Bienvenida al fantástico mundo del futbol mexicano

16/03/2012 - 12:02 am

Debut y bienvenida.

Tenía 12 años sin pararme en un estadio. Ocasionalmente iba a los entrenamientos futbolísticos en Verde Valle, Zapopan, a avergonzar al equipo de Segunda División de dicho plantel, platicar con los familiares de los jugadores y echar porras a todos, menos a mi hermano (me lo tenía prohibido y con justa razón, ya que mi voz no es precisamente la más armónica del mundo).

Un día, hace ya un año, me invitaron a un partido amistoso en el pomposo y ridículo estadio Omnilife. Lo digo así porque me parece increíble que los amantes del futbol tengan que recorrer a pie tres kilómetros, que no haya vialidades adecuadas, que se convierta en un caos vehicular en sábado y que los lonches de pierna del Pesebre, muy famosos en Jalisco, no existan y que en vez de ello te vendan piernas de jamón a 100 pesos. Disculpen, ¿cuánto es el salario mínimo? Total. La cerveza cuesta lo mismo, así que uno puede sobrevivir a fuerza de cebada y papitas.

Ahí iba yo, con dos amigas y mi cuñada. Cero idea de fútbol, pero compensado con grandes dosis de actitud. Jugaban las Chivas contra los Red Bull de Chicago. Me enteré en ese momento que en ese equipo fichaba Rafa Márquez (sobresale entre otras cualidades porque está guapo) y otro que había escuchado era bastante famoso, Thierry Henry.

Empezó el primer tiempo y llegaron los litros de cerveza. Afortunadamente mis padres se sentaron del otro lado del estadio.

Estábamos solas, con aproximadamente unos 50 aficionados en la sección, que era cercana a la cancha. El estadio lucía vacío.

Primer tiempo de chacoteo, ponerse al día, hacerle bromas a la cuñada. El futbol ni sus luces.

Cuando inicia el segundo tiempo de pronto diviso una figura cuya fisonomía me recordaba vagamente a ese mocoso con el que crecí y al cual le llevo seis años, parado al lado del abanderado. Sí señor. Si algo sé, es que esto significa cambio. Me emocioné. Le di un codazo a mi cuñada (que está más ciega que un topo) y cometí la estupidez de bajarme cerca de la valla a gritar el nombre de mi hermano. ¿Para qué? No sé. La emoción del futbol supongo.

Total, tan estridentes eran mis gritos, que de pronto los 50 o 60 aficionados comprendieron que le gritaba al güerito que iba a entrar. Le dicen el “Quesos”. Soy la hermana del “Quesos”. Y se unieron a mi porra con singular alegría.

Cuando me di cuenta, mi hermano, en su debut, ya había volteado con ojos de pararrayo a ver qué demonios estaba pasando y por qué gritaban su nombre, todavía desconocido para los aficionados.

Fue ahí cuando me aterroricé y le grité, o supliqué a nuestro pequeño coro que no gritaran su nombre, porque me iba a matar. Craso error. La multitud empezó a gritar “que la maten”. Y de ahí para el real.

En vez del grito de “Chivas”, en nuestra sección sonaba el nombre de un jugador que no pintaba todavía en ninguna lista de primera división. Aparte, las cervezas empezaron a surtir efecto y con coquetería “las amigas de dicho futbolista” nos dábamos vueltas. Sí, como le hacen en el estadio y otros lugares, a petición de la audiencia. Euforia total. Buenos momentos. Si jugó bien, no lo recuerdo. Pero para mí fue un momento Kodak. Verlo debutar, pasarla tan bien, dije: “de aquí soy, el sábado me apunto al próximo partido”. Salimos felices.

Cada quien a su casa a dormir y al día siguiente, a las 12, justo cuando los futbolistas terminan su entrenamiento recibo una llamada de mi hermano en que me pide amablemente que evite ese comportamiento. Balde de agua fría. Me explicaba que sus compañeros alcanzaban a oír gritos, pero que él les decía “no guey, no creo que sea mi nombre”. Pero en el fondo me conoce, y sabe que la sangre llama. Y a mí aparte de que me llama, me apasiona. Y a él en esos momentos no le pareció de lo más adecuado.

Punto final de la historia. Me mantengo en el anonimato, disfruto enormemente algo que pensé que jamás entendería y cuando tocó, semanas más tarde, viví el debut profesional del “Quesos”, bajo plena secrecía.

La verdad, he de reconocer que el futbol es un fenómeno curioso y agradable. Hay que quitarse un poco los prejuicios, entre ellos, si ganan demasiado, si es marketing, si es tal o cual. Son sólo niños y jóvenes que juegan lo que más les gusta en la vida. Y para esto han trabajado desde pequeños, se han sacrificado y en cierta forma se han vuelto hombres demasiado pronto.

Así que ese fue el debut y despedida de mi intento por pertenecer a la porra oficial de Chivas.

Eso sí, en el partido oficial, pagué mi propio boleto.

Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol.

Albert Camus

Y si lo dijo Camus, pues algo tendrá de cierto.

Por cierto, esta crónica cuenta con autorización del susodicho.

@mariagpalacios

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