ENTREVISTA | Es más difícil ser una buena persona que un buen escritor: Villoro

16/11/2015 - 12:01 am
Juan Villoro, flamante Premio Excelencia de las Letras 2015. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
Juan Villoro, flamante Premio Excelencia de las Letras 2015. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

El flamante ganador del Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco reflexiona sobre el valor de los reconocimientos en la carrera literaria

Ciudad de México, 16 de noviembre (SinEmbargo).– Otro reconocimiento importante para el escritor mexicano Juan Villoro. Esta vez se trata del Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco, que otorga la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FLIEY) junto con la Universidad Autónoma de Yucatán (AUADY) y la Asociación Académica UC-Mexicanistas.

El autor de El Testigo (Premio Herralde de Novela) y el libro de cuentos La casa pierde (Premio Xavier Villaurrutia)  recibirá el reconocimiento el sábado 12 de marzo de 2016 en el marco de la inauguración de la FILEY, de manos de Cristina Pacheco —viuda del poeta— y Fernando del Paso, anunciaron Sara Poot Herrera, de UC-Mexicanistas, y Rafael Morcillo López, director general de la FILEY-UADY, durante el XVIII Congreso Internacional de Literatura Mexicana, celebrado el fin de semana en la Universidad de California, en Santa Bárbara.

Escritor, traductor, cuentista, periodista y ensayista, Villoro destaca “por su trascendencia literaria y su obra social dentro y fuera de México”, subrayó el jurado integrado por Vittoria Borsó, Cristina Rivera Garza, Hernán Lara Zavala, Max Parra y Jacobo Sefami.

Considerado uno de los intelectuales mexicanos más importantes de la literatura contemporánea en Hispanoamérica, Villoro nació en la Ciudad de México en 1956. Estudió sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Ha sido profesor de Literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y profesor invitado en las universidades de Yale, de Boston y de Princeton. Es miembro del Colegio Nacional en el Área de Literatura.

También ha recibido  Premio Antonin Artaud de la embajada de Francia, Premio Iberoamericano de Letras José Donoso en 2012, Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez por la FIL Guadalajara (2013) y una membresía en el Colegio Nacional. Actualmente  es finalista  de la Segunda Edición del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez.

Durante 20 años escribí sin tener ningún reconocimiento y estuvo bien, dice. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
Durante 20 años escribí sin tener ningún reconocimiento y estuvo bien, dice. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

OTRO PREMIO PARA JUAN  VILLORO

–La primera vez que te entrevisté fue en Bellas Artes, cuando recibiste el Xavier Villaurrutia por La casa pierde, hace 15 años…

–Qué bueno que mencionas el Villaurrutia, pues ese premio me lo dieron en el 2000, pero mi primer libro había sido publicado 20 años antes. De modo que durante dos décadas escribí sin recibir premio alguno. Y no es que falten premios y reconocimientos en México, pero yo no competía en concursos y durante 20 años, que no es poco tiempo, no hubo nada para mí. Eso fue un gran aprendizaje pues nunca voy a olvidar que se puede escribir muy bien, con mucho gusto, sin otro reconocimiento que el eventual contacto con un lector y el placer mismo de la escritura. A partir del 2000, como bien recuerdas, se rompió esa tradición de no tener premio alguno y empezaron a llegar reconocimientos por supuesto no solicitados pero que agradezco como acontecimientos venturosos. Lo más importante para mí es no perder la certeza que no son los premios lo que hacen a un autor, sino que se puede escribir muy bien sin ellos como yo lo hice durante 20 años.

–¿Los premios son una responsabilidad extra en la carrera literaria?

–En cierta forma sí, porque te hacen pensar si estás a la altura o no, el premio lo ha ganado gente muy buena antes que tú, hay un estímulo en cierta forma que aparece como una presión de decir, pues, a ver si me aplico un poco para realmente merecer esto con mi trabajo. Es un estímulo creativo, un acicate para trabajar un poco mejor.

–Ya tienes ganado el premio del cariño de la gente.

–Afortunadamente me he rodeado de afecto; por supuesto hay gente con la que no sintonizo para nada y que no tiene una buena opinión de mí, algo perfectamente lógico, pero en general me he sentido muy acompañado por los afectos. Soy una persona que me dejo guiar mucho por mis instintos emocionales y me da mucho que haya una buena respuesta a lo que hago y soy. Es mucho más difícil ser una buena persona que ser un buen escritor. Hay casos de la historia en el arte de excelsos artistas que son unos auténticos hijos de la chingada. Bueno, yo preferiría, si tuviera que elegir, entre ser un eximio artista y ser una buena persona, esto último.

–Te sientes, entonces, buena persona

–Trato de serlo, porque el que se define a sí mismo como una buena persona, deja de serlo automáticamente. Es como el santo que de pronto se ve al espejo y dice pero qué cara de santidad tengo. La bondad o la ética no admiten una autodefinición. Tienen que ser el resultado de los demás. Ciertamente me esfuerzo en tratar de no ser una persona oprobiosa y creo que el tener una conducta aceptable para los demás es un esfuerzo grande. Hay muchas tentaciones para ser un cretino de tiempo completo. No es fácil esquivar esto. A veces no he podido hacerlo y me he portado bastante mal.

–Siendo una persona tan pública, ¿te has visto obligado a cuidar en exceso tu vida privada?

–Hay cosas que siempre son una tentación. He tratado de mantener a mis hijos al margen de mi trabajo. Cuando te hablan por un reportaje para el día del padre y quieren que salgas retratado con tus hijos, me he negado. Mostrarme con mi biblioteca, mi casa, mis mascotas o incluso en pelotas, no lo hice. No hago anuncio, a pesar de la tentación económica grande que ello significa. En la medida de lo posible he puesto estos frenos, pero la realidad te invade. La realidad es como las hormigas, aparece en todas partes y se cuela por todos sitios. No falta de pronto quien se cuele hacia una zona de privacidad donde no querías tener un testigo, pero ya vivimos todos en el ojo del Gran Hermano, así que más vale –para contrarrestar esto– sino suprimir todos los desfiguros al menos tratar de hacer figuros que no sean tan lamentables.

–¿Qué ha significado José Emilio Pacheco en tu carrera literaria?

–He escrito mucho sobre él. He dado cursos sobre su obra. Hace poco me tocó organizar un ciclo de cuatro conferencias en el Colegio Nacional sobre Amado Nervo y nadie más especialista en el modernismo que José Emilio Pacheco, que también aparece fugazmente en mi novela El testigo. Lo cito en mi obra de teatro Conferencia sobre la lluvia. Ha sido una figura tutelar muy significativa para mí. No podría escribir sin su presencia, sin el diálogo con su obra en todos los géneros que cultivó con excelencia. Realmente que un premio lleve su nombre es un regalo adicional y por supuesto una responsabilidad muy grande. Ahora tendré que hacer menos desfiguros para honrar la memoria de mi admirado José Emilio.

–Tenemos ahí un caso de buena persona y buen escritor a la vez…

–Desde luego. Un hombre generoso y muy honesto, que nunca buscó llamar la atención sobre sí mismo, que siempre pensó en los demás antes que en su propia obra. Fui testigo de ver cómo estaba escribiendo sobre algún autor o incluso corrigiendo la obra de alguien. Es el caso de lo que escribía Fernando Benítez, que no publicaba nada sin que lo corrigiera José Emilio. Era un hombre muy divertido, compartir con él una mesa era una fiesta épica, pues podíamos ver su apetito no sólo para lo que comía sino también para todas las cosas del mundo. La curiosidad que tenía por los libros, la lectura que hacía de los jóvenes, fue una persona inolvidable y ejemplar.

José Emilio Pacheco fue una persona inolvidable y ejemplar, afirma Villoro. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
José Emilio Pacheco fue una persona inolvidable y ejemplar, afirma Villoro. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

–Quién sabe quién comería más, José Emilio, Pablo Neruda o Lezama Lima…

–Son escritores con mucho gusto por la vida. En esto veo un signo de vitalidad, la sensualidad de la comida… dice Octavio Paz que hay dos pasiones fundamentales, la más intensa es el sexo, la más extendida es la comida y muchas veces las dos se cruzan. Estar con José Emilio era una fiesta en todos los sentidos y si compartíamos la comida, lo era más.

–¿Cómo te enteraste del premio?

–El jurado se reúne en Santa Bárbara, California. Me hablaron el sábado a la noche. Yo estaba en el sitio menos épico del mundo, un Oxxo, y ahí me dieron la noticia. Lo primero que pensé que la decisión del jurado representaba un viraje respecto a la tradición del premio, porque se le ha dado con anterioridad al propio José Emilio Pacheco, a Fernando del Paso y a Elena Poniatowska. Son todos escritores con una trayectoria consumada. Me pareció que si pensaban en mí, estaban pensando en un autor de casi 60 años, pero que todavía tiene cosas que demostrar, es decir, que ya no es la figura de una obra lograda, puesto que no me puedo comparar con los ganadores anteriores en ningún sentido, juego en otra liga. Así que se da esta vez al premio a un escritor que está en el final de su carrera, pero que tiene demostrar bastantes cosas. Lo veo como un estímulo para seguir adelante y tratar de estar a la altura del premio, sin poderme comparar por supuesto con los ganadores anteriores.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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