Un mínimo de vergüenza

16/08/2014 - 12:00 am

Le pregunto a la voz oficial: ¿Quieren que creamos que un incremento a los salarios mínimos es inflacionario, y que el aumento a los combustibles no? La aritmética más elemental –que debería usarse antes de declarar– hace que su intento de engaño resulte vergonzoso, por decirlo suave.

No sé si a usted también le pasa, pero cada vez que voy al súper me llama la atención algún aumento de precio que puede ser de fruta, cereal, pasta de dientes o de cualquier cosa. Y son brincos notorios, nada que ver con un 3.9%.

En cuanto el Dr. Miguel Mancera mencionó una consulta popular para ver si se aumenta el salario mínimo en el Distrito Federal, se desató una campaña en contra de la idea; es decir, en contra suya. Sí, el proyecto es que el PRI recupere la capital, y sus flancos de ataque son la Línea 12 del Metro, el salario mínimo y lo que venga. La razón central esgrimida en contra de la propuesta del Jefe de Gobierno, es que un incremento al salario mínimo sería inflacionario.

La afirmación es cierta. Un incremento a los salarios hace que todo suba. Pero igual consecuencia tienen los gasolinazos, ¿o no? A propósito: vivimos en un país petrolero, pero en 10 años ya pagamos prácticamente el doble por la gasolina; pero eso no lo menciona la voz oficial.

Total, que la idea de subir los salarios mínimos desató el debate de la semana. Hagamos memoria: el primero de enero se determinó un incremento del 3.9%, o sea que el mínimo general quedó entre unos 67.29 y 63.77 pesos por día, según la zona. Es decir, 8 horas de trabajo, a poco más de 5 pesos la hora. Estas cuentas nos obligan a no olvidar que los “representantes” del pueblo, esos que autorizan las leyes que nos rigen, gastan en una noche el equivalente a más de 500 días de sueldo mínimo (a 13×1) en la renta de una casa para hacer una fiesta. Ojo, la suma no incluye los honorarios de las “teiboleras”.

No es de extrañar, entonces, que los más oprimidos de México se sumen al creciente torrente de migración hacia los Estados Unidos, donde ganarían $7.25 dólares por hora (mínimo de Texas), más de lo que ganan aquí en todo un día… y eso, si aquí tienen trabajo.

El aparato gubernamental tiene dos motivos para combatir la propuesta del aumento salarial. Por una parte, darle un palo más a Miguel Mancera para desinflar su imagen y ganarle poco a poco la capital a la “izquierda” (ya nomás de nombre); la otra ya lleva décadas operando: consiste en ir minando sigilosamente la cohesión de la base social.

Un sueldo insuficiente somete a las familias a una presión que las inmoviliza. Quien gana apenas para subsistir no puede estar atento a lo que hacen los gobernantes, no tiene energía, no puede pensar, no tiene alternativa ni futuro: lo urgente es la supervivencia de su familia. Y lo tiene que resolver, día tras día, con 67 pesos o incluso sin trabajo.

Como dirían los clásicos: la pobreza genera una sociedad “zombie” que anda como los animales silvestres, tratando de conseguir comida a toda hora, todos los días. En esa circunstancia, ¿cuál resistencia puede oponer?

en Sinembargo al Aire

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