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Darío Ramírez

17/12/2015 - 12:00 am

Periodismo enfermo

El periodismo mexicano está enfermo de dinero público, de voluntarismo por estar cerca del poder, por falto de ética, por anteponer intereses metaperiodísticos al interés y servicio público. Lo cierto es que prácticas ancestrales dentro del periodismo impiden la renovación vigorosa y adaptación a un México distinto. La enfermedad no es menor. No es un […]

Hace apenas unos días el Gobernador de Veracruz, Javier Duarte, y el director del periódico Notiver fueron el claro ejemplo del periodismo enfermo de este país. Foto: Captura de pantalla
Hace apenas unos días el Gobernador de Veracruz, Javier Duarte, y el director del periódico Notiver fueron el claro ejemplo del periodismo enfermo de este país. Foto: Captura de pantalla

El periodismo mexicano está enfermo de dinero público, de voluntarismo por estar cerca del poder, por falto de ética, por anteponer intereses metaperiodísticos al interés y servicio público. Lo cierto es que prácticas ancestrales dentro del periodismo impiden la renovación vigorosa y adaptación a un México distinto.

La enfermedad no es menor. No es un asunto de empresa privada y modelos de negocio, sino que abarca una esfera que es de lo público: el derecho a la información. Es un secreto a voces cómo grandes y pequeños medios de comunicación se acercan voluntariamente al poder para poder vivir de él. No hay reglas escritas sino códigos y actitudes a través de los cuales el poderoso premia o castiga. El periodismo pasa a un segundo plano y su devaluación implica ser un arma para conseguir dinero y hacer propaganda, rara vez periodismo.

Resulta increíble que las llamadas telefónicas desde Los Pinos a medios y periodistas siga existiendo. Tengo amigos cercanos que me han confirmado de primera mano que personalmente les han dicho “están vetados” por su cobertura informativa del Gobierno de la República. El veto consiste en la imposibilidad de acceder al banquete de los millones de pesos que gasta el gobierno en publicidad de manera discrecional. Seguimos en la época en la que el que veta siente que es su dinero y con él puede hacer lo que le venga en gana. Inclusive censurar —porque no nos confundamos, se trata de censura— por vía del dinero.

El problema es tan grave que hay muy pocos medios de comunicación que podrían sobrevivir si se cerrara la llave del dinero público. En otras palabras, más de la mitad de los medios de comunicación viven del dinero público. La enfermedad se llama dinero público. Ante la falta de transparencia y criterios para su repartición, los medios se desdibujan para convertirse meramente en agentes de publicidad.

Todos los que estamos cercanos a los medios sabemos de la enfermedad que vive el periodismo. Conocemos las muchas historias de censura y regaño a quienes cuestionan esos códigos voluntaristas. Pero hay demasiado dinero público y muy poco interés para que el modelo comercial de los medios cambie y se base en la credibilidad de su información y en sus audiencias y agentes privados. Para que eso suceda dos cosas deben pasar: 1) que el dinero público deje de ser una manera discrecional de censura y 2) que los medios salgan de esa comodidad que encuentran en los brazos del poder.

Hace apenas unos días el Gobernador de Veracruz, Javier Duarte, y el director del periódico Notiver fueron el claro ejemplo del periodismo enfermo de este país. El Gobernador acusó a Alfonso Salces, director del periódico, de tener un acuerdo con la familia Yunes (rival político del actual mandatario) que consistía en una cobertura benevolente hacia ese grupo político y, en contraparte, una cobertura crítica a la actual administración local. Duarte hizo la acusación a través de su cuenta de Twitter.

Notiver reviró con un editorial en la cual, sin afirmar que sea cierto lo que ahí asienta, por lo menos a nadie extraña que lo fuere:

“Y quiero recordarle para que quede testimonio público su ofrecimiento a título personal al inicio de su gobierno de un convenio por 8 millones de pesos mensuales a NOTIVER, por cinco años pagaderos por adelantado en efectivo o depositado en el extranjero para que se le cerrara el espacio a los Yunes, algo que en su tiempo por supuesto rechazamos.
“Incluso nos dijo que sería el convenio más rico pues ofrecía 4 millones más que a los vecinos.
“El regalo de un avión Bimotor PA24 Turbo —de seis plazas—, que nos lo mandó reparado totalmente con El Capitán Cometin, su jefe de pilotos, él puede atestiguarlo ante quien lo dude, por supuesto lo rechazamos (pero guardamos los documentos).
“El ofrecimiento de un apartamento en Barcelona, Santander o Madrid, también lo rechazamos.
“El ofrecimiento de Fidel que nos quedáramos con la propiedad del edificio de Tránsito en Gómez Farías y Canal, también regalado, también lo rechazamos y este testigo el entonces jefe de Patrimonio, sobrino de Froilán que nos trajo las escrituras y se regresó con ellas.
“Podría hacerle una lista de todos los ‘ofrecimientos’ a título personal y a través de terceras personas.”

Obviamente el Gobernador salió a desmentir dichos ofrecimientos. Pero la duda sobre qué tanta verdad hay en los hechos narrados y acusados me parece lo más importante. Y esto debido a que sí es posible, porque los códigos y actos de corrupción entre medios y gobiernos siguen existiendo. Los medios no hablan de ello por la misma razón que esgrimía al inicio del texto: hay demasiado dinero de por medio entre medios de comunicación y gobierno.

El caso del periódico Notiver (que en su haber tiene registrado los homicidios de los periodistas Misael López Nolasco, Yolanda Ortiz y Miguel Ángel López, todos durante la administración de Javier Duarte) se repite en toda la República. Son medios que usan su línea editorial no para informar, sino para atacar a rivales políticos y después cobrar facturas por esos servicios.

Es cierto que el mismo periodismo tiene serios obstáculos para ser ejercido de la mejor manera, tales como: falta de respaldo profesional y de recursos, las políticas informativas de los medios, rivalidad entre colegas, preparación deficiente, el miedo y, una muy importante, los bajos sueldos, entre muchos otros, son problemas reales, parte del mismo sistema enfermo. Pagarle mal a los reporteros y que la “elite” de los periodistas gane cifras absurdas habla más de la veneración a los “líderes de opinión” que a la investigación periodística. Y no porque todos deberían ganar poco, al contrario, la misma sociedad debería valorar la aportación del buen periodismo para sí misma.

El tema central es la falta de ética, tanto en el periodismo como en la gestión pública. La urgencia de renovar la prácticas periodísticas en México es ineludible. Se han hecho ya buenos esfuerzos para ello, pero sigue siendo insuficiente. El primer paso deberá ser quitarle el poder del dinero a los gobiernos. Es claro que no deben comprar publicidad oficial de manera directa. Si quitamos el dinero, quitamos la zanahoria y el garrote.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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