Que nos devuelvan el “Fut”

16/11/2013 - 12:00 am

No estoy al tanto de los juegos, los resultados, los jugadores, las televisoras, los dueños de los equipos, ni los cronistas. Pero había que ver el primer juego del repechaje.

Hace años dejé de ser seguidor del fútbol: cuando me di cuenta de que a los jugadores mexicanos comenzó a importarles más cómo lucen sus volátiles cabelleras, cómo ser originales al festejar los goles que anotan o cómo conseguir patrocinar algo, que el resultado del juego. Puro glamour, ya nada de corazón, nada de pasión, cero deporte verdadero. Habrá excepciones, como en todo, pero como si no existieran, porque no salen en la tele.

La manera de entregarse que el público le regaló a la selección –una mayoría del América más un intento de disimulo–, no se la merecen los jugadores. El equipo mexicano no fue capaz de sostener el 5-0, algo que ya era un hecho. El gol de Nueva Zelanda no tenía por qué haber caído, pero cayó, porque Moisés Muñoz sólo vio pasar frente a él un balón que, casi sin intención de meterse, fue hasta el palo contrario, ahí pegó y rebotó hacia adentro de la portería. Entonces sí, el portero comenzó un movimiento que detuvo porque ya era inútil… el gol estaba anotado. No le importó, faltaban 2 minutos para el final.

Pero el resultado se logró y no me refiero al marcador, sino a la manipulación del ánimo nacional. Ya todo está salvado, no importan las reformas, no importa el espionaje, ni los sueldos de los príncipes y el rey, no importa nada. Ganamos medio boleto para el mundial, con una ventaja que nos da tranquilidad. El gozo nos une a todos, nos hace iguales, como lo demuestra la foto tuiteada de Peña Nieto con su esposa y cercanos, festejando con ademanes, gritos y gusto uno de los goles del partido. Además, es el Buen Fin, ¿qué más queremos?

El fútbol se echó a perder cuando comenzó a ser -ante todo y contra todo- un negocio millonario. Lo mismo le pasó a la política, que se volvió puro negocio. Antes había vocación, intentos de hacer cosas, un poquito de vergüenza. Hoy la política, como el fut, es cosa sólo de dinero. Incluso el poder ha pasado a segundo plano, a ser sólo un instrumento para obtener más dinero. Para eso sirven las leyes, las cámaras y la administración de justicia. “Ya fregué, tengo resueltas tres generaciones”, oí decir a alguien que se sintió seguro de entrar al “servicio” público… sector público, mejor.

Sigue su marcha el proyecto de enajenar a Pemex, dígase lo que se diga. Pero las operaciones bursátiles ya pagarán impuestos, así que “todo está bien”. Muere un hombre luego de 5 días de espera afuera de un hospital sin ser atendido, pero se tuiteó y todos reprobamos el hecho con indignación; o sea, “todo está bien”. Nos espían, pero ya lo dijo Fox: así se usa, o sea que “todo está bien”. La violencia está peor que con el peleonero Calderón, aunque ya no sale en los periódicos y eso hace que “todo esté bien”.

Hemos llegado a ser un país que aguanta cualquier cosa, con la infundada esperanza de que luego todo se arreglará. No importa que suframos hambre, que más de la mitad de nuestros paisanos esté en la pobreza extrema, que nuestro sistema educativo sea una estrategia para generar ignorantes incapaces de defenderse, que nos estemos quedando sin país porque unos hiper millonarios reciben “una lana” a cambio de la cesión de México, nada importa. Somos los campeones de la resignación católica, que todo lo acepta a cambio de un cielo prometido. Se necesita ser ignorantes para aguantar esto, y nosotros lo aguantamos.

Como sociedad se nos debe la tranquilidad, se nos debe la capacidad de sostenernos, se nos debe la educación real, los servicios de salud. ¿A quién acudir para que nos devuelvan la dignidad, la patria, el verdadero fútbol? ¿A quién?, se pregunta Mardonio Carballo y sugiere la respuesta: “A nosotros, a nuestra propia reflexión y sensibilidad”.

Parece difícil de creer, pero ningún gobierno se sostiene sin la aceptación del pueblo. Es cierto. Creerlo nos hará salir adelante; creerles nos hundirá más, y más, y más.

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