Parcial y subjetivo | Una colección de LIBROS para acercarse a CARLOS FUENTES

18/05/2012 - 12:06 am


He leído muchos menos libros de los que hubiera deseado y sé que nunca terminaré con todos los que quiero. Durante varios años, me he sumado a diferentes causas lectoras. He pasado de la academia al periodismo cultural, de los dictámenes a las entrevistas, de la lectura compulsiva a la pausada. He ido acumulando libros en mis estantes y tras los ojos. Me he convertido en un lector profesional y estoy convencido de que leo por placer. En cada uno de los estadios de mi lectura, me he topado con quienes miran hacia abajo a aquéllos que no han leído tal o cual libro. Se equivocan.

Sé que no hay libros imprescindibles; al menos no para todos ni para siempre. Las recomendaciones están sesgadas por la óptica de quien las hace. No son sino propuestas en pos de convencer. Desde ahora, lamento las futuras omisiones porque me acepto limitado, me declaro parcial y subjetivo. A la larga, lo imprescindible es la lectura y no el libro. Al menos, para quienes no podemos sino desarrollar nuestra necedad.

Inicio esta serie aprovechando una coyuntura dolorosa: Carlos Fuentes ha muerto. Fue un protagonista indudable del último medio siglo en la cultura nacional. Es de los pocos que se pueden dar el lujo de presumir, en vida, que algunos de sus libros se consideran clásicos. Durante muchos años fue el encargado de llevar sobre sus hombros los referentes de nuestra literatura. Y así fue haciéndose de la admiración y el respeto del público lector.

Quizá sea por eso que tuvo tantos detractores. Era inevitable. A fuerza de escribir durante casi seis décadas no todos sus libros podían mantener el mismo nivel. Sin embargo, lo seguía intentando. Basta hacer un repaso rápido de sus últimos libros: gustaran o no, tenían propuestas. Sobre todo, en el plano de lo narrativo. Alguien con su fama y su edad bien podría haber recurrido a una fórmula que le funcionara, anquilosando las formas y repitiendo estructuras. Él no lo hacía. Ideaba nuevas estrategias narrativas, practicaba otras formas de contar, jugaba con ideas innovadoras. Es cierto, no siempre funcionaban a la perfección pero se notaba esa necesidad por reinventarse.

Disperso como soy, admiro su disciplina. No por su capacidad de establecer rutinas para sentarse varias horas diarias a escribir sino por el entusiasmo que le provocaba cada nuevo proyecto. Hablaba de ellos como si apenas fuera un adolescente ante una idea brillante y no el autor consagrado que se enfrenta a su enésima entrega. Se podía percibir la emoción que le embargaba cuando sabía todas las palabras que tenía por delante. Más de sesenta años después de las primeras estaba cierto que el flujo no terminaría.

Hacer una lista con sus obras casi obliga a los lugares comunes. Es inevitable en tanto que lo son (los lugares comunes) justo porque muchos han recurrido a ellos. Así que enlisto a sabiendas de posibles repeticiones. Fuentes ha muerto. Me quedo con muchos de sus libros. Sobre todo, con éstos:

Agua quemada


Es común escuchar en los cursos de narrativa que, tanto en los cuentos como en las novelas, los personajes deben transformarse. De hecho, hay quien sostiene que ésa es la razón por la que se cuentan las historias. Sea o no cierto, en cada uno de los cuatro relatos que conforman este libro la transformación es el hilo conductor que nos envuelve de inmediato. La desesperación y la impotencia se vuelven el estado de gracia (o de desgracia) que acompaña a los protagonistas. Entonces resulta inevitable sentir empatía por cada uno de ellos pese a que, en la mayoría de los casos, sería mucho más sencillo odiarlos.

La muerte de Artemio Cruz


La premisa es simple: un hombre agoniza y, desde su lecho, aprovecha para rememorar su vida. La originalidad no está ahí sino en todo lo que cuenta. Presente, pasado y futuro confluyen en un juego de voces narrativas. La vida de Artemio Cruz se suma a la de México en una representación trágica y bufa a un tiempo. Los ideales de la Revolución han desaparecido junto con quienes lucharon por ellos. El dinero y el poder son las únicas verdades en un mundo en el donde el amor poco importa. Cargado de un humor agridulce, el protagonista se enfrenta con sus creencias y consigo mismo en una vorágine estremecedora.

Aura


Sin tener la certeza, no sería muy aventurado decir que éste es el libro mexicano más vendido en las últimas décadas. Las razones pueden ser muchas: es una novela iniciática, lo dejan en la escuela, todo mundo habla de él o cualquier otra. Lo importante es lo que hay adentro. No sólo una historia prodigiosa en la que el terror se mezcla con la seducción y la magia. También hay un narrador que se apodera de nosotros convirtiéndonos en fieles participantes de un ritual perverso y corrompido. Entonces viene la sorpresa, palabras que nos transportan a un mundo oscuro que se va creando conforme pasamos las páginas.

La región más transparente           Son muchos quienes han emprendido la tarea de inventar una ciudad para habitarla. Fuentes no podía quedarse atrás. Sin embargo, decidió inventar una ciudad que ya existía, la de México. Narrándola desde múltiples voces, no hace un simple retrato del caos que ya se adivinaba. Él va más allá. Conforme sus personajes van habitándola la recrea, construyendo un imaginario que, poco a poco, nos ha ido absorbiendo hasta volvernos parte de esta enorme hidra. Así, no es difícil descubrirnos personajes de un mundo inventado por otro. La literatura llegando a su función última.

La silla del Águila


Conseguir que una novela política tenga validez a lo largo de los años no es cosa fácil. Fuentes lo consigue con una novela que hoy en día parece retratar con claridad nuestro acontecer diario; de ahí que ahora sea importante su lectura. Estados Unidos ha bloqueado las telecomunicaciones en México. Por ello, los actores políticos deben recurrir al anacrónico recurso de las cartas. A partir de ellas veremos cómo los diferentes poderes se pelean por conseguir la presidencia de la República. Cualquier parecido con la realidad habla de la lucidez de su autor y de la tragedia que nos significa seguir como antaño. Si acaso, en la lectura nos salvan los destellos de un humor tan áspero que se vuelve carcajada.

Carolina Grau


Es probable que exista otra novela que aún no ha sido publicada. Hasta su aparición, éste será considerado su último libro narrativo. Integrado por una serie de relatos, también puede ser entendido como una novela; lo que demuestra que, hasta el final, Fuentes seguía experimentando con las formas. Carolina Grau emerge como un ser misterioso, camaleónico e imposible. Habita tanto mundos fantásticos como reales e, incluso, es posible encontrarla apenas como un destello o una idea. Ya sea que se opte por leer un cuento aislado o por la novela entera, dejará una sensación de que existe algo más, algo que no puede ser asido.

Se pueden decir muchas más cosas. Como que Carlos Fuentes tuvo la claridad mental para catalogar su propia obra, incluso la futura; o que es uno de los inventores del México que conocemos. Más aún, que sin duda es el último de nuestros enormes escritores y que se va sin haber cedido la estafeta. Sí, se pueden decir muchas más cosas pero hay que parar en algún momento. Los siglos suelen contarse a partir de los años que contienen. Hay otra forma de hacerlo: comienzan y terminan con momentos que los definen. Para las letras mexicanas, ha terminado el siglo XX.

Sé que me quedo corto pero prolongar un listado es peligroso. Sobre todo, cuando las emociones alteran tanto a los recuerdos. En ese entendido, lo único que puedo ofrecer es que envíen a este espacio sus propuestas. Como ya he dicho, soy parcial y subjetivo pero, a fuerza de sumarme con ustedes, lo seremos en conjunto.

 

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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