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Tomás Calvillo Unna

17/08/2016 - 12:00 am

¿La democracia o el retorno de las regiones? 

Ahora resulta, que después de varios lustros de haber luchado por establecer un régimen democrático, los gobiernos emanados de esos cambios son nuestros verdugos. Usan a su antojo los recursos públicos, lavando el dinero en sus ejercicios presupuestales, convirtiendo así nuestras ciudades en un territorio para la disputa de los grupos criminales.

La amenaza, represión, asesinato, desaparición, son palabras que se vuelven dominantes y expresan la crueldad que se ha instaurado y que pretende apropiarse de nuestra cotidianidad. Foto: Cuartoscuro
La amenaza, represión, asesinato, desaparición, son palabras que se vuelven dominantes y expresan la crueldad que se ha instaurado y que pretende apropiarse de nuestra cotidianidad. Foto: Cuartoscuro

A pesar de que hoy se tienen más medios de información, además de las múltiples redes que se apropian de los minutos y sus sucesos, pareciera que no sabemos en realidad qué está pasando en el país.

Nos damos cuenta del creciente deterioro político que afecta a muchas regiones, advertimos la degradación de gobiernos que están implicados en actividades criminales, ciertamente no todos, pero es difícil precisar, sumados y restados unos y otros, de qué lado queda la balanza. Como ciudadanos nos sentimos impotentes, al no encontrar el camino para  cambiar esta condición que comienza a dañar nuestras más caras  libertades.

Ahora resulta, que después de varios lustros de haber luchado por establecer un régimen democrático, los gobiernos emanados de esos cambios son nuestros verdugos. Usan a su antojo los recursos públicos, lavando el dinero en sus ejercicios presupuestales, convirtiendo así nuestras ciudades en un territorio para la disputa de los grupos criminales. Diseñan el mapa de la violencia que afecta a millones mientras satisfacen su ambición desmedida.

Una red de intereses completamente ajena a la voluntad ciudadana se entreteje desde el nivel federal hasta el local, ahí está atrapada nuestra democracia, ahí se estrellan los discursos de los partidos políticos y sus líderes, ahí lo sabemos, la Republica  se hunde.

La amenaza, represión, asesinato, desaparición, son palabras que se vuelven dominantes y expresan la crueldad que se ha instaurado y que pretende apropiarse de nuestra cotidianidad. Las preguntas que debemos responder son: ¿Cómo?, y ¿por qué llegamos a esta situación? y ¿cómo salimos de ella? Lo demás es puro eufemismo y autoengaño.

La clase política carga con el mayor peso de esta responsabilidad histórica que tiene que ver fundamentalmente con nuestro presente y el futuro inmediato de nuestros hijos. No obstante, no muestran signos de asumir esta responsabilidad que, más temprano que tarde se hará patente de manera más drástica.

Por supuesto que este panorama solo refleja una parte de la realidad, pero ese fragmento es estratégico para todo lo demás que nos concierne en nuestra vida diaria.

Las primeras respuestas ciudadanas que buscaron  opciones efectivas para evitar el desmembramiento de la nación, se expresaron desde la década de los ochenta; signos ideológicos diferentes coincidían en impulsar la presencia de los ciudadanos en el destino  del país.

En los últimos meses, hemos visto como resurgen en las distintas regiones del territorio nacional, los movimientos políticos y sociales que retoman aquel impulso que terminó ex propiado por facciones de los partidos y por un renovado y distorsionado centralismo.

Los nuevos movimientos ya están en las goteras de la Ciudad de México y representan una última llamada para encontrar acuerdos estructurales, no paliativos, que acoten la violencia criminal, la desigualdad, la impunidad y corrupción. Si los partidos políticos y gobiernos no escuchan, veremos crecer las sombras en los muros de nuestras ciudades, sin saber siquiera de quiénes son.

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