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Tomás Calvillo Unna

17/02/2016 - 12:01 am

Una visita entre líneas

Se aprecia un desdén más allá de las multitudes que aún asisten a la convocatoria de saludar al jefe de la Iglesia Católica.

 Desánimo o alejamiento, la cultura de la indiferencia se multiplica. La palabra convoca cada vez menos. Foto: Cuartoscuro
Desánimo o alejamiento, la cultura de la indiferencia se multiplica. La palabra convoca cada vez menos. Foto: Cuartoscuro

Se aprecia un desdén más allá de las multitudes que aún asisten a la convocatoria de saludar al jefe de la Iglesia Católica. Desánimo o alejamiento, la cultura de la indiferencia se multiplica. La palabra convoca cada vez menos. Las causas pueden ser múltiples, pero todas forman parte de la misma atmósfera contemporánea de continua exaltación, multiplicada a cada momento en una sociedad dominada por gadgets y el avasallamiento de toda clase de información que acapara los sentidos.

En realidad, se ha constituido un estado casi permanente de aturdimiento que reduce los horizontes al consumo de las narraciones en las pantallas. La vida es un acto de consumo continuo de imágenes y objetos. En ese entramado el pasaje del Papa Francisco, deja una frágil huella en el pantano electrónico de la cotidianidad. Los locutores codifican y en un lenguaje sin proporción alguna, y sin sentido, elaboran un paisaje simple y absurdo de una visita que cruza de un lado a otro el mapa de la violencia.

El texto de este viaje está aún por escribirse pero ya deja algunas líneas: la de una clase política huérfana, sin palabra, ni discurso, de disfraz laico pero cargada de temor al quedar a la intemperie ante un mundo que es testigo de su territorio trazado de fosas, ya sin presencia ética ni conceptos propios, atenida a poderes ajenos; Una élite eclesiástica agotada por la embriaguez que inició con el sexenio de Salinas y que le permitió acompañar el ascenso de la pequeña pero millonaria élite económica Mexicana globalizada; el capítulo de los Legionarios, tal vez sea el más visible de esos lustros.

El discurso de Francisco encontró a dicho grupo religioso en una cruda psicológica e indefensión que fueron expuestos sin mayor miramiento al escrutinio público que ciertamente no se sorprendió sino en todo caso confirmó el deterioro visible de la representación religiosa en el país.

La oración y el silencio ante la imagen Guadalupana y la tumba de Samuel Ruíz enlazan una misma actitud y mensaje simbólico de profundo respeto y de invitación a una tradición, la católica, para verse a sí misma y encontrar sus raíces sin tanta palabrería y más testimonio de vida.

En fin, por esos huecos que dejan los abusos de la información algo se puede rescatar que permita que esta visita muestre algunas señales que superen el inevitable desgaste que el ejercicio de la emotividad colectiva suele tener; en medio de un cerco político y policiaco que no alcanza a vislumbrar dónde está su lugar y para qué.

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