“Siete de cada 10 mujeres migrantes que pasan por México son violadas en algún punto del recorrido”, afirma el padre Alejandro Solalinde en su albergue de Ixtepec, Oaxaca, en una entrevista con Jon Sistiaga, reportero de El País y Canal plus. “¡La violación como parte del pasaje!”, destaca el periodista en un reportaje en el que describe las constantes violaciones a los derechos humanos que sufren los migrantes centroamericanos en su paso por México y a bordo de La Bestia, el tren de mercancías que los lleva del sur hacia el norte del país, a la ansiada frontera con Estados Unidos.
“Antes de subirme a La Bestia había preguntado a algunas mujeres migrantes por el peligro de ser abusadas sexualmente. Todas encogían los hombros y bajaban la mirada, como dando por hecho que suele pasar y que les puede pasar. Una suerte de derrotismo vital. Muchas de estas jóvenes, guatemaltecas, salvadoreñas, hondureñas, se inyectan antes de subirse al tren un anticonceptivo conocido como Depo-Provera. Le llaman ‘la inyección anti-México’. Impide la ovulación durante tres meses y de esa manera, si son violadas, evitan al menos quedarse embarazadas”, detalla Sistiaga en la tercera entrega de su reportaje “A lomos de La Bestia”, que el diario madrileño y Canal plus han presentado a su auditorio en los últimos días.
El periodista español ha cubierto como reportero los conflictos de Ruanda, Irlanda del Norte, Colombia, Medio Oriente, Kosovo, Afganistán, Tailandia, México, Corea del Norte y Guinea Ecuatorial.
El también reportero en la guerra de Irak comenta que es tan escandalosa la certeza de esas mujeres de que serán abusadas sexualmente que incluso algunas de ellas optan por vestirse de manera sexy y aprovecharse de su cuerpo para seguir avanzando en los controles de migración; otras más deciden buscarse maridos de conveniencia.
“El trato es ofrecer a ese hombre favores sexuales a cambio de protección. Que se haga pasar por su marido y la defienda. ‘Yo no lo considero prostitución –me dice Morena-, sino supervivencia. Lo hago para sobrevivir. La prostitución se hace por dinero y esto es por necesidad. O lo hago o no avanzo en la ruta’”.
Josn Sistiaga reconoce que hay que tener muchas agallas para subirse a un vagón La Bestia, particularmente si se es mujer. No es cosa de débiles, afirma, pasarse toda la noche a oscuras, rodeada de tipos que no conoces, expuesta al asalto de las bandas organizadas que buscan mujeres para violarlas u obligarlas a prostituirse en garitos de mala muerte en Tapachula o Ixtepec.
Por eso, describe, la rabia e impotencia del padre Solalinde. Si algo le enerva de verdad, comenta, es hablar de las mujeres migrantes, las más vulnerables, las más desprotegidas:
“‘Es rara la que se salva de ser violada’, dice circunspecto. Le pregunto qué datos tiene. Me mira y reflexiona. Cuenta que es difícil tener estadísticas fiables porque las mujeres tienden a ocultar la violación. Que los estigmas sociales, el peligro de expulsión si lo denuncian, o el deseo de llegar como sea al norte, a Estados Unidos, les lleva a ocultar y callar los asaltos, pero que son muchas: ‘Siete de cada diez mujeres migrantes que pasan por México son violadas en algún punto del recorrido’”, le dice el defensor de los derechos humanos de los migrantes al diario español El País y Canal plus.