“Don’t fence me in”: la muestra de pinturas de Günter Grass

16/04/2016 - 12:02 am
Günter Grass cuando era joven, pintor y escritor. Foto: Especial
Günter Grass cuando era joven, pintor y escritor. Foto: Especial

Exposición en Lübeck -la ciudad donde vivía en el norte de Alemania- muestra pinturas de la época de estudiante de Günter Grass

Escritor y pintor: una exposición en Alemania recoge los primeros cuadros pintados por el premio Nobel de Literatura alemán Günter Grass (1927-2015) durante su época como estudiante de arte.

Los cuadros de sus primeras incursiones en el mundo de la pintura al estilo de Pablo Picasso, Ernst Ludwig Kirchner y Edvard Munch desaparecieron en un almacén debajo de una escalera. Ahora, una exposición presentada en Lübeck, la ciudad donde vivía en el norte de Alemania, las muestra al público por primera vez.

Bajo el título “Don’t fence me in”, el visitante podrá contemplar en la casa museo Günter Grass hasta el 20 de octubre dibujos, acuarelas y esculturas realizados por el famoso escritor entre 1948 y 1952 durante su estudio en la Academia de Arte de Düsseldorf.

Las obras estuvieron durante décadas desaparecidas hasta que se encontraron en 2013 debajo de una escalera en la casa donde vivió Grass como estudiante. Nunca antes han sido expuestas al público.

Estas obras son de una época en la que Grass -fallecido el pasado 13 de abril a los 87 años- no sabía que se convertiría en escritor. Su primer escrito se publicó en 1956 (Die Vorzüge der Windhühner).

Como estudiante de arte experimentó con diferentes estilos: impresionismo, expresionismo, surrealismo y cubismo. “El arte del moderno clásico, proscrito por los nazis, le valió a Grass como punto de partida para sus propios trabajos”, comentó la curadora de la exposición, Viktoria Krason, durante la presentación.

De esta manera muchos de los dibujos y acuarelas recuerdan a cuadros de Otto Dix, Pablo Picasso, Edvard Munch o Ernst Ludwig Kirchner.

La muestra, que podrá verse hasta el 23 de octubre, lleva por título “No me encierres. Obras tempranas de Gunter Grass”, en alusión a la canción “Dont fence me in” (“No me encierres”) con la que el cantante y actor de películas de vaqueros Roy Rogers puso música al sentir de muchos jóvenes alemanes de la posguerra. Foto: Especial
La muestra, que podrá verse hasta el 23 de octubre, lleva por título “No me encierres. Obras tempranas de Gunter Grass”, en alusión a la canción “Dont fence me in” (“No me encierres”) con la que el cantante y actor de películas de vaqueros Roy Rogers puso música al sentir de muchos jóvenes alemanes de la posguerra. Foto: Especial

Cuando se mudó de Düsseldorf a Berlín en 1953, Grass depositó sus 150 trabajos en una habitación bajo la escalera en el ático donde vivía y se olvidó de ellos. Décadas después el siguiente inquilino las descubrió y se los entregó al Premio Nobel de Literatura.

“¿Eso es mío?”, escribió en su libro póstumo Vonne Endlichkait (escrito en alemán coloquial del este y que podría traducirse como De la finitud) en el capítulo en el que recuerda cuando le devolvieron sus obras.

“La exposición ilumina un lado desconocido hasta ahora del artista Günter Grass, que muestra cómo desarrolló su característico lenguaje visual. Por ello se trata de un proyecto especialmente importante para nuestro museo”, explicó su director, Jörg-Philipp Thomsa.

Al mismo tiempo analiza también el estado de ánimo y los estudios de la academia de arte en la posguerra. El título de la muestra “Don’t fence me in” se refiere a la canción del cantante estadounidense de country Roy Rogers, que fue popular en la posguerra en Alemania.

La exposición la completan extractos de los manuscritos de las obras de Grass El tambor de hojalata, Pelando la cebolla y Vonne Endlichkait.

Fue en los ‘70 cuando Günter Grass, nacido el 16 de octubre de 1927 en la ciudad polaca de Gdansk, dio a conocer la que es considerada su obra cumbre: El tambor de hojalata, la historia de Oskar, el niño que no quería crecer y que neutralizaba el impacto de las decepciones de una vida dura y sin amor, blandiendo su instrumento y gritando hasta romper los vidrios a quien quisiera quitárselo.

La historia se convirtió en un filme inolvidable, acaso el más exitoso de la historia del cine alemán, bajo la dirección de Volker Schlöndorff, quien visiblemente conmovido por el fallecimiento de Grass dijo al saber de su muerte el 13 de abril de 2015 que “la máquina de escribir era su tambor de hojalata. Sabía cómo usarla. Fue la voz de Alemania que llamó la atención del mundo poco después de la guerra”.

Además, la exposición, comisariada por Viktoria Krason, ofrece documentos del archivo de la Fundación G nter Grass de Bremen, el archivo local de D sseldorf y el archivo de la Academia de Bellas Artes de D sseldorf, que ilustran la obra temprana del autor. Foto: Especial
Además, la exposición, comisariada por Viktoria Krason, ofrece documentos del archivo de la Fundación G nter Grass de Bremen, el archivo local de D sseldorf y el archivo de la Academia de Bellas Artes de D sseldorf, que ilustran la obra temprana del autor. Foto: Especial

David Bennent, el increíble actor suizo que tuvo a su cargo el protagónico de El Tambor, publicó en su cuenta de Twitter fotos del rodaje, junto a Grass, por entonces el hombre fornido y con ese bigote enorme que fue en la juventud, al tiempo de dar a conocer una entrevista donde con orgullo se describe como quien “encarnó a Oskar en la versión cinematográfica del libro de Günter Grass”.

Amante del buen vino, las comidas copiosas y la filosofía, peleó por sus ideas y se defendió de ataques letales hacia su figura por aquellos que lo consideraban un filonazi y que quisieron incluso que se le retirara el Premio Nobel, obtenido en 1999.

Crítico de Israel (país que le negó la entrada y prohibió la difusión de sus obras), también fustigó el nuevo papel del continente europeo en poemas como “La vergüenza de Europa”, donde entre otras lamentaba que Grecia, por deudora, haya sido puesta en la picota y desposeída de sus derechos, mientras los que ejercen el poder le apretaban cada vez más el cinturón.

Grass acusó a Europa de dar de beber a Grecia de la copa de cicuta, en alusión al destino del filósofo griego Sócrates y de alejarse del país que sirvió de cuna a la civilización europea.

Se aficionó al arte a edad temprana. Foto: Especial
Se aficionó al arte a edad temprana. Foto: Especial

En su poema “Lo que hay que decir” consideró que Israel “pone en peligro una paz mundial ya de por sí quebradiza” y quería sacar a Irán del mapa, lo que llevó al Ministro del Interior hebreo, Eli Yishai, a prohibir su entrada al país, un hecho que Grass equiparó a las maniobras represivas que se ejercían en la RDA durante la Guerra Fría.

“No es un antisemita”, clamaron entonces el crítico literario Marcel Reich Ranicki y el cineasta Volker Schlöndorff, al tiempo que en 2012 el poeta español Juan Goytisolo le dedicaba su premio Spiros Vergos, concedido por el “Festival de Escritores de Praga” a la libertad de expresión.

“Tiene todo el derecho a que se respete su opinión. Me pareció muy justo dedicárselo, aunque vaya a contracorriente”, dijo el escritor barcelonés, que se autoexilió en Marruecos en la década de 1960 por sus discrepancias con el régimen franquista.

El nazismo fue la sombra de Günter Grass. En la biografía Pelando la cebolla revela precisamente haber pertenecido a las juventudes hitlerianas (Waffen-SS) y estar avergonzado por ello. El experto en literatura Hanjo Kesting consideraba, ante ese hecho, que toda la literatura del autor alemán funcionaba como “un ejercicio de penitencia de toda una vida”.

En su juventud fue pobre, muy pobre, escribió El tambor de hojalata en París, durante tres años, y con ello, según la Academia Sueca que le otorgó el Nobel en 1999, hizo renacer la novela alemana del siglo XX, aunque su obra diversa y prolífica, con piezas de teatro, de ballet, aforismos, ensayos y novelas, dejó la impronta eterna de un artista multifacético que también pintaba, dibujaba y esculpía.

Entre los títulos destacan novelas como Años de perro (1963) y piezas de teatro como Los plebeyos ensayan la revolución (1966).

“Nadie se arrepentirá, nunca, de haber leído a Günter Grass. Quizá se haga mejor persona, tal vez afine y temple su gusto literario, acaso se vuelva anarquista y puede ser que cobre conciencia de la importancia de vivir, de vivir hasta las últimas consecuencias… Lo difícil, ante la obra descomunal de Grass, es saber por dónde empezar”, afirma Miguel Sáenz de Günter Grass, el autor que en 2014 cedió generosamente algunos de sus trabajos de grabado para la edición de la novela inacabada de José Saramago, Alabardas.

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