Ayotzinapa para extranjeros

17/12/2014 - 12:03 am

“¿Quién es el culpable de la muerte de los 43 estudiantes en Iguala?” La pregunta anterior se repitió con todos los reporteros y casi todos los escritores que me encontré en la feria Più Libri Più Liberi en Roma, Italia, hace 10 días. Por supuesto, no se esperaba que actuara como fiscal sino que diera alguna de esas declaraciones que sirven de encabezado, para los primeros, o que explicara un poco qué había sucedido, para los segundos. Creo que los defraudé rotundamente. Cuantimás porque la mayoría, por un lado, ya tenían ideas preconcebidas sobre la guerra en nuestro país (como el camarada de Cuba veterano de Playa Girón) y, por otro, porque los intelectuales no suelen ser muy buenos con los números (Gabriel Zaid es una gran excepción a la regla).

            Así que empecé con lo que a mí me parece el hecho más importante que cambió el escenario bélico de nuestro país en los últimos 15 años: el tráfico de armas.

“Imagine que tomamos a 500 pobres de Roma y les damos municiones y armas de grueso calibre, incluyendo AR-15, Barret 50 y M60, de esas ametralladoras que sí pueden hacer explotar autos rápidamente y traspasar muros, ¿qué va a pasar?”, le pregunté en respuesta a uno de los reporteros. “Luego tomamos a 500 pobres en Milán y hacemos lo mismo, les damos armas y municiones. Después a 500 en Venecia, a 500 en Florencia y a 500 en los Alpes italianos, ¿se lo imagina?  Además dejamos –porque, como ustedes bien saben, es imposible acabar con ellas—que las múltiples mafias italianas sigan trabajado, ¿se imagina lo que va a pasar dentro de 5 años?”

Todos coincidieron en que iba a ocurrir el infierno. Pero ante su cara de estupefacción de por qué proponía yo imaginar algo tan aterrador, les recordé esas operaciones como “Rápido y Furioso” y sus precedentes que, oficialmente, dotaron previa compra de unas 2,500 armas a los cárteles mexicanos. “No soy Assange, es información tan pública que hasta está en Wikipedia”.

Ahora bien, para tener una mejor idea de qué pueden causar 500 personas fuertemente armadas vale la pena hacer algunas comparaciones. Para empezar, 500 efectivos es el tamaño de un batallón no muy grande, con 5 compañías y unos 50 pelotones. Y un batallón, por sí mismo, ya es una unidad militar independiente capaz de avanzar y tomar posiciones (aquí se habría dotado de armas a cinco). En comparación, las columnas móviles más aguerridas de las FARC y, hasta la fecha, invencibles, como la “Teófilo Forero”, cuenta con alrededor de 1,000 soldados. Pero si esto le parece poco, cabe recordar que en el “Granma” se embarcaron 82 guerrilleros que terminaron derrotando al dictador cubano o que las columnas del FSLN siempre rondaron los 100 efectivos. Es decir, tendríamos alrededor de 30 Granmas y unas 25 columnas sandinistas (mucho mejor armadas que éstas), y eso si sólo consideramos las armas que entraron a México en dichas operaciones.

“¿Pero el ejército mexicano los podría contener?”, replicó un reportero. Tanto los sandinistas como los revolucionarios cubanos  no contaban con un flujo económico como el que cuentan los grupos armados mexicanos, aunque este flujo se haya modificado en los últimos 15 años debido a los reacomodos de los distribuidores de opio en Afganistán y de cocaína en Colombia. Obviamente la ideología es diferente pero, en los tres casos, se “ofrece” lo mismo a los nuevos elementos: un cambio de vida. En Cuba y Nicaragua significaba un cambio en la estructura social en pos de una sociedad más igualitaria que aboliera las groseras diferencias de capital entre ricos y pobres. En México (o en Colombia con el auge del narco) es sólo un cambio individual: “tú podrás ser tan rico como los más ricos, mira: el Chapo está en la lista de Forbes”. Y si esto es de por sí difícil de contener, lo es más cuando el gobierno mexicano, al igual que los gobiernos de muchos países del mundo que están llevando a cabo las mismas reformas estructurales y donde se presentan, también, multitud de manifestaciones en contra de dichas reformas, promueve como ideología el enriquecimiento individual.

“¿Pero el gobierno mexicano está infiltrado por los grupos del narcotráfico?”, replicó otro reportero. “Bueno, ustedes saben muy bien de los alcances que tiene la mafia en términos de corrupción de funcionarios público ¿cierto? Ahora mismo tienen un escándalo acá en Roma ¿verdad?”

La mayoría de reporteros y colegas escritores quedaron muy deprimidos con las respuestas y ahí terminó la plática. Otros se aventuraron un poco más y cuestionaron si con López Obrador (el camarada cubano, claro) cambiaría la situación o volvieron a preguntar que qué tenía que ver lo anterior con los 43 desaparecidos. “El problema es que no son 43 desaparecidos, son más de 20,000, más decenas de miles de desplazados (más que Colombia), poblaciones completas que han sido casi borradas (coincidentemente muchas de ellas donde hay gas en el subsuelo), alrededor de 150mil asesinados y millones de familiares y amigos de víctimas que claman justicia. Eso no se va a arreglar de la noche a la mañana y, por desgracia, López Obrador y sus correligionarios no se han mostrado precisamente al tanto de la situación en los últimos quince años”, dije.

Habría querido decir también que, si bien me parece un avance que el tema de la violencia ahora sea un tema que parezca preocuparnos -¡por fin!- a todos, me parece muy triste que la mayoría de soluciones que se proponen sigan siendo tan ingenuas como cuando se decía que había que votar por el PRI porque “ellos sí saben pactar con los narcos”.

Luis Felipe Lomelí
(Etzatlán, 1975). Estudió Física y ecología pero se decantó por la todología no especializada: un poco de tianguero por acá y otro de doctor en filosofía de la ciencia. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y sus últimos libros publicados son El alivio de los ahogados (Cuadrivio, 2013) e Indio borrado (Tusquets, 2014). Se le considera el autor del cuento más corto en español: El emigrante —¿Olvida usted algo? —Ojalá.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas