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Adela Navarro Bello

17/08/2022 - 12:04 am

Falla Gobierno: El día en que el crimen organizado incendió BC

"Ni siquiera correspondían a la actualidad ni a Baja California, pero la única comunicación que fue efectiva ese día, fue la de los delincuentes. Lo lograron. Sembraron el terror en la población".

"Que el Presidente de la República minimice lo acontecido en Baja California es un mal augurio". Foto: Omar Martínez, Cuartoscuro

Baja California nunca había ardido en llamas por obra del crimen organizado.

De hecho, hace un par de meses cuando la Fiscalía General del Estado encabezó un operativo para cercar la zona más violenta de Tijuana, donde se cometen la mayoría de los asesinatos, para patrullarla, ejecutar órdenes de aprehensión e inhibir el homicidio, fueron interceptados mensajes donde miembros del Cártel Arellano Félix, ofrecían entre tres mil y cinco mil pesos por cada auto quemado para bloquear las calles de la zona.

Los criminales reaccionaron con bloqueos e incendios, para ahuyentar a la autoridad. Pero nada sucedió. Por más que ofrecieron dinero no hubo eco a la convocatoria criminal.

Sin embargo, este antecedente de la intención criminal de incendiar autos, fue olvidado tanto por las autoridades locales como por las representaciones federales en Baja California.

El 12 de agosto, en cinco municipios de siete que componen el Estado, fueron siniestrados cerca de 28 vehículos en 24 eventos de violencia. La jornada de inseguridad continuó el sábado, el domingo y aun el lunes y el martes, hasta contabilizar más de 50 autos siniestrados por células del narcotráfico. Fue insólito en el Estado.

Los bajacalifornianos, sorprendidos, se resguardaron en sus hogares. Los empresarios ordenaron el cierre de sus negocios, y comercios de todos los giros. Ante la falta de información oficial, la sociedad se autoimpuso un toque de queda por el puro miedo a ser una víctima colateral de los incendios que, en horas, se prendieron por las cinco ciudades.

Fue un movimiento criminal orquestado y ejecutado con organización. A diferencia de las autoridades que se vieron sorprendidas y no pudieron actuar a tiempo para minimizar los daños. No hubo la noche del 12 de agosto, Gobernante, Fiscal o Secretario que ofreciera un mensaje a los ciudadanos, que les diera la certeza de que combatirían al crimen y recuperarían la ciudad. Ese viernes, las cinco ciudades le pertenecieron al crimen.

Los mensajes por vías instantáneas y en redes sociales se compartieron, fueron los de cárteles de las drogas alertando sobre los ataques con fuego, y los bloqueos de vialidades. Ni siquiera correspondían a la actualidad ni a Baja California, pero la única comunicación que fue efectiva ese día, fue la de los delincuentes. Lo lograron. Sembraron el terror en la población.

Al día siguiente, el autoimpuesto toque de queda prevaleció. Muchos negocios y comercios no abrieron sus puertas. Las calles estuvieron desiertas en fin de semana, y aquellos que aun con temor abrieron sus centros de prestación de servicios y venta de productos, optaron por acortar sus horarios. Cerrar antes del atardecer, a las cinco, seis de la tarde, anticipando otra noche de terror.

Ciertamente en Baja California no hubo muertos. Tampoco ataques a comercios. Como dicen en la Presidencia de la República “no se metieron con el pueblo bueno”. A los ciudadanos de honor que se transitaban en transporte público, que trabajaban en camiones de carga, los bajaban con la amenaza de una pistola en mano, y entonces, los criminales incendiaban los vehículos.

Sin embargo, para el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, no fue para tanto. “No hay ningún problema mayor”, dijo. Prosiguió: pero si quieren agarrar esa bandera de la violencia… Claro, aquí son dos cosas: la realidad y la percepción, ¿y qué cosa es lo que manejan los medios informativos del conservadurismo? Pues la percepción. Generar un ambiente de miedo, de temor, qué barbaridad, es ingobernable el país… no es cierto”.

Que el Presidente de la República minimice lo acontecido en Baja California es un mal augurio. Significa que, contra la organización del narcotráfico para aterrorizar a la ciudadanía no habrá una estrategia seria de contención, bajo la lógica de que se le resta importancia, relevancia, entonces para qué atenderlo.

El día que Baja California ardió, ya había patrullando las calles del Estado, más de 600 elementos de la Guardia Nacional, más los casi tres mil de las Fuerzas Armadas, es evidente que también fueron sorprendidas, pues en ningún caso pudieron evitar un incendio, y de los seis detenidos que hubo el 12 de agosto, cinco fueron puestos en libertad por falta de pruebas.

En Baja California delinquen tres cárteles. El de Jalisco, el de Sinaloa y el de los Arellano. No es una novedad la narcoguerra que emprenden, pero sí insólito que utilicen el terrorismo para pelear el territorio. Y si como informaron desde el Ejército en las horas posteriores, los siniestros respondían a una estrategia nacional de los cárteles, particularmente del de Jalisco, para amedrentar a la autoridad, pues igual o más grave el tema. Eso refleja la ausencia de trabajo de inteligencia, de labor de prevención, para evitar llegar a estos estados de violencia e inseguridad.

Los bajacalifornianos percibieron la inseguridad de primera mano. La sintieron a su alrededor a manera de ardientes llamas, la captaron con sus sentidos a través de la realidad que ese día les mostró la inseguridad y la violencia en las cuales se vive en México, en esta frontera, en el centro, en todas partes.

Pero al modo, el Presidente prefiere culpar a sus “adversarios”, y llama “medios informativos del conservadurismo”, a quienes, a riesgo de su integridad, como en el caso de Juárez, de Tijuana, salieron a documentar el terror de la violencia criminal. Captaron los autos en llamas, escucharon a los ciudadanos lamentarse, observaron como las calles se vaciaban, vivieron las horas de terror.

Los adversarios del Presidente no deberían ser los medios informativos, sino los criminales que, impunemente, toman ciudades con bidones de gasolina y fuego. Esos que no se persiguen, esos que merecen abrazos, mientras los hombres y las mujeres de bien, que perciben su terrible realidad tomada por el narcotráfico, han de esconderse en sus casas para salvar la vida y mantener la calma entre cuatro paredes.

El Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador sí le ha fallado al pueblo de México, que vive entre la inseguridad, la violencia y ahora el narcoterrorismo, como inaceptablemente se vivió en Baja California el pasado fin de semana de agosto.

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