México
VANGUARDIA DE SALTILLO

Ejidatarios dejan la tierra y se encierran en las fábricas, “entre egoístas”, por apenas un salario

16/12/2018 - 7:00 pm

Los ejidatarios dejaron de sembrar para convertirse en mano de obra barata para la industria de la región. El campo solo lo ven desde la ventana de sus "camas improvisadas", autobuses con recorridos de hasta 4 horas. Los llevan a fábricas donde pasan jornadas de 15 horas en la maquila donde pierden la noción del tiempo, a su familia y en cierto sentido... la libertad.

Por Christian Martínez

Saltillo, Coahuila, 16 de diciembre (Vanguardia/SinEmbargo).— Sobre el silencio de las tres de la mañana, dos jóvenes caminan en el ejido Pilar de Richardson para abordar el camión de personal que los espera en las orillas de la carretera; se dirigen hacia una de las empresas ubicadas en Saltillo, a más de 100 kilómetros de distancia.

El chofer que los espera, duerme en su asiento cubierto con una chamarra de mezclilla, hasta que el primero de los trabajadores en llegar golpea la ventana para despertarlo.

El trayecto durará alrededor de dos horas y media, según el chofer, pues aún faltan más ejidos por visitar. Algunos de estos jóvenes campesinos, ahora obreros, si el tiempo es extra, regresarán a sus casas hasta las 8 de la noche , después de cumplir una de las jornadas laborales más largas y de las peor pagadas que existen de la OCDE.

En el campo de Coahuila, hay testimonios de jornadas laborales superan las 90 horas semanales, para obtener un salario de entre 1 500 y 2000 pesos y sólo poder dormir cinco horas al día. Además, cada vez es mayor la cantidad de personas que migran hacia las ciudades cercanas en busca de una mejor calidad de vida, y aunque esa es la idea principal, muchos sólo llegan a establecerse en un tejaban en la periferias de Saltillo.

Horas dentro de un camión y luego mñas tiempo en centros de trabajo, una forma de esclavitud moderna. Los "expatriados" ya no están atados a sus tierras por un origen rural Foto: Vanguardia/ Marco Medina/Luis Salcedo

I

Días atrás, durante las primeras visitamos a Imelda, nativa del Pilar y quien ofreció su testimonio sobre recorrer más de cuatro horas diarias para ir y venir a trabajar a estas fábricas.

En un par de habitaciones pequeñas, enseguida del camino que conecta a la carretera Satillo-Matamoros, ella y su familia han vivido durante toda la vida. Es una mujer bajita, amable, de voz fuerte a quien le preocupa como los obreros de la ciudad denigran a los campesinos cuando acuden a trabajar a las maquilas de la ciudad.

Asegura que la gente del campo sabe compartir; que es una de las principales características de sus vecinos, y este rasgo no lo encuentra en las personas de la “ciudad”. Los describe como envidiosos. Egoístas.

“Yo les decía a las personas de ahí [obreros], ‘para mí esto es asfixiante’. Mucha gente es muy egoísta. No quieren enseñar. Se creen los ‘sabelotodo’. No quieren decirle a uno como hacer las cosas. Antes quieren humillar a uno. Yo les decía, ‘aquí ni en ningún lado, nadie somos más que nadie’. Tratan a las persona así. Si te ven que batallas te dicen ‘si no sabes, pos enséñate’. Son personas déspotas. Cuando te explicaban lo hacían rápido y si entendiste, entendiste”.

Para los campesinos, la idea de avance representa explotación. Foto: Vanguardia/ Marco Medina/Luis Salcedo

Imelda no comprende como las personas son felices trabajando en este lugar. En una ocasión, llegó al llanto motivo de los tratos despectivos de los compañeros, por lo que sólo duró cuatro meses forrando asientos de automóvil.

“Es muy feo estar ahí adentro. Cada quién tiene un abaniquito en la mesa de trabajo. Aun así, me sentía como si no pudiera respirar. Yo prefiero andar en el solazo. Allá dentro no te das cuenta si es de noche o de día. Me gusta estar en el campo. Aquí puedo respirar.

A diario, decenas de camiones de personal recorren esta carretera y otras que atraviesan los ejidos de la región sureste de Coahuila para llevar y traer los más de mil 118 campesinos que laboran en las maquilas, según la Secretaría del Trabajo. Cabe resaltar que existen algunos ejidos de los Municipios de Parras y de General Cepeda a más distancia de la que existe entre la ciudad de Monterrey hacia Saltillo, por ejemplo.

Para llegar desde el Pilar de Richardson hasta Saltillo o Ramos Arizpe, el recorrido del camino tiene una duración de entre dos horas y dos horas y media, en el camión de personal, y en suma, en una jornada redonda, son más de cuatro horas las que se invierten de ida y de regreso en los más de 100 kilómetros de distancia que hay entre los dos puntos.

Cuando se trata del segundo turno, el camión de personal recoge a los campesinos a las dos de la tarde para arribar a las cuatro de la tarde a la ciudad. Un turno regular termina a la media noche y regresan aproximadamente a las tres de la mañana hacia el ejido.

Y cuando se trata de un turno doble, según los testimonios, comienza a las dos de la tarde y termina a las ocho de la mañana del siguiente día. Es prácticamente una jornada laboral de 18 horas.

Foto: Vanguardia/ Marco Medina/Luis Salcedo

En este caso, un trabajador regularmente llega a dormir, en teoría, de 8 de la mañana hasta las 12 del día (5 horas) para así repetir la misma rutina durante toda la semana.

En la región Sureste de Saltillo, en los ejidos que pertenecen a las 5 cabeceras correspondiente a dicha región [Arteaga, Saltillo, Ramos Arizpe y General Cepeda], según los datos oficiales, son alrededor de Mil 118 las personas que todas los días realizan es recorrido quienes representan menos del 1 por ciento de esta población según datos proporcionados por las autoridades.

Actualmente en los municipios de la región sureste del Estado, hay 42 mil 736 campesinos habitando aún la zona. Después de Saltillo, Arteaga, Parras y General Cepeda son las cabeceras municipales con más población.

La Secretaría del Trabajo señaló que son más de mil los que actualmente hacen estos recorridos. Las empresas que los contratan son AMVIAN, parque Industrial Zapalinamé, Mabe, empresa que ofrece de los mejores salarios (3 mil pesos una semana con tiempo extra en algunos casos que se encontraron), PISSA, Renova Industrial y Adient.

A principios de año se hizo pública la información de la OCDE en dónde especifica que México es el país en dónde las jornadas laborales son más extensas con más de 2 mil horas al año laboradas. Un obrero que proviene del campo estaría superando las 4 mil horas anualmente con el tiempo de recorrido y los tiempos extras, rebasando las 90 horas en una semana para no ganar más de 3 mil pesos.

Imagen: Vanguardia

Dicha investigación se titula: “OECD Skills Strategy”, y se muestra que alrededor del 34 por ciento de los trabajadores en México padecen sobrecarga de trabajo siendo los que más horas trabajan de la OCDE: alrededor de un 27 por ciento más que el promedio de toda la organización: un 6 por ciento más que en Corea, un 25 por ciento más que en los Estados Unidos y un 32 por ciento más que en Canadá, los últimos dos países vecinos que forman parte de la renovación del TLC.

Otro ejemplo de lo anterior es el de Camarina, de 22 años de edad quien trabajó durante tres años en una empresa en Saltillo. Su horario laboral consistía de una jornada de seis de la mañana a seis de la tarde. El camión pasaba por ella a las tres cuarenta y cinco de la madrugada para poder llegar puntual. Despertaba a las tres. Después de sobrellevar las doce horas fabricando interiores para automóvil, regresaba a las ocho de la noche a su ejido. En suma, son 16 horas fuera de casa debido al trabajo. Hasta que se embarazó. Ahora, platica desde fuera del corral, con su niño pequeño de dos años jugando en la tierra, como su esposo, parte a las dos de la tarde y llega hasta las 9 de la mañana del día siguiente. Y en sus tiempos “libres”, cuando la temporada lo permite, recolecta orégano y lo vende a los coyotes.

Frío extremo o calor no son excusa para faltar a la cita con los camiones. Foto: Vanguardia/ Marco Medina/Luis Salcedo

Al inicio, ella ganaba mil pesos por semana. Las categorías a las que podía aspirar aumentaban de mil pesos a mil 300 o mil 250 pesos; contando el tiempo extra, a lo máximo que se podía llegar eran mil 500 pesos por 90 horas de trabajo.

Los "expatriados" ya no están atados a sus tierras por un origen rural Foto: Vanguardia/ Marco Medina/Luis Salcedo

Son los jóvenes quienes prefieren este tipo de rutina. Nos todos están inconformes con este estilo de vida. Su argumento principal para hacer esta elección es que las sequías y la siembra de temporada no dejan lugar para sobrevivir en el pueblo donde nacieron sus padres y abuelos.

Edgar, de 23 años, también del Pilar de Richardson, al preguntarle por qué no opta por mudarse hacia la ciudad para no tener que recorrer estas distancias durante la madrugada, señala que no quiere pagar una renta ya que su salario se destinaría a solventar ese gasto y prefiere el trayecto a no ser dueño de ninguna propiedad. También señaló las casas habitacionales a las que puede aspirar en la ciudad son muy pequeñas.

Él gana 1750 pesos por semana trabajando como montacargas y en la misma empresa, con la misma situación, hay personas de Veracruz, Chiapas, y regiones del sur del país.

II

Poco a poco se convierte menos conveniente quedarse en el campo. La siembra de temporal, la sequía y la falta de oportunidades denigran la calidad de vida y hace que familias enteras se encuentren esparcidas por la región norte del país. Según los testomionios hay casos de familias de más de 18 integrantes que sólo uno de ellos, queda en el ejido. Desde hace varias décadas y con la edad suficiente para trabajar, migraron hacia las regiones mineras. Lo anterior también obedece a la necesidad de evitar recorrer distancias larguísimas a diario.

Dentro del Código Penal Federal el Confinamiento es descrito en el artículo 28 de dicho libro como la obligación de residir en determinado lugar y no salir de él. Lo anterior, después de que el Ejecutivo haga la designación del lugar, “conciliando las exigencias de la tranquilidad pública con la salud y las necesidades del condenado”, se cita textualmente.

Aun así, en su etimología, Confinar proviene del latín Confinis, que quiere decir “vecino” o “que comparte un límite común”. Lo que pasa con la cada vez mayor cantidad de campesinos que laboran en la fábrica en el norte del país o que tienen que abandonar la zona en donde nacieron y su familia para trabajar en la industria y no poder vivir en otro lugar que no sea la ciudad, no es ordenado por un juez pero si la acción obedece a la cantidad de carencias dentro del campo Coahuilense. Sólo basta con preguntarles a los campesinos, que si no existieran las carencias en sus tierras, o no hubiera la necesidad de migrar hacia las nuevas metrópolis que se crean al Sureste de Coahuila en busca de trabajo, ¿Tomarían la misma decisión de abandonar su lugar de nacimiento? La mayoría respondió que no.

Un ejemplo de este confinamiento sucede en el ejido San Miguel del Banco, en Saltillo. Su población disminuyó alrededor del 80 por ciento desde 1950, según los investigadores Rita C. Favret Tondato, Lorenzo A. López Barbosa, Griselda Valdés Ramos quienes citan este ejemplo en la investigación “Políticas Públicas y Agricultura de temporal: ejido San Miguel del Banco, Saltillo, Coahuila”.

SAN MIGUEL DEL BANCO, UNA REFERENCIA DEL ABANDONO

En aquella década el ejido contaba con 639 campesinos, y para el 2010, 60 años después, sólo quedaron 245 habitantes.

En el 2016, fecha en la que se realizó la investigación sociológica, quedaban 130 individuos en el pueblo; el 80 por ciento se fue. La mayoría hacia Saltillo, Ramos Arizpe, Monterrey y algunos, los menos, hacia otros ejidos, debido a la sequía y al poco desarrollo que se presentaba en esta tierra.

La mayoría de los jóvenes buscan trabajo en la construcción de los centros urbanos y los que se quedan, viajan diariamente. En este caso, sólo son 72 kilómetros de distancia los que hay del ejido hacia las zonas industriales, a menos de 40 minutos de Saltillo.

Fue en este ejido en donde encontramos ejemplos de personas con más de 17 hermanos, en donde la gran mayoría de ellos, migró a la ciudad a las fábricas o a trabajar a las minas. Alrededor del pueblo, se pueden observar una buena cantidad de casas abandonadas.

En el ensayo, los investigadores hacen una crítica hacia las políticas públicas y los proyectos evaluados e implementados por los gobiernos locales para lograr el desarrollo de la zona, pues según éstos, los proyectos no toman en cuenta el nivel de marginación que se vive en esta área ni las necesidades reales.

¿DÓNDE VIVEN EN LA CIUDAD?

Durante esta temporada de frío, al hacer el recorrido en las zonas marginadas en las cuales aún hay personas viviendo en casas de madera, la gran mayoría proviene de algún rancho cercano a Saltillo, por ejemplo. Estas zonas irregulares, también van en aumento generando un problema todavía mayor para las autoridades ya que la mayoría de los terrenos carecen de los servicios básicos y se ven obligados a atender estas necesidades o de desalojarlos si las zona es ecológicamente protegida.

Carlos Manuel Valdés Doctor en Historia por la Universidad de Perpiñán, Francia y Profesor-investigador de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila y quien ha realizado diferentes investigaciones en las zonas agrarias de este estado respecto a la situaciones humanas que viven en la región, confirma el confinamiento y habló sobre los responsables y asegura que en menos de 50 años, comenzaremos a ser testigos de las desaparición de este estilo de vida en el campo.

“Por su puesto este confinamiento le conviene a los extranjeros ¿En dónde van a obtener los norteamericanos, los alemanes, o franceses o lo chinos un lugar tan privilegiado como esta frontera con los Estados Unidos además con obreros muy baratos. Los chinos tienen su mano de obra muy barata pero están muy retirados de EUA. Aquí estamos a 4 mil kilómetros y con obreros muy mal pagados.

“Trabajando en los ejidos, nos dimos cuenta que los fines de semana o en las vacaciones llega gente de Monterrey o de Saltillo a los ejidos a ver a las familias o a ver a su gente y toda esa gente, que regresa a visitar a sus familiares, vive peor que en el ejido [tejabanes en la periferia de la ciudad]. Al menos en lo ejidos tenían sus lugares. Una amplitud en cuanto en el espacio”, señaló el investigador.

Añadió que muchos, en lugar de elegir a Saltillo como destino de comenzar una nueva vida, optan por Monterrey.

Los testimonios resumen el hastío y lo difícil que resulta adaptarse a la vida urbana. Foto: Vanguardia/ Marco Medina/Luis Salcedo

Al cuestionarle sobre los alcances del Reparto Agrario y sus resyltados, ya que gran parte de este territorio se está convirtiendo en un lugar inhóspito, señaló que se debe a un real abandono por parte de las autoridades ya que la zona, en años anteriores, presentaba gran productividad.

“Derramadero era uno de los potreros más extraordinarios de Coahuila. En dónde se cotizaban caballos de muy buena calidad. Es mentira que todo esto ha sido un desierto inhabitable. Cuando Cárdenas hizo la expropiación aquello era de una riqueza magnifica. Ahora ya se hizo pedazos.

“Simplemente estamos viendo con una gran preocupación la muerte del campo en los dos sentidos; una es acabar con la gente y la otra es acabar con el agua. Y será realmente desierto. Parece que es lo pretende el Gobierno federal. Quienes dieron esta encomienda a los gobernadores de Coahuila.

El historiador añadió que en menos de 50 años comenzaremos a presenciar la desaparición de los primeros ejidos, pues el neoliberalismo es una cuestión que se percibe imparable.

Uno de los poblados de donde provienen los ejidatarios. Foto: Vanguardia/ Marco Medina/Luis Salcedo

A nivel estadístico, se desconoce realmente cuanto aumentará la tendencia de trabajadores que abandones su tierras. Lo que sí se sabe, según los testimonios, es que tanto como los recorridos extenuantes que realizan los obreros y la migración hacia las periferias de las ciudades, se deben a una desatención y un fallo de las políticas públicas al respecto, de acuerdo con los expertos.

No hay que olvidar la enorme tradición que significa para México el asistencialismo gubernamental: las carencias del campo son sinónimos de acciones electorales, dejando las verdaderas soluciones archivadas. Dicho asistencialismo fractura la voluntad de autonomía de estas zonas, y las vicia en una dependencia económica.

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