Germán Petersen Cortés
16/09/2014 - 12:02 am
PAN: usos y abusos de los fundadores
El 16 de septiembre de 1939 se integró la Asamblea Constituyente de Acción Nacional, que aprobó los Principios de doctrina y los Estatutos del partido. Así, hoy el PAN cumple 75 años. El partido llega a esta edad recordando por doquier a sus fundadores. Este enaltecimiento discursivo de los patriarcas contrasta con el olvido de […]
El 16 de septiembre de 1939 se integró la Asamblea Constituyente de Acción Nacional, que aprobó los Principios de doctrina y los Estatutos del partido. Así, hoy el PAN cumple 75 años. El partido llega a esta edad recordando por doquier a sus fundadores. Este enaltecimiento discursivo de los patriarcas contrasta con el olvido de sus ideas al momento de actuar. A los fundadores del PAN se les usa sobre todo para legitimar y a veces hasta se abusa de ellos, por ejemplo utilizándolos para arropar acciones contrarias a su ejemplo, pero poco se toma en cuenta su legado cuando se trata de hacer política.
En los Principios de doctrina de 1939, se sostiene que “el interés nacional es preeminente; todos los intereses parciales derivan de él o en él concurren”. Así, desde la fundación del partido, los primeros panistas acordaron supeditar cualquier otro interés al interés superior de la nación. En consecuencia, para cualquier panista que se precie de estar a la altura del legado original no hay objetivo partidista, grupal y mucho menos personal que esté por encima del bien de México. ¿Cuántos panistas han puesto hasta los intereses más superfluos por encima del interés nacional?
Los mismos Principios establecen que “El recto ejercicio de la autoridad (…) no es el capricho de un hombre o de un grupo, sino que tiene por fin la realización del bien común”. Gómez Morin y compañía asentaron que, para el panista, el ejercicio de la autoridad debe tender necesariamente a la búsqueda del bien común. Este postulado choca escandalosamente con el sentido que dan al ejercicio de la autoridad los blanquiazules que han hecho de la política un medio privilegiado para “embriagarse en lugares cada vez más exclusivos; quitarse de encima, con toda prontitud, a las autoridades que osen marcarle un alto a sus abusos; comprarse más trajes Zegna, corbatas Hermès o zapatos Ferragamo, aunque ya no quepan en el guardarropa”.
En términos económicos, el PAN se ha acogido sin reparos al libre mercado, con una fuerte aversión a la intervención del Estado en la economía. A 75 años de la fundación del partido, no deja de ser irónico que las políticas económicas de los gobiernos panistas hayan puesto en práctica directrices contrarias al espíritu primigenio del PAN. Si bien el modelo económico propuesto por el PAN en 1939 buscaba consolidarse como una alternativa al cardenismo, también pretendía distinguirse del individualismo, la injusticia y la subordinación de toda la sociedad al mercado que caracterizan a ciertas variedades de capitalismo.
De hecho, en los Principios de doctrina, el Estado tiene un papel clave en la economía: “El Estado tiene autoridad, no propiedad, en la economía nacional (…) Ha de urgir todas las actividades adecuadas para la firmeza y la prosperidad de esa economía; (…) ha de corregir las injusticias que en la aplicación de la renta nacional existan”. ¿Alguien que lea esto con un mínimo de objetividad puede asumir que dentro de estos lineamientos cabe un neoliberalismo puro y duro?
Sobre la laicidad, los Principios señalaban que “El Estado no tiene ni puede tener dominio sobre las conciencias, ni proscribir ni tratar de imponer convicciones religiosas”. El PAN defendió la laicidad del Estado desde su inicio, entendiéndola como no prohibir pero tampoco imponer convicciones religiosas. Sobre esto mismo Gómez Morin señalaba a fines de los sesenta que, “como partido, Acción Nacional no tiene carácter religioso alguno, ni pide a sus miembros declaraciones de fe, ni de sus convicciones religiosas”.
Abundan hoy los panistas cuya principal bandera consiste en presumir su catolicismo, pasando por alto el carácter originalmente laico de la institución. Esto se observa incluso en militantes jóvenes del blanquiazul, como puede constatarse echando un vistazo a sus semblanzas en Twitter. Hay hasta quienes traducen sus creencias personales en leyes, bajo el único argumento, por lo general implícito, de que esas son las posturas de la Iglesia. Así, claramente imponen sus convicciones religiosas a las conciencias, tal como no querían los fundadores del PAN.
En aras de ser congruentes, los militantes del PAN deberían acompañar su encumbramiento de los prohombres del partido con un mínimo de lealtad hacia sus ideas. O de una buena vez aceptar que el partido actual está muy lejos del de 1939, reconocer que no se tiene ninguna intención de recuperar algo de la institución de entonces y dejar de insistir en la supuesta admiración hacia los patriarcas.
Otra posibilidad es, como se ha hecho ampliamente hasta ahora, usar y hasta abusar de los fundadores para engalanar iconografías, sacar lustre a discursos y en suma recurrir a ellos como fuente de autoridad, pero pasar por alto sus enseñanzas en la práctica. El problema con este camino no es menor, aunque quién sabe si sea significativo para uno que otro cínico: implica una deshonra sistemática a la memoria de quienes se dice enaltecer.
@GermanPetersenC
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