Enrique Krauze celebra su 70 aniversario, con una prolífica vida editorial

16/09/2017 - 12:03 am

En estas siete décadas ha dedicado a ser uno de los historiadores y biógrafos más reconocidos de habla hispana, además de un referente en temas de política. Así lo comprueba Tusquets Editores, con sus libros, desde Mexicanos eminentes hasta Biografía del poder, Caudillos culturales en la Revolución mexicana, Daniel Cosío Villegas, una biografía intelectual, El poder y el delirio, y la editorial Debate, con títulos fundamentales para comprender la realidad mexicana.

Ciudad de México, 16 de septiembre (SinEmbargo).- Enrique Krauze, quien nació en la Ciudad de México el 16 de septiembre de 1947, cursó la Licenciatura en Ingeniería Industrial en la Universidad Nacional Autónoma de México (1965-1969) y el Doctorado en Historia en el Colegio de México (1969-1974).

Fue profesor de Recursos y Necesidades de México en la Facultad de Ingeniería (1968-1969), consejero universitario por la Facultad de Ingeniería (1968-1970), profesor investigador del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México (1977), visiting professor en St. Anthony’s College Oxford, y visiting scholar en The Wilson Center.

Durante más de 20 años, colaboró con Octavio Paz en la revista Vuelta, de la que fue secretario de redacción (1977-1981) y subdirector (1981-1996). En 1992, fundó Editorial Clío, de la que es director, además de que también ocupa el mismo cargo en la revista cultural Letras Libres, que fundó en 1999 y circula en varios países de habla hispana.

Es autor, entre otros libros, de Redentores. Ideas y poder en América Latina (Debate, 2011), Octavio Paz. El poeta y la revolución (Debolsillo, 2014) y El arte de la biografía (Debate, 2012).

ALGUNOS CONCEPTOS EN SUS ENTREVISTAS

-Hay una relación entre el liberalismo económico y el liberalismo político, pero no son lo mismo. Creo firmemente que se puede ser liberal en lo político, pero no ortodoxo en lo económico, ni mucho menos adscribir al neoliberalismo. Por ejemplo, vamos a poner a Isaiah Berlin, que siempre ha sido uno de los hombres que más he admirado. Era un perfecto liberal en lo político y provenía de la mejor genealogía liberal en la historia, pero que nunca dejó de pensar que el socialismo y los ideales de fraternidad, de igualdad, de atención a los más necesitados, no debían perder vigencia. Creo que el Estado tiene una función muy importante e ineludible. Quizás la contaminación a lo largo de mucho tiempo el liberalismo político clásico con el liberalismo económico, haya sido una de las razones por las cuales se afectó el ideal. Quisiera creer que este libro y algunos otros libros y ensayos míos, contribuyen a colocar el liberalismo clásico en el lugar que merece.

-Bueno, soy crítico y no. Por un lado debo decir que no primaba la paz de los cementerios. El Porfiriato, como toda la historia de México, está lleno de mitos. Creo que México es el país más oprimido por los mitos que cualquier otro del continente latinoamericano. Vivimos literalmente sepultados por un alud de mitos. Uno de esos mitos dice que el Porfiriato fue una espantosa dictadura y que se vivió durante 35 años en la paz de los cementerios. Vea usted los programas que estoy haciendo ahora para la televisión y se dará cuenta de que el Porfiriato fue una época de gran desarrollo económico y social, incluso cultural, México tuvo paz. Un país absolutamente diezmado por las guerras civiles, raciales, internacionales e internas, un país casi despoblado, un país sin futuro, de pronto encontró un gobernante claro, con un proyecto de estadista, que llevó a México a ubicarse en un lugar respetable y respetado, entre las naciones. No era tan rico como Argentina en aquella época, pero llegó a producir su economía, sus servicios y a colocarse en un proceso de verdadera madurez, que faltó. No se podía brincar tres siglos de abandono en términos de pobreza e igualdad y dar vuelta todo eso en unos pocos años. Faltó progreso político, faltó madurez, faltó ciudadanía, faltó democracia. Pero hay que tratar de comprender a los gobernantes en su tiempo y sí le puedo decir algo, comparado con los dictadores del siglo XX, Porfirio Díaz es una verdadera alma de la caridad.

-Habiendo nacido en México, pero siendo finalmente hijo de inmigrantes, de una familia judía proveniente de Polonia, he tenido siempre una mirada de asombro, de extrañeza, de fascinación y de tristeza por la cultura y la riqueza de este país, la espiritualidad sobre todo en las mujeres, por un lado y por el otro por los vicios y los defectos que acarrea eternamente. Es un país violento. De verdad es violento. Es un país donde se está sacando la pistola de manera real y virtual todo el día. Esto que usted y yo estamos haciendo ahora, que es lo que también hice en mis libros y que consiste sencillamente en conversar, simplemente no existe. Aquí suena la vieja canción de “Jalisco nunca pierde y si pierde, arrebata”. Es la incapacidad de escuchar. A veces pensé que esa cultura de la intolerancia era, digamos, de signo marxista, que tenía que ver con las ideologías, pero creo que es anterior, que viene del siglo XIX y de la lucha entre los liberales y conservadores; fue tan dura, tan llena de odio, que en la lucha contra los ultramontanos y católicos de los conservadores, los liberales se volvieron igualmente ultramontanos y dogmáticos. Esa intolerancia frente a las opiniones del otro, que se vuelve intolerancia del otro, es muy mexicana.

-Existen indudablemente las causalidades de toda índole, sociales, culturales, económicas, antropológicas…el haber venido de un pasado Mexica, que no fue precisamente suave, el haber sufrido el shock de la Conquista, todo eso pesa, la historia pesa, el pasado es presente, pero no llevaría las cosas al extremo de pensar que vivimos en una jaula antropológica. Creo que existen, si se comprenden los procesos, opciones de libertad y de progreso. Pero ahí está el problema: si se comprenden los procesos. En México, lo he estado diciendo, hay un déficit de comprensión frente a las taras que nos heredó el pasado, tanto el remoto como el reciente.

-Creo que la socialdemocracia sueca o la tradición escandinava es eso. Creo que debidamente acotado por la opinión pública y el aparato judicial, un Partido socialdemócrata puede hacerlo muy bien. Lo hizo muy bien en España, pero allí le faltó acotar el poder, porque el tema de la corrupción siempre está rondando. Ahora tanto como concebirme como un socialdemócrata, no sé, estoy una zona entre la socialdemocracia y el liberalismo político. Pero jamás he sido un liberal en lo económico ni mucho menos…

–No, si ya estamos viendo los resultados de esa teoría del derrame en la crisis actual. Hay una profunda desigualdad sobre la que ha habido gran reflexión recientemente. Lo que creo que hace falta son ideas prácticas para ayudar a los que están abajo y en ese sentido siempre he sido un ardiente defensor y admirador de las ideas de Gabriel Zaid. Si no fuera porque nunca concede entrevistas, estaría desde luego en mi libro. Pero ahí están sus trabajos. El progreso improductivo, por ejemplo, una verdadera mina de ideas concretas y asequibles para cómo verdaderamente ayudar a la gente que lo necesita. Y si dije ayudar, apoyar, ideas, esas mismas palabras le hablan de usted de que no se trata de laissez faire, laissez passer. En términos de economía, creo en el mercado, pero no lo deifico. Puede usarse el mercado para que a través del mercado pueda introducirse una animación de la economía en las zonas pobres y marginadas de los países.

–Creo que estamos en el crepúsculo de los intelectuales, en el sentido de que la figura del intelectual tal como se conoció en el siglo XX, ha cambiado profundamente. Ahora estamos en el reino del comentario político, de las columnas breves, de las opiniones de 140 caracteres. La velocidad y la aceleración de la vida contemporánea no ha ayudado mucho a la figura serena y apartada del intelectual. Sin embargo, el intelectual tiene todavía una función, siempre y cuando defienda sus armas específicas que son el conocimiento, la comprobación, la fundamentación, la lectura profunda, la conversación respetuosa, tolerante, y los argumentos pulcros y claros.

–Le han dado voz a los patanes, pero también le han dado voz a gente que ha descubierto el milagro de la expresión. Me parece un pensamiento un poco elitista del gran Eco. Mire, creo que las redes se usan por un porcentaje de los tuiteros como procesos inquisitoriales Express, donde se da todo tipo de mentiras, de calumnias, de barbaridades, insultos, escupitajos…Mi experiencia es que son una minoría y que la gran mayoría acude allí para romper la soledad, para hacer un arco de comunicación con el otro y hasta para informarse un poco. Ahora bien, de ahí a considerar que pueden ser armas o depósitos de verdadero conocimiento, estamos un poco lejos. Si la gente se quiere informar, lo siento, tiene que hacerse a la idea de que debe leer más de 140 caracteres.

–Durante una época fui presa de ese alcoholismo cibernético y como fui blanco de varios ataques sobre todo antisemitas, pues reaccioné, porque soy una persona que le gusta la esgrima y la polémica. Pero luego me di cuenta de que era algo tan minoritario, que se hacía prácticamente inexistente. La vida es breve y hay que dedicarla a hacer libros, a hacer la revista, a hacer empresas, documentales…hay tantas oportunidades de creatividad y la cultura no es una zona de desastre en México y hay que procurar que lo sea cada vez menos.

–La tortura está en no comprender, ahora que nos urge comprender, qué tanto heredamos de esas largas décadas pacíficas del siglo XX y que nos ha impedido vertebrar una sociedad decente. Era tan poderoso el Partido hegemónico y el Presidente sexenal e imperial que nos condenó a una especie de adolescencia fósil. Fueron 70 años de no tener que ser ciudadano, ¿para qué?, 70 años de no tener que preocuparnos por la justicia, por la policía, los ministerios públicos, los procuradores, toda la cadena de una sociedad civil y decente –por decente quiero decir que respete la vida humana-  Todo lo arreglaba el Papá Gobierno, que estaba cargo de todo, vivir era como acomodarse alrededor de ese gran padre. Había por fortuna excepciones en personas que buscaban un camino independiente en la economía, en la sociedad. No obstante, la presencia del PRI fue muy grande. Sí fue la dictadura perfecta como dijo Mario Vargas Llosa, pero perfecta en mucho más de un sentido que el propio Vargas Llosa imaginó, porque fue un poder narcótico que adormeció a la sociedad. La convenció de que podía haber paz, orden, crecimiento económico y ahí la llevábamos los mexicanos, divirtiéndonos alegremente o no alegremente, pero había mientras tanto zonas muy preocupantes, como la pobreza de las urbes, la pobreza campesina; pero, sobre todo, a mi juicio, nos olvidamos de la democracia y de la justicia. Mi generación luchó por la democracia y ahora México vive una democracia difícil, pero vive una democracia. Lo que no vive es una justicia. Aquí la impunidad, la corrupción y la violencia proponen la ley de la selva. En México se vive la ley de la selva, pongámoslo así. ¿Dónde están las leyes? ¿Dónde está la respetabilidad de los jueces y de todo ese universo? Esa es una herencia del siglo XX que no está entendido, por eso desembocamos en la denuncia rápida de decir que la culpa es de Peña Nieto, de Calderón…¡Claro que tienen una responsabilidad enorme! ¡Claro que debemos exigirles todos los días! Sólo que con la denuncia express se avanza poco. Hay que comprender la historia.

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