Secretos de una metrópoli galáctica

16/10/2014 - 12:01 am
Imagen del cúmulo de galaxias asociado con MRC 1138-262. ESO/M. Kornmesser
Imagen del cúmulo de galaxias asociado con MRC 1138-262. ESO/M. Kornmesser

“Las galaxias son como las personas” escribió alguna vez el gran astrónomo Sidney van der Berg: a pesar de las similitudes, cada una tiene una historia diferente y un destino personal y colectivo. Y si congregas a decenas o cientos de personas para que convivan e interactúen, podrías esperar casi cualquier cosa.

Pues bien, los cúmulos de galaxias parecen tener este tipo de coexistencia: son los objetos más grandes de universo, se mantienen unidos por la mutua fuerza de gravedad, pero su formación y los procesos de evolución no son del todo claros. Y como en el caso de las personas, los roces y enfrentamientos entre sus miembros son naturales y tienen consecuencias.

Cuando dos o más galaxias chocan, el resultado a largo plazo es una galaxia más grande, más masiva y de forma elíptica. La fuerza de gravedad de este nuevo objeto atrae otras galaxias cercanas, formando una gigantesca conglomeración galáctica. Un ejemplo de este tipo de cúmulos involucra a MRC 1138-262, también conocida como la “Galaxia Telaraña”, un objeto que ha sido ampliamente estudiado con varios telescopios y que se piensa es uno de los mejores casos de una “metrópoli galáctica” en plena formación.

Pero la historia completa de “unión forzada” en estos objetos nunca han sido vista directamente por los astrónomos, es una película que dura varios miles de millones de años. Lo que hacen los científicos es observar instantáneas cósmicas, analizar esas imágenes astronómicas, proponer hipótesis, crear modelos físicos y computacionales y compararlos con lo que se ve. Cuadro por cuadro, los investigadores han desvelado y recreado las distintas etapas en la vida de los cúmulos de galaxias. Y la formación de estrellas dentro de ellos es clave para entenderlos.

Usando la antena APEX, un equipo de astrónomos encabezado por Helmut Dannerbauer (Universidad de Vienna, Austria), investigaron cuánta formación estelar se produce en la Galaxia Telaraña. Para esto, usaron la cámara LABOCA instalada en APEX e hicieron una imagen de 40 horas, detectando radiación de microondas. APEX es un telescopio ubicado a 5,050 metros sobre el nivel del mar, en el desierto chileno de Atacama, que observa el cosmos en luz cuya longitud de onda va de algunos milímetros a décimas de milímetro —similar a la que utiliza un horno de microondas convencional.

Las observaciones revelaron numerosas regiones de formación estelar en una cantidad muy superior a lo que esperaban ver. Los cúmulos de galaxias maduros no son lugares especialmente adecuados para el nacimiento de estrellas. En ellos, el gas que sirve de alimento para nuevas generaciones estelares prácticamente se ha agotado; el polvo —un ingrediente característico de las regiones de formación estelar— pocas veces se detecta en estos grupos galácticos.

Sin embargo, Telaraña parece ser diferente y más joven. Probablemente se trata de una metrópoli de galaxias en construcción, de ahí que todavía se observe una gran actividad de cuneros estelares. Pero MRC 1138-262 dio más sorpresas a los investigadores. Helmut y sus colaboradores esperaban que mucha de la actividad estelar joven estuviera en los largos filamentos que conectan las galaxias. Sin embargo, descubrieron que la formación está concentrada en una zona diferente y que esa región no está centrada en la Galaxia Telaraña.

“Las nuevas observaciones con APEX añaden la pieza final para crear un censo completo de los habitantes de esta mega-urbe estelar”, explica Helmut Dannerbauer. Pero en realidad la historia no termina aquí. Los astrónomos esperan utilizar el conjunto de antenas ALMA para desmenuzar con mayor detalle las distintas regiones donde se observa la formación estelar.

“Teníamos el objetivo de encontrar las regiones ocultas, donde se forman estrellas, en el cúmulo de galaxias —y lo logramos— pero desenterramos un misterio más, que no esperábamos. La metrópoli en la Telaraña está desarrollándose de manera asimétrica”, concluye el Dr. Dannerbauer.

Dentro de varios miles de millones de años nuestra Vía Láctea y las galaxias a su alrededor formarán una red y un grupo similar al que rodea a MRC 1138-262. Para entonces, muy probablemente, ni nosotros, ni la Tierra, ni el Sol existirán. Las galaxias, como las personas, parecen tener finales inevitables, aunque algunas veces son enigmáticos e impresionantes.

Vicente Hdez

Twitter: @naricesdetycho

Vicente Hernández
Astrónomo y divulgador de la ciencia
en Sinembargo al Aire

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