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María Rivera

17/03/2021 - 12:03 am

Machismo

Las mujeres le sirvieron al Presidente como mero instrumento demagógico y electoral, no tienen ningún poder ni peso si se oponen a su machismo.

Foto de amlo y felixx salgado macedonio
Andrés Manuel López Obrador y Felix Salgado Macedonio en una foto de 2005, cuando ambos aún militaban en el PRD. Foto: Eric Miralrío, Cuartoscuro.

Como era de esperarse, Morena terminó por postular a Félix Salgado Macedonio como candidato a Gobernador de Guerrero. A través de piruetas y subterfugios simularon que era posible que rectificaran, pero era evidente que la decisión ya estaba tomada por el Presidente López Obrador. Cualquiera que haya escuchado sus declaraciones tendría que haber sabido que no hubo nunca posibilidad de corregir: decidió que Salgado sería el candidato sin importarle el clamor de las mujeres.

Flaco favor le hizo a su partido y a sí mismo: si algo ha perdido con este asunto es parte de la autoridad moral que tanto le gusta adjudicarse a sí mismo y a su movimiento. Y es que no hay manera de que Morena salga bien librado. Aunque Salgado Macedonio ganara las elecciones, lo que dicen es muy probable, el costo en la opinión pública nacional es enorme. Un partido de izquierda que postula hombres acusados de violación reiteradamente, no merece nuestro voto, sino nuestro repudio. Si a eso le sumamos el “ya chole” del Presidente y el muro de la vergüenza que erigió para las manifestaciones de las mujeres, no queda ninguna duda de que cualquiera puede afirmar que ni el partido ni López Obrador son cercanos a las causas de las mujeres, sino todo lo contrario: son sus enemigos. Este enorme boquete en la reputación del partido, junto con la militarización creciente alejará muy seguramente a votantes progresistas para quienes es intolerable votar por un partido más parecido a un PRI autoritario que a uno recién nacido de izquierda.

Las implicaciones del error alcanzan a todos dentro de Morena, pero especialmente a las mujeres que hasta hace poco tiempo podían presentarse como feministas, dándole su aval al Gobierno ¿con qué cara van a intentar ahora enarbolar las causas de las mujeres sin evidenciar que en realidad sirven a un partido misógino? ¿habrá alguien que les crea que sirven a las causas de las mujeres en lugar de al Presidente? No es, evidentemente, un asunto menor que un político abuse de mujeres al amparo del poder político y que al hacerse público sea el Presidente mismo quien lo proteja, sin el menor asomo de vergüenza o de decoro. Y no es que Salgado Macedonio sea una anomalía, ni el primer político denunciado que ha sido protegido por las redes del poder político. Casos hay para contar y aterrorizarse ante la descomposición moral de los políticos que siempre quedan impunes. Desde muertes sospechosas hasta acusaciones de pederastia, los políticos mexicanos han gozado de total impunidad para abusar de las mujeres y las niñas.  Es por esto, precisamente, que el partido gobernante llegó al poder como una opción distinta tras muchos años de criticar la impunidad y la corrupción generalizada. El influyentismo y la corrupción llana han impedido que en las instancias judiciales y en las procuradurías las mujeres encuentren una vía hacia la justicia. Entre telones, y bajita la mano, siempre se ha negociado la justicia para ellas cuando se trata de imputar a hombres poderosos. El Presidente López Obrador tiró por la borda una oportunidad de oro: demostrar que, en efecto, ellos eran diferentes, mientras que se mandaba el mensaje a la sociedad de que la violencia de género es inadmisible.

Haciendo todo lo contrario, el Presidente López Obrador, de manera grotesca, defendió a Salgado. En su defensa, sostenida en una conferencia mañanera, atacó a las víctimas, mandando un terrible mensaje para todos los violentadores de mujeres. Atacar a una mujer o varias es fácil si te protege el Presidente: “hay toro” dice el perpetrador, reiterando que sobre el derecho pasa la fuerza bruta del abusador y que esa forma de corrupción es tolerable en México. Es un ataque feroz contra todas las mujeres que diariamente son agredidas por hombres y contra el movimiento feminista que busca acabar con la impunidad y la violencia de género.

También, como decía, es una agresión a las mujeres militantes de Morena que se pronunciaron contra la candidatura de Salgado Macedonio. Es una cachetada y un escarmiento “aquí el que manda soy yo”, que a nadie le quepa duda.

Esto no hace sino evidenciar que las mujeres le sirvieron al Presidente como mero instrumento demagógico y electoral y que en realidad no tienen ningún poder ni peso si se oponen a su machismo. O sea, no, no son diferentes, sino lo mismo. Y aunque se sabía que Andrés Manuel López Obrador no era afecto a la causa feminista, hay un abismo entre no serlo y ser un abierto defensor de violentadores de mujeres. Vamos, sabíamos que no promovería el aborto, pero no que desestimaría acusaciones de víctimas como oportunistas ataques políticos. Es decir, es mucho peor de lo que pudimos pensar.

Lamentablemente, ese ha sido el sino de su Gobierno: el amargo descubrimiento de que el Presidente se calló muchas cosas cuando era candidato: su desprecio por los artistas y la comunidad cultural, por los científicos, por las víctimas, por los defensores de derechos humanos, por la vida de pobres, de niños enfermos de cáncer, por las causas de las mujeres más elementales como el derecho a no ser violentadas. Tampoco intuimos, ni remotamente, sus intenciones de militarizar al país como nunca antes, sacar al ejército de sus cuarteles para llevarlo al centro de la política y entregarle el poder y el patrimonio de los mexicanos.

Supongo que ahora solo nos queda resistir, junto con el movimiento feminista, las consecuencias de haber llevado al poder a quien no solo no es feminista, tampoco humanista como se presenta. Resistir, resistir, como hemos hecho estos años y tratar de acotar su poder, y el de su movimiento, cada vez más arbitrario.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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