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Alejandro De la Garza

16/12/2023 - 12:03 am

Un periodismo para las elecciones

“La profesión del periodismo en México perdió la exclusividad de la producción de la información y está sumida en disputas de intereses políticos, económicos, partidarios y también ciudadanos, que lo superan”.

Urnas de votación en un centro electoral para los comicios generales en Iztapalapa, Ciudad de México, el 1 de julio de 2018. Audios generados con inteligencia artificial, que suplantan voces de candidatos o líderes, se han colado en la política mexicana, a medio año de las elecciones generales del junio de 2024.
Incluso los enfoques del periodismo que intentan establecer parámetros éticos, solidarios, humanos, legales o prácticos para el ejercicio de la profesión de informar, no alcanzan un acuerdo consensual. Foto: Ramón Espinosa, archivo AP.

El sino del escorpión ha atestiguado el devenir del periodismo mexicano desde los años setenta del siglo viejo, e incluso ha participado en este transcurrir periodístico en variadas etapas. Pero ni sus clases en la Facultad de Ciencias Políticas, ni profesores como Granados Chapa, Silvia Molina, López Narváez, Gustavo Sáinz o el mismo Vicente Leñero, prepararon al arácnido para la transformación que han experimentado el ejercicio periodístico, los mismos periodistas, los medios de información y el ecosistema completo de comunicación de masas en México durante la última década. “Ya nada es igual”, se lamentan los viejos periodistas sin entender mucho, “y qué bueno”, agrega sonriente el venenoso, pero la confusión afecta también al papel de los nuevos periodistas. En sus complejas y caóticas circunstancias, el periodismo mexicano enfrentará en 2024 la prueba de fuego de “informar” sobre el proceso electoral más grandes de nuestra historia. ¿Será capaz?

Sabemos de la total revolución técnica impulsada por los sistemas digitales de comunicación y de la impostergable reconfiguración económica que exigió a los medios tradicionales y corporativos de información, así como a los sistemas de emisión de noticias tanto de televisión y radio como a los diarios impresos. Las innovadoras plataformas de noticias, el streaming, YouTube y las redes sociales (TW, Instagram, FB, Whatsaap, Telegram, Threats, et al), no figuraban en ninguno de los manuales de periodismo del siglo pasado, y el papel que entonces se asignaba a la prensa como impulsora de las expectativas democráticas de nuestras sociedades parece haberse complicado en extremo.

Incluso los enfoques del periodismo que intentan establecer parámetros éticos, solidarios, humanos, legales o prácticos para el ejercicio de la profesión de informar, no alcanzan un acuerdo consensual. Refranes como “el periodista debe informar con veracidad, debe asumir su responsabilidad social, revelar si se identifica con tal o cual posición política; debe responder, además, a las necesidades de sus lectores, explicitar si está sujeto a tal o cual poder político o económico”, o, la cantaleta más recurrida hoy, “el periodista se debe a la ciudadanía y al pueblo”, etcétera, son tesis surgidas de ideas un tanto tradicionales del ejercicio periodístico y se topan hoy con la posverdad, definida por el diccionario Oxford como “el fenómeno por el cual los hechos impactan menos en la opinión pública que las creencias o las opiniones”. ¿Qué debe informar el periodista: los hechos, las opiniones de los hechos, las consecuencias de los hechos y las opiniones, o todo junto? Ante la pregunta ha surgido también el periodismo de verificación de datos y de comprobación de la misma producción y circulación de la información. El escorpión se pregunta ¿cómo ha cambiado la realidad periodística del nuevo siglo que ya no se ajusta a las funciones y responsabilidades que proponían las teorías clásicas del periodismo?

El venenoso barrunta algunos de estos cambios como una aproximación al futuro electoral inmediato del periodismo mexicano: la profesión del periodismo en México perdió la exclusividad de la producción de la información y está sumida en disputas de intereses políticos, económicos, partidarios y también ciudadanos, que lo superan. A veces, incluso, está en medio de intereses del crimen organizado y el narcotráfico, lo que condiciona mayormente la tarea de informar. Además, se suman los intereses económicos de la guerra sucia, aparatos de manipulación diseñados para esparcir información falsa y tóxica sobre los candidatos.

A lo anterior se suma que las formas de comunicación interpersonales han rebasado en muchos sectores ciudadanos la información periodística de toda índole: la mención de los conocidos y familiares como fuentes de información se ha elevado exponencialmente gracias a las redes sociales. Este sistema de información mediante las relaciones personales incluye un sistema de aviso, chequeo, refuerzo, propaganda, descalificación e incluso de manipulación de la información circulante de manera instantánea (del whatsaap al Telegram y los MSM).

El escorpión quiere destacar también un fenómeno que ha alterado de forma tajante la relación poder-prensa-ciudadanía. Los políticos reiteran su deseo de renovación mediante formas alternativas de ejercicio de poder: hablan de democracia participativa, socialismo del nuevo siglo, plebiscitos o liderazgos con genuino apoyo y conexión popular; incluso, en el caso mexicano, el poder ejecutivo confronta a los periodistas directamente (aunque no simétricamente) en las conferencias mañaneras. En tanto, la ciudadanía ha desconocido o se ha alejado de las intermediaciones políticas clásicas: los partidos, sindicatos, organizaciones de base y los tradicionales medios de comunicación, los cuales, de representar a “la gran familia mexicana” pasaron a representar los intereses de “la exclusiva familia mexicana rica”.

Las fuerzas sociales emergentes han reinventado formas de agrupación, más que de organización, de carácter político, social, cívico, que se alejan del control vertical y la estratificación sectorial. Más bien siguen consignas, aplican acciones, se expresan colectivamente rebasando a los medios de información y a los mismos periodistas. Otro fenómeno destacable es el de los medios públicos, que basados en sistemas de medios públicos europeos, no coinciden en enfoque y procedimientos con aquel periodismo de objetividad e imparcialidad como ideal informativo y tienden a apoyar al gobierno en turno, aun cuando forzosamente reservan espacios para la oposición. Cierto periodismo en este ámbito considera que su función central es la expresión del compromiso con el poder transformador, aunque la adhesión a un partido de gobierno con frecuencia obstaculice la libre investigación y publicación de noticias sobre ese poder político real.

Otros medios periodísticos en plena crisis, son lo que proponen las fakenews y la posverdad como materia de la guerra sucia para intoxicar la totalidad del ecosistema informativo y de comunicación (las redes, el ciberespacio, los medios convencionales, la radio, la televisión, la prensa y los medios digitales, las plataformas de video) y alcanzar objetivos desestabilizadores para un candidato aún y si la información difundida es falsa o está manipulada. El periodismo ante las próximas elecciones está ya en el centro de la disputa entre los medios, el poder, los políticos, la oposición, el pueblo (como dicen los representantes de la 4T) o la ciudadanía (como dicen los frenteamplistas de Claudio X), una fuerza, en ambas versiones, presente de forma contundente ya en el quehacer político en México. Feliz 2024.

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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