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Hilda García

18/05/2012 - 12:03 am

La confusión me da terror…

Mientras que el presidente Felipe Calderón habla ante empresarios sobre cómo será recordado por su lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, las imágenes de los 49 cuerpos inertes de Cadereyta siguen recorriendo los noticiarios de México y Estados Unidos. Si bien para Calderón se ha actuado a tiempo donde el narcotráfico opera, la […]

Mientras que el presidente Felipe Calderón habla ante empresarios sobre cómo será recordado por su lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, las imágenes de los 49 cuerpos inertes de Cadereyta siguen recorriendo los noticiarios de México y Estados Unidos. Si bien para Calderón se ha actuado a tiempo donde el narcotráfico opera, la entrada del Ejército ha sido la solución, pero hay una cuota de muertos que día con día crece y es una deuda por la cual seguramente también se le recordará al actual mandatario.

Las imágenes con pilas de cadáveres se han dado primero en la carretera a Toluca, después en Nuevo Laredo, Veracruz, Guadalajara y ahora Cadereyta, por mencionar tan sólo algunas. Todas igual de crudas, todas igual de crueles y dolorosas.

A los 60 mil muertos a balazos, colgados, decapitados o desmembrados y a los 11 mil desaparecidos en lo que va del sexenio de una lucha que ya no se sabe si es contra el narcotráfico, entre ellos o contra todos, se suman los 49 muertos en Cadereyta, Nuevo León.

Dicho así parece un número más de los que se acumulan a las noticias cotidianas. En los titulares la cifra aumenta, pero si uno lee las notas, la realidad supera la ficción y se apodera de nosotros la idea de vivir en una película de terror, pero es una película que parece no tener fin y que en cualquier momento podemos ser los protagonistas.

No quiero pecar de morbosa o generar este sentimiento al escribir un poco más sobre la manera como estaban los cuerpos. No es solamente que los mataran porque eran soplones, no es solamente que los mataran porque eran drogadictos rehabilitados o porque se negaron a integrarse a los ilícitos o solamente porque iban pasando por ahí.  Sino que además de ser asesinados con la intención de generar el miedo, los desmembraron para que no puedan ser identificados. Hoy nadie sabe quiénes son esos mexicanos o migrantes quizá que aparecieron mutilados en el kilometro 47 de la carretera libre a Reynosa, en la entrada del ejido de San Juan.

En noviembre del 2011, cercana la fecha a la inauguración de la Feria del Libro en Guadalajara, aparecieron 23 cadáveres apilados en Arcos del Milenio a tan solo unas cuadras de la sede del evento internacional. Cuando se dio el parte policial se habló de luchas entre bandas. Sin embargo, una vez identificados los cuerpos, los familiares exigieron que se dijera realmente quiénes habían sido, pues muchos de ellos eran simples repartidores de pizza, pintores de brocha gorda y cualquier ciudadano común que había sido levantado en el camino.

Dos meses antes, a unas cuantas horas de que llegaran a Veracruz los procuradores generales de Justicia y presidentes de tribunales superiores de Justicia de 31 estados, el Distrito Federal y la procuradora federal, Marisela Morales Ibáñez, a la Conferencia Nacional de Procuración de Justicia, fueron arrojados en el paso a desnivel de Boca de Río 35 cuerpos: 24 hombres y 11 mujeres. Todos ellos, apilados en dos camionetas, se dijo que habían sido en vida presuntos integrantes del crimen organizado. Si bien se aseguró que la mayoría tenía antecedentes penales porque fueron reconocidos a través de la Plataforma México, poco o nada se sabe realmente de sus antiguas “fechorías” como para aparecer muertos formando imágenes que más bien recuerdan fotografías y documentos de la época del llamado Holocausto.

Cuando se han cercenado los cuerpos y no aparecen ni sus cabezas, sus manos o sus pies, la identificación de las víctimas por parte de la autoridad forense será un asunto complicado. Quedarán referentes como el ADN o por los tatuajes característicos de cada persona.

Si el Gobierno no sabe quiénes son los muertos. Si aparecen o no en la Plataforma México. Si son o no gente con antecedentes penales, si son migrantes o no.

Sin embargo, más allá de la tragedia familiar lo que aterra es la confusión.

Si no sabemos quiénes son los muertos, no sabemos de quiénes hablamos o a quiénes defendemos. Entre las confusiones, el Gobierno ha dicho muchas veces que los muertos tienen antecedentes penales y en varias ocasiones esas declaraciones han sido desmentidas, pues muchos de ellos son gente ordinaria, común que ha sido levantada. No son narcos, no son mulas que cruzan con droga. Son personas, digamos de bien, cuyo única responsabilidad ha sido estar en el lugar y hora equivocadas enfrente de algún sicario o narcotraficante.

Esa confusión aterra. Desconocer quiénes son los muertos es digno de una escena de película de terror. No sólo se les mató, sino que nunca podrán ser entregados a sus familiares. Irán a una fosa común.

Igualmente doloroso y terrorífico en este combate contra el narcotráfico es el de atribuir el ataque a “Los Zetas” porque aparece al lado de los cadáveres una Zeta y que después este mismo grupo se deslinde de la responsabilidad. Es decir, el gran enemigo o criminal en México son “Los Zetas”, pero si ellos se deslindan qué es lo que pasa. ¿Quién es el grupo o grupos enemigos?

“Los Zetas” se deslindaron de los muertos de Cadereyta con varias mantas que aparecieron colocadas en diferentes municipios de Nuevo León. Las mantas estaban dirigidas a funcionarios de Nuevo León, las cuales se suman a otras colocadas la víspera en Zacatecas y San Luis Potosí, en la que también se asegura que “Los Zetas” no estaban relacionados con los hechos registrados el domingo pasado.

Si no fueron “Los Zetas” entonces quiénes fueron.

Si no sabemos quiénes son, a quiénes se combate o quién es el enemigo, ¿contra quién se hace la estrategia? ¿A quiénes queremos combatir en esta lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico?  ¿A quién le vamos ganando? O peor aún, ¿a quién le estamos haciendo el caldo gordo? Porque combatir en una zona geográfica o a un grupo determinado refuerza al contrario.

Me duele mucho México. Me duelen mucho la violencia y los 60 mil muertos, pero en la confusión o la poca definición de los bandos comienzo a tener miedo, casi terror a no saber quién es el enemigo y a quién nos enfrentamos en esta lucha contra el crimen organizado.

Hilda García
Estudio Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México, obtuvo el grado de Maestría en la Univ. de Miami con el tema de los “Weblogs y la mediamorfosis periodística”.

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