Durante una conversación con la escritora española Almudena Grandes, llevada a cabo en la FIL Zócalo, la autora de La noche de Tlatelolco lamentó que entre el público no pudiera verse a los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. «Pero los volveremos a ver», aseguró.
Ciudad de México, 21 de octubre (SinEmbargo).- “Alguna vez volveremos a ver a los 43 que nos faltan y les rendiremos el homenaje que se merecen”, dijo la escritora mexicana Elena Poniatowska, en el marco de una conversación pública con su colega española Almudena Grandes, de quien dijo aprender todo del sexo gracias a su novela Las edades de Lulú.
El diálogo tuvo lugar en la última jornada de la XV Feria Internacional del Libro del Zócalo, donde Poniatowska, además de ser ovacionada fervorosamente por casi 1000 personas reunidas en el Foro Eduardo Galeano, lamentó la ausencia de los 4estudiantes de la Escuela Normal Isidro Burgos en Ayotzinapa, Iguala, Guerrero, a quienes dedicó un conteo de 1 a 43, con ayuda de los espectadores.
Para la autora de la reciente Dos veces única –la vida de Lupe Marín- “escribir es un combate que inicia muy temprano” y en ese sentido consideró que los mexicanos debemos mucho a Almudena Grandes porque escribe “sobre esos españoles exiliados que vinieron a México a traernos cosas muy importantes”.
“Ellos decían que en México encontraron una nueva manera de ser españoles y nosotros con ellos aprendimos una nueva manera de ser mexicanos. Es todo el mundo lo que nos trajeron y todo un mundo les dimos”, afirmó Elena.
Para Grandes, inmersa en la escritura de seis novelas sobre la resistencia a la Dictadura Franquista, “los españoles que llegaron a México lo hicieron para pagar una deuda, puesto que cuando acaeció el Golpe de Estado de 1936, todo el mundo le dio la espalda a la República y el único país que la ayudó fue México”.
LA LITERATURA, LOS DIBUJOS Y LOS ACENTOS
En una conversación entre dos mujeres que se admiran y que gozan de un gran éxito literario, el tema central fue precisamente la escritura.
Si para Almudena Grandes, la narrativa en su vida se abrió paso cuando descubrió sus pocas dotes para el dibujo y se hizo profesión cuando entendió que nadie le pagaría por leer, que es lo que más le gusta en la vida, para Poniatowska la escritura fue primero poner acentos y comas como sal a un plato.
Poco a poco dejó de escribir en ruso, su lengua materna, para hacerlo “en pelado”, porque ponía muchas “groserías” en el papel, tal como suelen hacer todos los extranjeros que llegan a un lugar que no es el suyo, “sin darse cuenta”.
“Cuando iba a entrevistar a la pintora inglesa Leonora Carrington, me recibía con una pregunta: -Dime, Elena, ¿tú no quieres un chingado tequila? Y yo pensaba si no se daba cuenta de lo que decía, pero yo hago lo mismo, porque además de todo, aprendí el español en la calle”, contó Elena.
Confesó también que nunca tuvo una vocación literaria, que comenzó haciendo periodismo y lo que más le gustaba era oír hablar a la gente que tenía cerca.
“Había una chica que trabajaba en casa a la que yo le preguntaba cómo era su papá y ella me decía, no era alto ni chaparro, no era gordo ni flaco, era una cosa así: apopochadita. Por eso salía a caminar fuera de mi limitado radio de acción, para poder escuchar a las personas que decían cosas así, apopochaditas”, afirmó Poniatowska.
“Todas las personas tenemos un radio de acción muy limitado y es a nosotros mismos a quienes les toca ensancharlo”, dijo la también autora de Tinísima, mientras que Almudena reflexionó sobre los límites “difusos” que separan a la literatura del periodismo.
“Es cierto que el periodismo es un compromiso con la realidad más inmediata, pero la literatura, a su modo, también es un compromiso con la realidad. Una obra puede hablar de política o no, esa es una opción que tiene el escritor, pero siempre una pieza narrativa conforma una visión ideológica del mundo”, dijo la autora nacida en Madrid en 1960.
Ambas mostraron coincidencias en cuanto a preferir el lenguaje de la calle al académico, los mercados populares a los supermercados y la lectura como una prolongación de la vida, esa posibilidad que proporcionan los libros a una persona de reinventar su existencia.
“Leer es vivir más años, porque somos más felices cuando leemos. Los libros tienen que ver con la felicidad”, afirmó Almudena Grandes, cuya novela reciente es Las tres vidas de Manolita, la tercera novela de la serie sobre la Guerra Civil con la que se traslada al Madrid de los ’40, una ciudad devastada que lucha por sobrevivir y cuyas calles recorre una joven de 18 años que, con su padre y su madrastra encarcelados, y su hermano Antonio escondido en un tablao flamenco, tiene que hacerse cargo de su hermana Isabel y de otros tres más pequeños.
Para la autora española, ganadora de varios premios literarios, entre ellos uno que lleva el nombre de su interlocutora, Elena Poniatowska, “cuando te gusta mucho un libro pasas del yo a nosotros, porque el lector comienza a vivir la historia que cuenta el libro”.
Para Elena Poniatowska, que pasó la niñez sin la existencia de la televisión, sus textos de infancia tuvieron mucho que ver con la religión, pues estudió en una escuela de monjas. “Luego me olvidé todo, se me metieron muchos diablos adentro”, dijo, a pesar de lo cual consideró que la religión todavía ayuda a mucha gente.
“De hecho, ha ayudado mucho a Andrés Manuel López Obrador, que se fue corriendo a ver al Papa Francisco”, ironizó.