¿Un clavo saca a otro clavo?

17/05/2013 - 12:01 am

Hay un libro que lleva este título y trata sobre las experiencias de Hernán Godoy, quien, se supone, es “uno de los personajes más destacados y carismáticos del fútbol chileno”, aunque a nosotros nos haga más resonancia Cuauhtémoc Blanco y sus novias de Tv Notas. Claro, el título va de la mano del mote de Hernán “El Clavito” Godoy. Nada que ver. Quizás Cuau nos podría decir más o menos con su experiencia si un clavo saca otro…

No sé cuántos libros hojeé sobre el tema. Me pasé una tarde sentada frente a la sección del desamor. Salí un poco deprimida. El que más me pesó fue el Manual para no Morir de Amor, porque de amor no se muere, se renace. Y a menudo se les olvida mencionar estas últimas dos palabras clave.

De entrada, yo no creo que un clavo saque a otro clavo. Ni siquiera porque dependa del tipo de madera. Simplemente lo entierra más. Puro sentido de la acción y reacción. Ya lo dijo Newton, en su Tercera Ley o Ley de acción y reacción: Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: o sea, las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto.

Isaac expone que por cada fuerza que actúa sobre un cuerpo (empuje), este realiza una fuerza de igual intensidad, pero de sentido contrario sobre el cuerpo que la produjo. Dicho de otra forma, las fuerzas, situadas sobre la misma recta, siempre se presentan en pares de igual magnitud y de dirección, pero con sentido opuesto. Así que mientras más empuje al clavo, más se hunde en el corazón de uno, desangrándolo.

Quizá pensemos que tenemos toda la experiencia del mundo para soportar dolor. Porque sí, porque yo misma he detectado que a medida que pasa el tiempo, me enamoro o me entrego, pero nunca es lo mismo, todo evoluciona, de preferencia, para algo mejor.

Quizá sea una capa invisible, aquella de la cual te hablaban de niño. Una capa protectora que se puede hacer coraza a medida que crecemos. Corazones de piedra le llamo yo, otros le llaman corazón de acero.

Lo que no concibo es que existan corazones condominio. Para mí que ahí hay “gato encerrado” o un montón de clavos sin sacar. Porque sacarlos duele hasta el alma, duele en un grito sordo, que nadie escuchará más que uno mismo y a altos decibeles, y en este mundo ya no estamos preparados para soportar dolor, o por lo menos nos han entrenado así.

Si no, vaya a la consulta médica gratuita de las Farmacias del Ahorro. Me gustaría acudir con una receta expedida por un médico certificado que dijese: “La Señorita padece de un mal de amores. Favor de sacar el clavo y darle unas pastillas rosas y una solución en gotas cuando el grado de intensidad de dolor en pecho aumente por las noches”. Creo que el médico en prácticas se quedaría de a tres. Me mandaría a tomar Prozac y darme un baño de agua tibia. O quién sabe, quizá me de un abrazo.

Y es que sí, el dolor es canijo. Sabe nuestras mañas. Nos hiere cuando vemos al otro clavo, ni para qué negarlo. No hay que ser soberbios. Cada amor produce un impacto, ya lo dijo Newton, pero no nos avisó que nos despierta a las tres de la mañana para encontrar que estamos abrazados a una almohada, nos ataca el domingo a las cinco de la tarde, cuando las parejas pasean por los camellones o toman un helado en la banqueta.

Nos asalta cuando osamos ir al cine solos y definitivamente nos desgarra cuando vamos a comer y decimos “mesa para uno”.  Nos corta como hojas de papel cuando encontramos palabras escritas, palabras que un día fueron nuestras y que ahora parecen ajenas. Nos asusta cuando damos la vuelta a la esquina de un lugar con recuerdos. Una chocolatería común y corriente. Nos hace llorar con una canción ridícula o nos hace querer dormir todo el fin de semana, sin ganas de pensar en cosas felices como Peter Pan.

Y la cosa es que tenemos que pasar todo el proceso, intentar de todo, pero el clavo estará ahí, a sabiendas de que hay que desenterrarlo. Vaya usted con su mecánico de confianza, dele un martillo y que le arranque el fierro antes de que se le oxide e infecte el corazón.

Yo soy de la teoría de que sólo el tiempo lo cura todo, eso sí, dependiendo cómo pase uno ese famoso “tiempo”. No es una fórmula única. Es tan personal y tan dolorosa que ni siquiera me atrevo a escribir consejos idiotas para sacar un clavo. Sería demeritar el tema. Pero de que salen, salen. Eso si le aseguro.

Suerte, que ya sabemos que los poetas eran todos unos intensos y dramáticos, porque así de amor, ni uno se murió. Nada más por favor aliméntese bien posterior al evento de ruptura.

Si, atornille varios clavos, es inevitable, pero sepa que un día habrá que abrir ese capítulo y leerlo hasta que las palabras sean luz, hasta que el pasado se convierta en un capítulo entrañable. Porque casi todos los amores, los grandes amores, son entrañables. Y brindo por cada uno de ellos.

@mariagpalacios

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