Antes de la pandemia, en un acto público poco antes de cumplir un año de Gobierno, el Presidente Andrés Manuel López Obrador citó cifras de la Secretaría de Salud para explicar que, según los estándares internacionales, hacían falta unos 123 mil médicos generales y 72 mil especialistas.
Por Gardenia Mendoza
Ciudad de México, 16 de diciembre (La Opinión).- En los primeros meses de la pandemia, Javier Villarreal, un líder sindical en el estado de Sonora, escuchó con gusto por parte de autoridades del estado y testimonios de trabajadores que en los hospitales locales estaban contratando médicos y enfermeras; paramédicos y especialistas. “No nos puede a ir tan mal”, pensó.
El tema sanitario era un asunto recurrente a tratar entre los agremiados de la Confederación de Trabajadores de México porque el impacto entre ellos (todos afiliados al servicio salud) era siempre en su contra: que no había medicamentos, que faltaban centros de salud, atención de calidad, buena voluntad, que todo eso por separado o en conjunto mataba gente o los dejaba lisiados.
Meses después, con todo el impacto de la COVID-19, se dan cuenta que a aquel desparpajo reconocido en 2019 se suma una agravante más mortal: los médicos ya no quieren ser médicos. O no les conviene, dice. “Los contratan y luego se van”.
El déficit de médicos en las diversas clínicas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Sonora continúa a pocos días de acabar el año. Oficialmente se dice son más de 500 especialistas los que hacen falta en la entidad; , son miles en todo el país.
Antes de la pandemia, en un acto público poco antes de cumplir un año de Gobierno, el Presidente Andrés Manuel López Obrador citó cifras de la Secretaría de Salud para explicar que, según los estándares internacionales, hacían falta unos 123 mil médicos generales y 72 mil especialistas.
La convocatoria se lanzó para cubrir el déficit. Luego vino la pandemia y no se dieron más detalles de cuál es la realidad actualmente respecto a la falta de personal excepto porque, de manera aislada, clínicas y hospitales lo han hecho público.
En Guerrero, por ejemplo, el director del hospital comunitario de Acatepec, Rufino Rodríguez, dijo que sus médicos fueron movidos a Chilpancingo para atender la COVID-19 y, en consecuencia, cerraron las guardias nocturnas y la atención durante las 24 horas del día y las urgencias.
En Durango, autoridades del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los trabajadores del Estado, informaron del cierre de una clínica en la Ciudad de El Salto porque todos los médicos fueron contagiados y no había suplentes mientras otros hospitales recientemente inaugurados, nuevos, limpios y perfectos, no abren sus puertas por falta de personal.
Javier Villarreal dice que algunos de los trabajadores que representa llegan a las salas urgencias por diversos accidentes o contagiados por el coronavirus y no hay quién los atienda durante varios días o son atendidos en sillas, no en camilla, por falta de espacio en los nosocomios y clínicas.
En un momento de desesperación, el sindicato acudió a la Organización Internacional del Trabajo, que depende de las Naciones Unidas (ONU), para interponer una queja. En esas están, pero tienen pocas esperanzas en medio del letargo y la pandemia. “Si el organismo, lo cual de ser negativo provocará acciones más radicales”, dijo. Aún no saben cuáles, ¿paros?
La deserción de médicos que ha agravado la problemática en el país en medio de la pandemia es un asunto polémico. A simple vista, pudiera parecer que hay una falta de vocación o de ética, pero, quienes son parte de este gremio, dicen que su partida del sistema de salud público es un asunto de supervivencia.
“Huyen por su vida y la de sus familias”, precisa Gabriel Rendón, un médico que ha encabezado diversas protestas por las condiciones de trabajo en los hospitales de la ciudad de México.
“La mayoría son jóvenes, en edad de tener hijos o con una familia y deben ver por ellos”. Otro asunto es el tipo de contrataciones que se hacen: por tres o seis meses a sabiendas de que hay altas probabilidades de contagio. “Por eso muchos prefieren vender tacos o hacer cualquier cosa que los exponga menos”, precisa.
“Este Gobierno está haciendo lo mismo que los anteriores: contratar sin derechos laborales plenos y eso tiene muchas desventajas porque los que sí tienen una base puede exigir que se les mande a casa con goce de sueldo si están en riesgo”.
El director de Prestaciones Médicas del Instituto Mexicano del Seguro Social, Víctor Hugo Borja, dijo durante una conferencia con la prensa local que para evitar riesgos por la vulnerabilidad de cierto personal de la tercera edad, diabéticos o hipertensos, se tuvo que retirar a unos 20,000 trabajadores, entre ellos, nueve mil médicos y enfermeras mientras el incremento en la ocupación de camas ha ido en aumento y ya se habla de un “riesgo de colapso”.
Esto es, que no haya camas ni atención en plena temporada invernal y aún lejos de la aplicación de la vacuna.
En diversas encuestas los médicos han dado fe del abandono de la salud pública para explicar por qué en México mueren por COVID-19 más trabajadores de la salud que en otros países: falta de equipo o a su mala calidad que trae como consecuencia ansiedad y miedo, amén del mal pago y la ausencia de prestaciones.
La empresa Medscape que levantó esa consulta en línea entre junio y agosto pasados entre 1,463 médicos mexicanos en más de 30 especialidades detalló que el 59 por ciento consideró que debería tener aumentos de salarios mientras el 30 por ciento clamó por el pago de horas extras.
El 60 por ciento de los médicos entrevistados dijo que quisieran “más aprecio moral por mi trabajo”; el 41 por ciento dijo que tenía “desgaste profesional” y 20 por ciento consideró que sufría “depresión” por la pandemia o su propia economía.
¿HASTA EL FIN?
¿Cómo reducir el desgaste profesional?, preguntó la encuesta de Medscape. Entre varias opciones, el 48 por ciento de los médicos resumió que requiere mejores remuneraciones para paliar el estrés económico. El 27 por ciento apuntó que faltan mejores oportunidades educacionales y de crecimiento profesional. Más respeto de administradores, empleadores o colegas, eligió el 26 por ciento.
En las calles, los médicos dicen más: que quieren, pero no pueden.
En mayo pasado algunos pasantes de medicina (estudiantes aún) que estaban siendo obligados a cubrir mil plazas vacantes en Yucatán promovieron un amparo. El recurso legal buscaba que en caso de que se negaran a trabajar en hospitales COVID-19 por falta de condiciones de seguridad (equipo, caretas) no se les negara la titulación.
“El día 28 de abril nos llamaron para regresar a nuestro servicio, no nos oponemos a realizarlo, pero no nos parece congruente ya que en la fase 1 y 2 se nos permitió estar en casa y en plena fase 3, la de mayor contagio, nos convocan”, dijo a medios locales Mariela N. una de las pasantes adscritos a clínicas y hospitales del IMSS en Durango.
En los últimos días, ante el aumento de personal cansado o incapacitado, las autoridades de la Ciudad de México reconocieron que necesitan su servicio de salud y lanzó una convocatoria para 300 plazas de especialistas y pasantes médicos con un salario de alrededor de mil 500 dólares. No especificó si habría un contrato de trabajo.
Lo cierto es que parte de la responsabilidad del sistema de salud es parte de los estados y no sólo de la federación; otro asunto es un problema de actitud: la sociedad no acata las medidas de sana distancia y menos aún en las festividades decembrinas.
Datos de la Secretaría de Salud federal señalan que en la Ciudad de México la ocupación en camas de hospitalización general ya es de 83 por ciento; en el Estado de México es de 71 por ciento; Guanajuato, 66 por ciento; Durango, 60 por ciento e Hidalgo, 59 por ciento. Estas son las entidades en el top cinco de saturación.
“Parte del problema es la negligencia de la gente los médicos se desesperan también por los contagios imprudentes”, reconoce Rendón. “El colapso médico tiene tantas explicaciones… al final, como en el caso de la política, el pueblo tiene a los médicos que se merece”.