“Las olas del mundo” de Alejandra Laurencich

17/07/2015 - 12:00 am

A veces es importante no olvidar. A veces cuando leemos un libro recordamos un pasaje que quizá no vivimos en carne propia, pero que como seres humanos podemos tener en cuenta, casi como un recuerdo. Cada país tiene memoria y esa memoria se extiende cuando queda plasmada en la literatura y en los engranes que genera; engranes, puentes o naves, no importa cómo le llamemos si al final logra unir el lazo escritor-lector. Las olas del mundo (Alfaguara, 2014) de la escritora argentina Alejandra Laurencich, es un libro que precisamente nos recuerda lo que no hay que olvidar. Esta novela tiene como protagonista a Andrea, una niña que cumple 13 años justo el día del golpe de Estado del 76. Lo que sucede a partir de ese momento será mostrado a través de los ojos de esta niña que recurre a su imaginación para hacer más llevadera la vida. En las olas del mundo se descubre la magia y el potencial creativo de la niñez: Andrea crea una historia paralela a su vida para adormecer el dolor que le causa la represión. Una historia “cargada con la energía de ese otro mundo en el que no entraban los padres ni las estupideces de todos los días” y donde el personaje principal es Él, un músico joven, desaliñado, flaco y encantador que para la niña es un superhéroe. Él es Luis Alberto Spinetta y a lo largo de Las olas del mundo sonará su música, pues Andrea y su hermano Fabián son fanáticos de esta estrella de rock. En ese sentido, la novela tiene un soundtrack propio, como si de un film se tratase, pues además de la música de Luis también suenan bandas como The Rolling Stones y The Who.
La novela está dividida en tres partes, como el día se divide en tres partes y un tercio regularmente se ocupa para soñar. La primera parte de la novela es donde Andrea sueña de niña, descubre la música junto a su hermano; juega con Malena, una amiga bella e inteligente que es como una estrella fugaz en la vida de Andrea. Después su hermano Fabián tiene que exiliarse y sus padres mueren. Conforme avanza la historia los sueños sangran al enfrentarse a los sinsabores y a las desilusiones de la vida adulta. La narración, al principio en tercera persona permite al lector adentrarse de manera directa a la historia, el lector acompaña a Andrea en sus juegos creativos y en el descubrimiento de una parte de un mundo a veces cruel, a veces lleno de felicidad absoluta. Para la tercera parte encontramos una narración más distanciada pero no por eso más fría. Una característica de esta novela es que desde su inicio hasta el final siempre hay entrega y corazón entre sus páginas. Elementos que son necesarios para vivir y sobrevivir en medio del caos; porque siempre queda la posibilidad de descubrir algo luminoso e inesperado. Las olas del mundo también es un libro para no olvidar varias cosas: el potencial creativo de la niñez; la escritura como generadora de un universo paralelo, posible y habitable; el dolor de un país donde la muerte y la represión son palabras de uso diario.
Alejandra Laurencich fue muy amable al responder unas preguntas que le hice. Aquí hablamos de su proceso creativo, de Luis Alberto Spinetta y de otros temas entorno a Las olas del mundo.

¿Nos podrías hablar del proceso creativo que llevaste para escribir Las olas del mundo?

Esta novela tiene un antecedente que fue mi primer intento narrativo: otra novela que escribí hace como treinta años y que titulé Días sin gris, en la que una adolescente inventa un personaje sobre la figura de un músico que adora. Solo que al ser yo principiante en narrativa, creía que lo mejor que podía ofrecerle al lector era un shock final que lo dejara boquiabierto (risas). Por tanto, en la última hoja daba cuenta de que Luis era un invento de Andrea mientras que en todas las páginas anteriores se lo vincula a Andrea de modo tal que uno se pregunta y por qué estos dos nunca se encuentran ( más risas). Esa novela, que llegó a tener 800 páginas, nunca se publicó, y mientras yo seguía escribiendo otras historias, ya con más oficio y astucia, y se publicaban esos otros libros, seguía pensando que en Días sin gris había una buena idea, mal contada. Y que lo que tenía que hacer, en vez de escatimarle al lector la construcción de la ficción sobre Luis, de parte de Andrea, era exponerla, mostrársela en todo detalle, para que se viera cómo y por qué razón esa adolescente tenía necesidad de inventarse ese personaje fabuloso. Fue así que empecé a escribir Las olas del mundo, con Andrea en primer plano, su entorno de dictadura y una familia de clase media en la Argentina del 76, una familia cuyos adultos esperaban la dictadura, y con un hermano de 19 años, Fabián, con amigos más comprometidos políticamente, que la temía, más todo el ambiente de colegio de monjas en el que Andrea se movía, y como contraparte el rock pionero de las bandas que por esos años había surgido en el país, los gritos de libertad que pregonaban las letras, todo ese mundo. Entonces Luis pasó a ser Él, un semidiós al que Andrea le achaca todo lo que anhela vivir, lo que sufre también, lo que no entiende o apenas comprende y la confunde. Ella para escapar de la gran Historia, que era penosa, se inventaba la propia, y el problema es que llega a creer que puede mover los hilos de la realidad con la misma soltura que movía los de la ficción. Y ahí pasa lo que pasa en Las Olas del Mundo.

¿Cuánto tiempo te llevó escribir ésta novela?
Desde el momento que decidí volver a contar la historia de Andrea, hasta que se publicó, pasaron 13 años, y todo ese tiempo trabajé, no de forma continuada pero constante, en la novela. Decidí también que la historia iba a tener una segunda parte que es la de Andrea mujer, ya con 41 años, y otro tiempo político del país, en el que ella, que se había convertido en una sombra de lo que había sido en su adolescencia, se enfrenta al pasado, a partir de un episodio que la lleva ante lo que era la Escuela de Mecánica de la Armada, un sitio donde se torturó gente durante la dictadura, y que en el año 2004, el gobierno de Nestor Kirchner destinó a Museo de la Memoria.

Luis Alberto Spinetta juega un papel importante en la historia que se inventa Andrea, el personaje principal de la novela. Sé que para ti también es importante Luis, pero, ¿qué más nos podrías decir de este músico?
Para una gran parte de las generaciones de jóvenes y no tan jóvenes en mi país, Spinetta es una figura magnífica, no sólo porque instauró el rock en Argentina, a partir de su grupo Almendra, junto a otros músicos y bandas que acompañaron esa movida (antes, hasta casi los años 70 sólo se escuchaba rock en inglés) sino porque además, tenía una voz única, un lirismo increíble y una conducta intransigente que lo hacía muy respetable. Era como nuestra conciencia musical o cultural, lo que él opinaba era palabra santa, si él decía que los poetas franceses eran lo mejor, todos leíamos a los poetas franceses, si aplaudía a Mozart, escuchábamos a Mozart, así; además, se mantenía en una postura alejada de los escándalos comerciales o personales que acompañan a los famosos, y eso fue así hasta sus últimos días, lo que lo hacía más especial, más verdadero.

Como sabemos Luis es escuchado en toda Argentina y en general hay un antes y un después de su música a nivel rock latinoamericano, pero, ¿por qué razón crees que en otros países no se escucha tanto su música?
Ni la menor idea, supongo que no es música tan comercial o pegadiza como otras.

¿Qué sensaciones experimentaste al escribir esta novela? Pues se sitúa en una época muy dolorosa para la memoria del pueblo argentino, me refiero a la dictadura del 76.
Fue una gran liberación por un lado, porque al escribirla me daba cuenta de que ahora sí había encontrado la mejor forma para contar esa historia, pero también hubo partes en las que terminaba destrozada anímicamente, al repasar y “volver a vivir” las situaciones de espanto, el terror y la censura que se vivieron en la Argentina de aquellos tiempos. Porque no sólo armaba las escenas sino que investigaba rigurosamente sobre lo que decían los diarios de la época, las noticias y la prensa de la dictadura. Todo lo histórico que se cita en la novela fue extractado de los artículos periodísticos con los que nos “informaban” en esos años.

¿Crees que en la literatura es necesario retomar los temas de la dictadura de un gobierno? ¿Por qué?
No tan así, creo que cada uno debe ir a los temas que quiera ir, a los que le ocupan o lo hacen reflexionar, si es la dictadura entonces adelante, y si es el amor o la moda o los sueños matinales, también. Lo que es recomendable es poder hablar de lo que uno quiere hablar, escribir sobre lo que quiere escribir, eso sí es necesario, y por suerte ahora podemos hacerlo.

¿Has pensado qué sucederá con la novela en unos años? Cuando nuevas generaciones lleguen a tu libro
No. Pero ya me siento muy satisfecha al ver que Las olas… no sólo conmueve a los lectores que han vivido esa época en Argentina, y que se sienten atrapados por la historia de Andrea, reconociéndola como a un personaje entrañable, a la que les cuesta dejar de leer (muchos me dicen que iban dosificando las últimas páginas para no llegar al fin del libro, para que les durara) sino a gente joven, que no había nacido en esos años, y que queda asombrosamente conmovida por la historia, y me lo dicen, escribiéndome a FB, por ejemplo. Jóvenes no sólo de mi país, sino de otros lugares al que la novela ha llegado de prestado.

¿Escribiste esta novela para alguien en particular?
Para mí, para darme el gusto de poder contar lo que yo quería contar: una de las grandes tragedias del ser humano como es el vivir con miedo, el vivir con culpa por algo que no se sabe qué cosa fue, y en el mismo sentido, hacer esta especie de denuncia contra cualquier clase de dictadura y dar testimonio de lo que significó el rock para toda una generación que vivió aquellos años tan oscuros.

¿Qué parte de la novela representó mayor reto en cuanto a la escritura?
Vincular los ejes narrativos que la componen de un modo natural, porque había varios: el marco político, que decidí no subrayar especialmente, para que la novela no se convirtiera en una novela política; el entorno familiar y su decadencia, con toda la riqueza de los personajes que lo habitan, desde la abuela inmigrante hasta la compañerita de colegio: Marí; la historia inventada por Andrea sobre Él, que debía ser tan atrapante para el lector como para no fastidiar o interrumpir la otra, y quizá debería ser por momentos como una válvula de escape; la línea musical, para que pudiera ser leída por cualquier lector (aun los que no hayan sido cultores del rock) con la misma intensidad y entendimiento de los que sí lo fueron; la verosimilitud en el cambio de la protagonista, que de ser una nena vital y fantasiosa para a ser una adulta apagada y vulnerable, temerosa, resentida; y el vínculo poderoso entre los dos hermanos, que es importantísimo en la novela, y que había que mantener como línea principal, a pesar de todas las otras que también eran fundamentales. Eso y pasar de la realidad a la ficción con detalles que muchas veces eran mi propia búsqueda: ¿cómo es que de vivir esto ella pasa a inventar esto otro? Por ejemplo, cuando se enfrenta a la muerte de la abuela.

¿Cómo ves el panorama actual de la narrativa argentina y latinoamericana?
Muy floreciente, pujante, hay una enormidad de jóvenes que vienen avanzando, que están decididos a ser parte de la literatura, les quieran abrir las puertas o no (risas); hay mucha energía, mucha actividad, al menos en mi país, pero por lo que sé también en Brasil, país en el que estuve, y en muchos otros países de América, sobre los que hemos hecho dossiers de narrativa para la revista que dirijo, por ejemplo, Colombia, Venezuela, Panamá. En México, parece que la vanguardia se está dando muy fuerte en la poesía, por lo que pude entender a partir de investigaciones que hemos recibido de colaboradores locales. O sea que hay buena vibración literaria en Latinoamérica, quizá dentro de unos años, surja otro de esos booms que dieron la vuelta al mundo. O quizá sean individualidades las que se destaquen, pero veo un futuro promisorio, armándose con potencia y calidad.

¿Algo más que quieras añadir?
Que ojalá la novela llegue a México, para que pueda ser leída ya no de prestado, sino a voluntad de cualquier lector.

Gerardo Grande
Gerardo Grande (Ciudad de México, 1991). Poeta. Publicó La edad atómica (La Bella Varsovia, Córdoba, España, 2014), Fiesta brava (Neutrinos, Entre Ríos, Argentina, 2015), Seguir (Eloísa Cartonera, Buenos Aires, Argentina, 2016). Es co-compilador de Astronave, panorámica de poesía mexicana 1985-1993 (UANL-UNAM, México, 2015).
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