Los miércoles a la una de la tarde en la Plaza Juan José Baz, mejor conocida como Plaza de la Aguilita, un diablero carga objetos fuera de lo común: no es mercancía a la venta. En la carretilla hay una mesa, seis sillas, una consola de audio que ha visto mejores épocas, tres micrófonos, extensiones y dos grandes bocinas. Todo se descarga bajo la sombra más codiciada de la plaza, y queda en manos de Joaquín Aguilar.
Aguilar –en el apellido trae marcado el destino– saluda a los dueños de uno de los locales más antiguos del barrio (desde 1955), la taquería “Tripolandia”, quienes le han dado permiso de conectar su extensión y así darle vida a la cabina portátil de “Radio Aguilita”. Joaquín, como le llaman todos, es músico y es oriundo del popular barrio de La Merced, en el corazón de la Ciudad de México, conoce bien sus códigos y el barrio lo conoce a él. Ha dedicado la mayor parte de su carrera a la gestión cultural.
Su proyecto de radio comunitaria depende de Casa Talavera, el centro cultural de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) que, como él lo explica, es una institución que surgió como “alternativa de educación superior para aquellos jóvenes, mayormente de la periferia del Distrito Federal, que no conseguían inscribirse en otras universidades”.
El primer rector de dicha universidad, Manuel Pérez Rocha, buscaba que el centro cultural fuera congruente con la misión educativa así que cuando le ofrecieron ubicarlo en el centro histórico, decidió tajantemente: “No en el centro bonito, donde ya existe mucha oferta cultural, vamos a donde no hay, vamos a la Merced”, cuenta Joaquín.
Encontraron el lugar perfecto: Casa Talavera, un inmueble del siglo XVII resguardado por el Instituto Nacional de Antropolocía e Historia (INAH), que en 1931 fue declarado monumento histórico y que comenzó siendo la morada de los marqueses de Aguayo, luego pasó por varios usos desde fábrica hasta “casa de recogimiento para señoras casadas”, y Ahora alberga las oficinas y actividades culturales de la UACM.
Desde su inicio, en 2001, Casa Talavera tenía claro que debía ser un espacio de vinculación no sólo con sus estudiantes sino con el barrio y la comunidad en donde se ubica. El programa de espacio público que dirige Joaquín es donde se materializa esa intención. Y Radio Aguilita encarna el mejor ejemplo de cómo apropiarse del espacio público para renovarlo e impactar favorablemente en la comunidad.
UNA BOCINA MÁS POTENTE
Hace seis años, cuando inició la radio-bocina (el auditorio solamente puede ser tan amplio como alcancen las ondas que amplifican las dos bocinas) el primer paso fue negociar la luz con los locatarios. “Todos los días iba a la cafetería Bagdad así que, aprovechando que me conocían, llegué con mi equipo y les pedí prestada la corriente por un par de horas”, cuenta Joaquín. “Empecé por presentar a Radio Aguilita, cuya misión en ese momento era solo informar sobre las actividades de Casa Talavera porque, a pesar de que la Casa llevara cuatro años abierta, me di cuenta de que la gente del barrio no la conocía o no entraba”.
Joaquín enfrentó varios obstáculos para instalar la radio. Los más obvios eran ganarle al ruido de comerciantes que a gritos o con potentes bocinas dominaban la plaza y, por otro lado, sobreponerse a la pestilencia y a la basura. “Había una contaminación sonora impresionante. Hablé con todos, les dije: dame tres horas a la semana, quiero hacer algo para tu comunidad, para ti. Bájale a tu volumen. Dos vendedores de discos pirata agarraron la onda de inmediato pero a otro le valía. Sin embargo, poco a poco sintió la vibra de la gente y se dio cuenta de que era absurdo competir. Ese chavo le gustó tanto la radio que después me traía música para el programa”.
De entrada, el hedor fue quizá más difícil. “Hace seis años ésta era una plaza que se no podía cruzar con facilidad. Por la inseguridad, por la droga. La basura era impresionante, había un comercio informal desbordado. Los vecinos preferían darle la vuelta a la calle y ¡el olor era cabrón! Caminabas entre indigentes que hacían sus necesidades ahí”.
Después de media hora de su primera emisión, Joaquín tuvo que decidir: “O me voy de aquí o me pongo a limpiar”. Pidió por el micrófono una cubeta con agua, una escoba y se puso a barrer a su alrededor. El siguiente miércoles no sólo le prestaron lo necesario sino que la señora de al lado limpió otro tramo. “Primero fue una, luego el de junto... y así. Al mes de transmitir, los locatarios habían limpiado la plaza, al menos los miércoles”.
UNA RADIO ESPEJO
Vecinos y peatones frecuentes de la zona ya esperaban –incluso exigían– el programa de Radio Aguilita cada semana. “Se volvió una suerte de espejo. Les mostré otro lado de La Merced, que no tenía que ver con la prostitución, la droga y los asaltos. Hablé de la historia de este lugar donde estamos, el sitio mítico donde dicen se aposentó el águila y se fundó Tenochtitlán. Les recordé que el mercado de La Merced fue el más grande del mundo y que había canales que llegaban desde este lugar a Xochimilco. De pronto, la gente se vio reflejada de otra forma y se sintió orgullosa de ser de aquí”.
Al poco tiempo, Radio Aguilita se volvió un asunto que iba más allá de la difusión para Casa Talavera; “es una experiencia sociocultural”, asegura Joaquín, en un sitio emblemático del Centro Histórico de la Ciudad de México que ya de por sí tenía la tradición de los merólicos. La radio abre un espacio para talentos (tanto invitados de alta cultura como de artistas callejeros que toman el micrófono espontáneamente) y un foro de opinión pública donde se debatían las posturas más extremas.
Más allá de eso, además de vincular a la comunidad con un centro cultural universitario se inició un diálogo entre actores del barrio e instituciones y con ello, se organizó una recuperación de la plaza.
“Logramos que se fueran los indigentes, quitamos el basurero, hicimos un convenio con los locatarios para que no tomaran más de un metro de la plaza y gestionamos a través de la universidad que se donara un águila de cobre, porque aunque se le conocía así a la plaza, no había águila, se la habían llevado la iglesia de Santo Domingo”, dice Aguilar y agrega: “Entonces, la plaza genera un proceso de transformación y lo que detona este cambio es la palabra. Es volver a poner en el centro de una comunidad el diálogo”.
UN AUDITORIO AGUERRIDO
Para Raúl Rodríguez, quien atiende junto con su padre la taquería Tripolandia, la transformación de la plaza no ha sido únicamente material sino también social. Tener un espacio físico más cuidado permite que disminuya la delincuencia. Él recuerda: “Desde que pusieron el águila, hay una pareja de policías que están circulando por aquí y yo diría que ya estamos si no al 100, sí al 80% comparado con lo que era. Yo antes no me sentía seguro de traer a mi familia. Ahora me sorprende y me da gusto ver a tantos niños aquí”.
Raúl no duda en apoyar a Radio Aguilita, compartiendo la electricidad. Hace unos años fue su iniciativa y la de otros vecinos comprar e instalar unas canastas de basquetbol en la plaza y era un éxito entre jóvenes y adultos de la zona. “Siempre hemos ayudado cuando hacen cosas por la comunidad. A través de la radio, mucha gente se educa, se informa y también se apunta para participar cuando hay algún problema”, añade.
Antonieta Bravo, dueña de un local de abarrotes, vive algo similar: “Estoy aquí trabajando y escucho el programa, me entero de los eventos... donde vemos otro tipo de gente y también hay más ventas. Hay puertas que se abren para la gente de aquí, sobre todo para los niños y adolescentes”.
María Elena Montes, locataria de la plaza desde hace 20 años, afirma: “Casa Talavera ha apoyado mucho a la plaza y la zona. Han dado a conocer La Merced de otra manera. Aquí no sólo hay delincuencia, esa hay por todas partes: hay gente trabajadora que ha luchado por mejorar este lugar. Varios de nosotros, como dueños de comercios, nos hemos preocupado siempre por la plaza”.
Eso sí, no está convencida de que el Fideicomiso del Centro Histórico sea quien deba colgarse la medalla y vuelca sus quejas: “Antes de que el Fideicomiso llegara a remodelar, la plaza estaba mejor; nos quitaron muchos árboles, la fuente del águila tenía agua, pusieron unas jardineras pero se murieron las plantas y las fuentes danzarinas jamás funcionaron. Parecía muy bonito cuando lo inauguraron, después se olvidaron”.
DIÁLOGO ACALORADO
Joaquín asegura que la zona es de difícil entrada para las instituciones por los diferentes grupos e intereses involucrados y que, ante la llegada de iniciativas del gobierno, la comunidad tiende a cerrarse. “La radio es el puente de diálogo entre instituciones y la comunidad del barrio de la Merced. Es lo que no habían podido lograr ni el fideicomiso, ni la delegación... Con nosotros ha habido diálogo. Aunque a veces se vuelva puro reclamo o regaño de un lado”.
“Cuando estaba quedando bonita la plaza por los acuerdos de la radio con los vecinos, en ese momento llegó el Fideicomiso a iniciar su proyecto de remodelación y a mí me transfieren al plantel de la colonia del Valle. La comunidad me reclamó. Se sintieron utilizados y traicionados”. Los locutores que lo reemplazaron no lograron mantener en sintonía a la comunidad. En realidad, lo que quería el auditorio es Radio Aguilita, pero con Joaquín.
Después de dos años, en 2010, Joaquín regresó a Casa Talavera y a Radio Aguilita. Desde entonces, otros alumnos de la universidad se han unido al proyecto y también se ha vinculado con otras instituciones internacionales para mantener una oferta cultural propositiva, a pesar del bajo presupuesto que tiene disponible. Con la Alianza Francesa, por ejemplo, convierten a la plaza en escenario para eventos como la Fiesta de la Música o los recientes talleres de graffiti con luz de Marko 93. El pasado 31 de mayo se inauguró una “Galería nocturna”, donde alumnos de un taller intervinieron las cortinas de los locales con fotografías. Al caer la noche, y bajar las cortinas, la plaza se vuelve una galería al aire libre.
Mientras tanto, este miércoles como de costumbre, y en plena transmisión, el sol pega fuerte y el águila sobre la fuente parece un espejismo. Se antoja encender las fuentes del piso que no funcionan y refrescarse caminando entre láminas de agua. Por lo pronto, Joaquín pide por el micrófono bolsas, escoba y recogedor. Dice: “Vamos a interrumpir para darle una limpiada a esa jardinera. Aquí no es puro choro, les voy a dejar cuatro canciones seguidas. Quien quiera ayudarnos, es bienvenido”.
En cuestión de segundos, le llega lo que solicitó de manos de los vecinos. Deja lista para reproducirse una canción del grupo cubano Orishas mientras se prepara para ir, con los alumnos que participan como voluntarios, a recoger la basura que se ha acumulado mientras confiesa sin complejos: “Yo soy de aquí, podrá ser un barrio humilde, sucio y peligroso, pero es el ombligo de la luna y eso es algo muy poderoso”.