Estudio halla vínculo entre medicamentos para la acidez e infartos

16/06/2015 - 12:01 am
El trabajo tomó en consideración una muestra de 3 millones de personas. Foto: Shutterstock
El trabajo tomó en consideración una muestra de 3 millones de personas. Foto: Shutterstock

Ciudad de México, 16 de junio (SinEmbargo).- Un estudio de la Universidad de Stanford demostró que existe una estrecha relación entre los medicamentos comúnmente utilizados para controlar la acidez y el aumento del riesgo a sufrir un ataque al corazón.

La investigación ve con preocupación cómo miles de médicos alrededor del mundo resuelven los problemas derivados del jugo gástrico de sus pacientes con recetas de medicamentos llamados “inhibidores de la bomba de protones” (PPIs, por sus siglas en inglés), como es el caso del omeprazol, esomeprazol, lansoprazol, rabeprazol, pantoprazol y dexlansoprazol, entre otros.

Éstos reducen la secreción de los ácidos estomacales de forma duradera, pero su uso “se asoció con un aumento de aproximadamente el 20 por ciento en la tasa de riesgo de un subsecuente ataque al corazón entre los consumidores adultos”, sostuvo este estudio publicado en la revista científica PLOS ONE.

Tan solo en Estados Unidos son emitidas 100 millones de prescripciones con alguno de estos medicamentos cada año, apuntó este trabajo hecho por la Facultad de Medicina de dicha universidad.

La investigación tomó en consideración una muestra de tres millones de personas, con la que se hizo un trabajo de comparación y cruce de datos. “Este tipo de drogas podrían no ser tan seguras como pensamos”, opinó Nicholas Leeper, coautor de la investigación en declaraciones hechas al portal de Stanford.

Como millones de personas en el mundo, Peter Leehy es un estadounidense que sufre problemas de reflujo, por lo que se valió de PPIs para reducir los síntomas que le aquejaban, según relató a la cadena de noticias de ese país CBS.

“Se fue empeorando progresivamente, al punto que un día sentí mucho malestar en mi pecho y eventualmente la sensación se me subió al cuello”. Como Leehy, en México se reportan 75 mil infartos al año, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) develados en enero, de los cuales 30 mil terminan en la muerte. Un problema que se ha extendido si se considera que de 1998 al 2013 los padecimientos cardiacos por diversas causas aumentaron 37 por ciento.

Estudios anteriores ya habían apuntado que esta clase de medicamentos afectaban el revestimiento de los vasos sanguíneos, lo que incrementa el flujo de la sangre y eleva los riegos de padecer un ataque al corazón. Sin embargo, este sería el primer trabajo que utilizando datos estadísticos muestra el conjunto de riesgos que implican los PPIs.

Con datos de la clínica de la Universidad de Stanford registrados desde 1994, el equipo investigación descartó a los pacientes que tuvieran problemas coronarios ya diagnosticados, y en cambio confirmó a quienes a pesar de no contar con defectos de nacimiento desarrollaron problemas del corazón tras usar estas medicinas.

Para respaldar esta investigación liderada por el científico Nigam Shah, se realizó un trabajo paralelo en colaboración con el Mount Sinai Medical Center de New York, en el que se tomó una muestra sobre mil 500 pacientes que reportaron malestares de pecho, y a quienes de rutina se les preguntó si estaban utilizando dicha medicina para la acidez.

Los resultados corroboraron lo que creían desde un principio: “En la población estudiada, el uso de PPIs duplicó el riesgo de los pacientes a sufrir un subsecuente problema del corazón”.

Por otra parte, la solución ante el extendido uso de estos inhibidores podría estar dentro de los hallazgos del mismo estudio. Ya que no se encontraron evidencias de que los “bloqueadores H2”, también utilizados para contrarrestar los males del reflujo estomacal conlleven los mismos riesgos al corazón. Entre estos se hallan la famotidina, cimetidina, ranitidina, niazatidina.

“Los bloqueadores H2 tienen un efecto similar al de los PPIs para reducir la acidez gástrica, sin que incrementen consistentemente el uso riesgo cardiovascular, según lo observado en tres bases de datos estudiadas”, citó el informe publicado en PLOS.

Nigam Shah hizo énfasis en que la diferencia entre ambos medicamentos está apoyada no sólo en su trabajo estadístico, sino en trabajos previos de Stanford llevados a cabo algunos años atrás.

“Las investigaciones hechas entonces mostraron que los PPIs impedían la producción de una importante sustancia, óxido de nitrógeno, dentro de las células endoteliales que recubren cerca de 100 mil millas [unos 160 mil kilómetros] de vasos sanguíneos en un adulto promedio”, reza el trabajo.

En ese sentido Shah y su equipo se sintieron motivados a estudiar otros efectos similares provocados por otro tipo de medicamentos. No obstante, “estas asociaciones necesitan ser probadas luego de largos periodos de prueba aleatoria”, dijo Leeper.

Ninguno de los investigadores de Stanford pretende que los pacientes que ahora utilizan PPIs detenga su tratamiento sin consultar a su médico, pero creen que estos resultados pueden forzar cambios en las relaciones doctor-paciente. Hacer una pausa antes de recetarles dichos medicamentos, y así explicar los posibles efectos adversos que tienen estos productos.

”Porque son con frecuencia utilizados más allá de los periodos recomendados por los laboratorios”, cita el trabajo de Stanford. Asimismo, los resultados serán presentados ante las empresas farmacéuticas y el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos en agosto.

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