidad en realidad es un artilugio de cómo se analizan los datos. En el artículo original compararon dos poblaciones de niños, la mitad con problemas de autismo y la otra mitad sin esta condición, y el único factor que pudieron encontrar que uniera a los niños del conjunto autista era que habían sido vacunados contra la triple viral. Entonces, ¿esto quiere decir que la vacuna causó el autismo? Por supuesto que no. Para poder encontrar la relación causa-efecto entre dos cosas es necesario hacer experimentos controlados, con grupos control y grupos experimentales. En los grupos experimentales se aplicaría la vacuna y en los grupos control se aplicaría un placebo, posteriormente se mediría el efecto en los sujetos del experimento.

Por supuesto que al tratarse de seres humanos, esta cuestión de la experimentación no es trivial, y no se puede llevar a cabo como lo estoy describiendo por cuestiones éticas y morales, pero esto no impide que al sacar conclusiones de las correlaciones encontradas hay que ser mucho mas cauteloso y riguroso. En estos casos se recomienda ampliar muchísimo el tamaño de la muestra (de niños autistas y de niños sin esta condición), minimizar al máximo las otras fuentes de variación como tipo de alimentación, ingreso socioeconómico de las familias, condiciones del embarazo y parto, entre otras, para observar si la correlación se mantiene y poder dar recomendaciones de salud pública.

Volviendo a las bichos y la Luna, algunos artículos encuentran esta correlación entre la fase de la Luna y la abundancia de los insectos, pero ésta no tiene que ver con una atracción misteriosa ni con la abundancia real relacionada con el ciclo de vida de los bichos, sino con una cuestión trivial vinculada con la luminosidad, pues en las noches de Luna llena los insectos pueden ver las trampas y por lo tanto no caen en ellas, mientras que en las noches obscuras sin luz no las perciben y caen redonditos.

Por lo tanto, con la información que tenemos hasta el momento, sólo puedo decir que el posible diálogo entre la Luna y los insectos tiene que ver con su luminosidad y no con fuerzas físicas (atracción gravitacional, etc.) que alteren su ciclo de vida. Además, platicando mis amigos físicos para dilucidar si era posible que la Luna tuviera algún tipo de atracción gravitacional con los insectos que influyera en su comportamiento, me explicaban que dicha atracción tiene que ver con la masa del objeto en cuestión, y como la masa de cada insecto en particular es mínima, no pareciera que esto pudiera tener relevancia. Hablar de la relación de los bichos más grandes como los mamíferos o incluso los seres humanos con la Luna es harina de otro costal, pero sospecho que la relación también tiene que ver con la luminosidad y no una atracción misteriosa. Los invito a seguir reflexionando y siempre ser críticos con la información que nos bombardea diariamente.

*Una versión previa fue publicada en La Huesuda.com

Ek del Val de Gortari
Soy bióloga egresada de la UNAM y después realicé un doctorado en ecología en el Imperial College del Reino Unido. Actualmente trabajo en el Centro de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM en Morelia y coordino la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la ENES-Morelia también de la UNAM. Dedico mis días a tratar de entender cómo funcionan las interacciones entre las plantas y los herbívoros que se las comen. Me gusta trabajar en las selva y también estoy interesada en entender como se modifican las interacciones entre especies cuando hay alteraciones en los ecosistemas, por lo que estoy trabajando en campos agrícolas y en ambientes restaurados. Considero que la visión que la ciencia aporta a la vida cotidiana es muy importante, por eso me gusta escribir textos de divulgación científica y procurar que un mayor número de gente conozca las maravillas que hemos aprendido y descubierto. En particular escribo sobre bichos porque son seres considerados abominables en el inconciente colectivo, que cuando nos detenemos un poco a observar y entender mejor, se vuelven maravillosos.
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