La trampa del sentimentalismo

16/04/2012 - 12:02 am

Hay que encontrar algo nuevo. Mi negocio es demasiado difícil, porque consiste en suscitar la compasión humana. Hay algunas cosas, pocas, que estremecen a los hombres; algunas, pero lo malo es que, si se utilizan unas cuantas veces, no surten ya efecto. Porque el hombre tiene la tremenda capacidad de volverse insensible, por decirlo así, a voluntad.

Bertolt Brecht

 

Antes que surgir de buenos deseos e intenciones tomadas por personas intrínsecamente “buenas” o “malas”, las decisiones políticas son el resultado de la contraposición y negociación de intereses. Y las personas, más allá de lo que digan, van a actuar tan honestamente como lo permitan las leyes; tal y como todos los demás.

Por lo tanto, una intervención individual o de grupo exitosa en las decisiones públicas requiere una cabeza fría al momento de analizar las situaciones, analizar las tácticas y llevarlas a cabo. Esto es tan válido para los gobernantes y legisladores como para los ciudadanos que desean participar a través de las vías institucionales que existan.

En contraparte, es necesario evitar ciertas creencias o actitudes si de verdad se desea influir exitosamente en las decisiones públicas. Por ejemplo, es un autoengaño pensar que se puede conmover a los políticos; dado que no son entes morales ni se guían por cursilerías como los “elevados intereses de la Nación”.

La semana pasada, el proyecto “México Nuestro Futuro” presentó un par de videos que, bajo el título de “Niños Incómodos”, mostraban la violencia que vivimos de manera cotidiana. No es objetivo ni interés de esta editorial hablar sobre la corrección política de los mensajes o si fue legal o no hacer que menores de edad actúen escenas de violencia y corrupción.

Por otra parte, se reconoce que la táctica fue eficaz: poner a niños a actuar escenas que, por su cotidianeidad, difícilmente llaman ya la atención. Es decir, es difícil no incomodarse por lo menos al ver el corto. Sin embargo, la campaña corre el riesgo de terminar en el anecdotario y los buenos deseos en la medida que no tiene una proyección política que vaya más allá de conmover. ¿Por qué? Porque en política no existen palabras y frases edificantes como “voluntad”, “bondad”, “ganas” o “sembrar conciencia”.

Para explicar esto necesitamos separar el sentimentalismo de las falacias. Vayamos a la última parte del video donde los niños piden a los políticos que dejen de trabajar para los partidos, no hacer las cosas “por encimita” o cambiar juntos el futuro. Suena precioso, pero los supuestos no sólo son inexactos, sino que inhiben la formación de ciudadanos y pueden exponernos a quienes propongan soluciones que suenen fáciles o pretendan arrojar resultados inmediatos.

¿Qué es un ciudadano? El estado de ciudadanía implica la titularidad de derechos y obligaciones por parte del individuo frente al Estado al cual pertenece, garantizando así que las instituciones desempeñen sus funciones de una forma entendida como democrática. Es decir, no puede haber un ciudadano pleno sin una democracia y viceversa. (1)

Para decirlo de otra forma, el ejercicio de la ciudadanía implica responsabilidad. Esto implica conocer los procesos políticos que afectan directamente al individuo, para saber cómo intervenir. También tiene que ver con enterarse de las propuestas políticas y saber contrastarlas para formar el propio juicio. Y sobre todo, capacidad de asumir los costos de sus decisiones.

Con lo anterior en mente, la solución no es que los políticos “dejen de trabajar para los partidos”, sino que los ciudadanos tengamos la capacidad de premiar o castigar eficazmente a quienes detentan el poder si se percibe que se desvían de los intereses de los electores. Es decir, si el problema se origina en la falta de mecanismos de rendición de cuentas, mal se hace en caer en pensamiento mágico.

Tampoco los políticos van a dejar de trabajar “por encimita” si unos niños se los piden. Si nadie asume responsabilidad de su mandato y todo empieza desde cero con cada elección, las soluciones que se pueden alcanzar serán siempre superficiales. Por lo tanto tampoco va a haber interés por “cambiar el futuro” si la dinámica se encuentra orientada al corto plazo.

Además, ¿qué se debe entender por “cambiar el futuro” o hacer las “cosas que corresponden” sin caer en ideas parciales y subjetivas que no operan de tan vagas que son? Si pretendemos consolidar una democracia debemos partir del hecho de que no hay un referente absoluto –pensar en ello es el primer paso a un totalitarismo–. Lejos de ello hay intereses y agendas parciales que compiten entre sí por ganar el poder.

En ese entorno, los ciudadanos eligen a la opción que, según las reglas, va a ser la más competitiva tras el contraste y la discusión. ¿Se van a equivocar? Definitivamente y como ha pasado en todo el mundo. Sin embargo, también aprenden de sus errores.

Como se dijo al inicio de esta editorial, el ejercicio de la ciudadanía requiere una cabeza fría, la capacidad de discutir y contrastar. En una democracia no existen las soluciones fáciles o definitivas, y requerirá de la participación constante de todos para funcionar.

Por lo tanto creer que se puede conmover a los políticos no sólo es una cursilería, sino que niega al individuo la capacidad de empoderarse. Y lo peor: nos expone a todos a que puedan ganar quienes, aprovechándose del hartazgo popular, propongan soluciones mágicas.

Lamentablemente el corto de “Niños Incómodos” representa el conjunto de creencias atávicas y paternalistas que deberíamos ya haber superado si queremos considerarnos una democracia sólida. Pensemos tácticamente. Exijamos empoderamiento real, pues sólo así podremos considerarnos ciudadanos.

 

(1) Para un desarrollo más amplio: http://www.gurupolitico.com/2012/01/que-implica-realmente-ser-ciudadano.html.

Fernando Dworak
Licenciado en Ciencia política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y maestro en Estudios legislativos en la Universidad de Hull, Reino Unido. Es coordinador y coautor de El legislador a examen. El debate sobre la reelección legislativa en México (FCE, 2003) y coautor con Xiuh Tenorio de Modernidad Vs. Retraso. Rezago de una Asamblea Legislativa en una ciudad de vanguardia (Polithink / 2 Tipos Móviles). Ha dictado cátedra en diversas instituciones académicas nacionales. Desde 2009 es coordinador académico del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa del ITAM.
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