Artes de México

REVISTA ARTES DE MÉXICO | Ciencia y arte. La ilustración científica

17/12/2016 - 12:03 am

La representación de la naturaleza ha sido una inquietud constante en el ser humano. Para nuestros antepasados prehistóricos los muros de las cuevas fueron el lugar idóneo para trazar imágenes de lo que los rodeaba. Dos ejemplos paradigmáticos son las representaciones de animales —como caballos, megaloceros, toros, entre otros—, en la cueva de Lascaux, Francia, y las representaciones policromas de bisontes y ciervos, entre otros, en la cueva de Altamira, España. Ésta señalada como una de las obras de arte paleolítico más importantes del mundo.

Por Verónica Gómez Martínez

Ciudad de México, 17 de diciembre (SinEmbargo).- Durante mucho tiempo —muchísimos siglos, a decir verdad—, algunas representaciones de la naturaleza tuvieron cualidades expresivas más que naturalistas. La intención de representar las formas tal cual eran fue un valor que siempre se persiguió, pero pocas veces se logró. Basta recordar la anécdota que Plinio el Viejo nos cuenta sobre un concurso en la Grecia Clásica en el que Zeuxis engaña con su pintura naturalista de uvas a algunos pájaros, pero Parrasio logra engañar a Zeuxis con la suya de una cortina y, por tanto, Parrasio es declarado por su oponente como el mejor pintor de Grecia.

Esta percepción de que el mejor artista es el que retrata la realidad del entorno me lleva a pensar en aquellos que a través de los siglos han intentado mostrar el detalle más fino de las cosas que forman nuestro mundo y, además, han conseguido influenciar nuestra percepción de él. El gran artista Alberto Durero representó en 1515 un rinoceronte basándose únicamente en una descripción escrita y un sucinto boceto, este grabado xilográfico a pesar de tener algunas imprecisiones anatómicas —como el pequeño cuerno que sale del cuello— fue tomado como referente fundamental del animal y se reprodujo innumerables veces.

 El abate Henri Breuil, primer estudioso de las pinturas rupestres, en la cueva de Lascaux, ca. 1940. Foto: M0010911, Wellcome Library, Londres, uso bajo licencia CC BY 4.0.
El abate Henri Breuil, primer estudioso de las pinturas rupestres, en la cueva de Lascaux, ca. 1940. Foto: M0010911, Wellcome Library, Londres, uso bajo licencia CC BY 4.0.

Representaciones derivadas de fuentes orales o escritas —como el Rinoceronte de Durero— mantuvieron su importancia hasta el siglo XVIII, en este siglo —llamado de las Luces—la observación, los viajes de exploración y los nuevos descubrimientos encontraron en el dibujo y en el grabado a dos grandes aliados para que la ilustración científica naturalista pudiera considerarse una disciplina científica completa.

En 1787 en Londres, el botánico William Curtis, miembro del Real Jardín Botánico de Kew, editó el primer volumen de la revista botánica que hasta la fecha permanece vigente y que es referente obligado en el tema: la Botanical Magazine, Flower Garden Displayed o, como se le conoce comúnmente, Curtis’s Botanical Magazine. Esta revista se caracteriza por tener descripciones e ilustraciones rigurosamente científicas y apegadas a la realidad, pero que privilegian el entendimiento del público al que está dirigida. En esta revista, muchos de los más grandes ilustradores científicos han publicado su trabajo, por ejemplo Sydenham Edwards, Walter Hood Fitch, Matilda Smith, Lilian Snelling y, entre ellos, una mexicana: Elvia Esparza Alvarado.

Alberto Durero, Rinoceronte, 1515. Xilografía, 21.4 × 29.8 cm. Foto: Dominio público, vía Wikipedia Commons.
Alberto Durero, Rinoceronte, 1515. Xilografía, 21.4 × 29.8 cm. Foto: Dominio público, vía Wikipedia Commons.

La tradición del dibujo botánico en México se puede remontar a lo que hicieron fray Juan de la Cruz en 1552 con su Libellus de medicinalibus indorum herbis o Libro sobre las hierbas medicinales de los pueblos indígenas o Códice de la Cruz-Badiano como es comúnmente conocido; también a lo que hizo fray Bernardino de Sahagún, entre 1540 y 1585, en el volumen 3, libros X y XI de su Historia general de las cosas de Nueva España o Códice Florentino, en donde se describen y se ilustran algunos animales y plantas de México; asimismo, el trabajo de Francisco Hernández: Nova plantarum, animalium et mineralium Mexicanorum historia, 1651, es un referente fundamental en este tema.

Actualmente algunas publicaciones de la editorial Artes de México como la revista número 122: Artes de México. Semillas de identidad. 31 alimentos que México dio al mundo y Doña Rosita Ascencio, curandera purépecha, se nutren con el trabajo de fuentes e ilustradores científicos antiguos y contemporáneos, como Elvia Esparza y Héctor Cruz, para proveer un abanico de posibilidades visuales que, además de ser pertinentes para los temas, tengan una innegable cualidad artística.

Usted puede encontrar la revista Semillas de identidad, 31 alimentos que México dio al mundo en el siguiente link: http://www.artesdemexico.com/adm/09/index.php/adem/publicaciones/semillas_de_identidad/

Usted puede encontrar el libro Doña Rosita Ascencio, curandera purépecha en el siguiente link: http://www.artesdemexico.com/adm/09/index.php/adem/publicaciones/dona_rosita_ascencio._curandera_purepecha/

Una sección curada por Artes de México para SinEmbargo.

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