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Fabrizio Mejía Madrid

15/12/2022 - 12:04 am

Los simuladores

“El PRIAN de Claudio insiste con énfasis en la mentira de que el INE va a desaparecer y que el Presidente pretende el control de las elecciones”.

La imagen es la de Claudio X. González trepado a un podio con el logotipo del Senado de la República. ¿Por qué se le deja entrar, a diferencia de los cientos de miles que en los sexenios de Fox, Calderón y Peña Nieto fueron gaseados y lastimados en las inmediaciones del Senado? Las tres senadoras golpeadoras, Kenia López, Lilly Téllez, y Xóchitl Gálvez se quejaron de que había “fuerzas armadas” que no dejaban pasar a Claudio X. González y que tuvo que esperar “una hora” para entrar. Quizás estas senadoras ya olvidaron, por ejemplo, cuando el gobierno de Felipe Calderón mandó golpear a la marcha de electricistas, universitarios, y politécnicos el 2 de octubre de 2012, cuando se manifestaban a fuera del Senado contra el outsourcing y el pago por hora de su reforma laboral. Hubo heridos y nadie los dejó usar la tribuna de la prensa en el recinto senatorial.

Tras una hora de espera, ahí estaba, cobijado por los mismos senadores que firmaron la Carta de Madrid del partido fascista español, Vox —Rementería, Téllez, y otros—, el patrón de la alianza Vapor México. Le pregunta el reportero de Canal Once, Luis Méndez:

—Se señala que usted ha encabezado este movimineto por la evasión de impuestos de sus empresas. ¿Podría aclararlo de cara a las cámaras?

El heredero de Kimberly Clark que produce papel de baño y cuadernos para las primarias, responde, molesto:

-Sin comentario y por favor cheque sus fuentes. Yo no soy empresario. Soy activista social.

Se abría ahí la primera de las simulaciones. Conté otras diez, pero señalaré las que quepan en el espacio de esta columna. La primera es que Claudio X. González sea un activista social. En realidad, convirtió su protagonismo en un negocio. Compró tres partidos, el PRI, el PAN y el PRD y está actualmente en la puja por el Partido del Movimiento Ciudadano y su marca santificada, Luis Colosio. Así lo refiere en tuiter el empresario Carlos Chavira, uno de los invitados a la primera reunión de su alianza electoral, ahora convertida en legislativa. Cuenta que en 2018 en el piso 51 de la Torre Mayor, Claudio X. invitó a los empresarios de la base de datos de Coparmex. Mismo método que usaron Aguilar Camín y Krauze para sus desplegados de la “deriva autoritaria”, y el “fin de la libertad de expresión”: usaron bases de datos del Sistema Nacional de Investigadores. Lo que cuenta Chavira es que ahí se plantearon tres negocios: la alianza del PRIAN, proteger a los plurinominales, esos representantes de las burocracias de los partidos, y defender las cuotas de consejeros en el INE con el objetivo de que Morena “no arrasara”. La asociación del señor González Guajardo, Mexicanos contra la Corrupción, se comporta como una franquicia de los empresarios corruptos que afectó la 4T: recibe, hasta donde sabemos por los reportajes de Sin embargo, Rompeviento, y Contralínea, 70 millones de pesos cada año, desde 2017 a la fecha, de Valentín Díaz Morodo, vicepresidente de Kimberly Clark y propietario de la cervecera Modelo, además de dueño de la Casa de México en España. También recibe millones del dueño del agua en la zona lechera, Eduardo Tricio de Lala, quien también tiene intereses afectados por la suspensión del aeropuerto en el Lago de Texcoco, pues es accionista de Aeroméxico. Claudio también es financiado por Carlos Álvarez Bemejillo, el dueño de los laboratorios de medicinas, PISA, otra afectada por la nueva política de salud. Como recordarán, PISA vendió medicinas intravenosas contaminadas con bacterias y la COFEPRIS le cerró 17 plantas en 2019. También PISA provocó la muerte de un niño en Puebla, por la mala fabricación del metotexato para el cáncer de niños. Como venganza, PISA escondió los medicamentos contra el cáncer —36 mil dosis destinadas al Hospital Infantil de México— y trató de extorsionar al gobierno quien, en respuesta, lo inhabilitó temporalmente para concursar en contratos para el abasto de medicinas. Cuando oigan lo de los “niños con cáncer”, es a Va por México, Unidos, o como se llame a estas fechas, al que escuchan. Claudio recibe dineros deducibles de impuestos del ex banquero que promovió en 1998 que el Presidente Ernesto Zedillo y el entonces lider de Acción Nacional, Felipe Calderón, nos obligaran a todos los mexicanos pagar por los excesos y derroches de un puñado de banqueros, el FOBAPROA.

Ese financiador de Claudio se llama Antonio del Valle Ruiz. Además, hay financiamientos cuyos montos jamás ha hecho transparentes en el SAT de la USAID y la NED dependientes del Departamento de Estado de los Estados Unidos, así como de la Fundación McArthur. Lo que resulta curioso ahora es que, en marzo de 2017, la asociación de Claudio, que hoy preside la ex asesora de Vicente Fox, María Amparo Cazar Pérez, acusó a Ricardo Monreal de haber otorgado contratos a empresas de “los amigos” de su hija Catalina, cuando era alcalde de la Cuauhtémoc. Ante esto, Monreal demandó una auditoría a Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad por “defraudación fiscal, peculado, fraude, conflictos de interés y desvío de recursos públicos”. Ahora, cinco años después, Claudio, engallado le reclamó al mismo Monreal desde el podio donde lo acompañaba el senador de Acción Nacional que se dice “sin partido”, Emilio Álvarez Icaza: “Morena nos están fallando. Hago un reclamo puntual para quien quiere quedar bien con los dos bandos. Está quedando muy mal con el bando ciudadano”. También la que fuera cuota del Consejo Coordinador Empresarial en el IFE entre 2003 y 2008, es decir, durante el fraude electoral que llevó a Calderón a la presidencia espúrea, Alejandra Latapí, se había lanzado contra Monreal: por su “mezquindad política que pretende quedar bien con uno y con otro, en beneficio tan sólo de su propio futuro político”. Quien se autodefine como “cabildera” de los empresarios en el Congreso, también se presentó como “activista”. Pero también lo hizo Claudia Ruiz Massieu, sobrina de Carlos Salinas de Gortari y autopropulsada a la candidatura del PRIAN a la Presidencia. Ella aseguró ser tres personas distintas porque fue a la marcha del “INE no se toca”, “no como priista o senadora sino como ciudadana”. Ese mismo artilugio lo utilizó la senadora cerril, Xóchitl Gálvez quien se dijo “troskista” y refirió que el “troskismo” la hizo “brava y entrona”. Esa es una nueva simulación porque Trosky jamás habría estado al lado de quien reivindica al dictador fascista Francisco Franco, Julen Rementería. El único que aceptó ser miembro de un partido fue Marco Adame, ex diputado por Acción nacional. Él dijo: “Yo si soy empresario y quiero que los partidos, militando uno en un partido, nos escuchen para las candidaturas”. Es decir, para él, la “sociedad civil” es otro ropaje por el cual acceder a otra diputación. También menos enrevesada fue Ana Lucía Medina, la panista ex diputada por Michoacán que dijo, sin miedo a la insignificancia: “Estamos aquí a nombre de millones en redes sociales, que es donde está la verdadera cuidadanía”.

Este último problema político y hasta moral, de a nombre de quién hablan los panistas sin partido, suscitó otra andanada de simulaciones. Alejandra Latapí aseguró sin miedo al desmentido estadístico que en la marcha del “INE no se toca” habían participado “más de un millón de personas”. Cuidándose de que la refutaran, agregó que la marcha había sido en 60 ciudades del país y algunas del extranjero. Para cuando habló Claudio X. González, la marcha era ya “la más grande en la historia de México”, y al final, con Claudia Ruiz Massieu, ellos, los del PRIAN, eran “la mayoría de los ciudadanos”. Esta desproporción entre lo comprobable y los delirios y fantasías de poder, deja en claro que, así como después de haber perdido 4 de las seis elecciones para las gobernaturas en 2021, dijeron que había sido un triunfo; así como dijeron que no haberle podido quitar a Morena la mayoría simple en el Congreso, era también un éxito inobjetable; así como repiten que ganaron la Ciudad de México cuando, en realidad tienen menos de la mitad de las alcaldías, ahora también dicen que su marcha y sus votaciones son las más grandes de la Historia. Quien no sabe los datos, quizás comparta con ellos esa fantasía pero ellos tienen que saber que están mintiendo. De igual forma, el PRIAN de Claudio insiste con énfasis en la mentira de que el INE va a desaparecer y que el Presidente pretende el control de las elecciones. ¿Acaso no es esta una estrategia de Claudio X. González para alegar fraude electoral anticipado hacia 2024, en vista de que su alianza no ha hecho sino perder?

El acodamiento en el podio del Senado de la República de un Claudio X. González vociferante fue para regañar a los senadores de Morena, para decirles cómo votar, mientras se queja de la “injerencia” del Presidente de la República a través de su secretario de Gobernación, cuya función es esa. ¿Qué papel reivindica alguien que se niega empresario, que se dice “activista”, y que enfatiza que no pertenece a ningún partido? Quizás sea, igual que el de Latapí, el de cabildero. Su reunión fue respaldada por cabilderos de la talla de Luis Carlos Ugalde, quien presidía el IFE cuando el fraude de 2006. Por Virgilio Andrade, quien exoneró a Peña Nieto del conflicto de interés por la casa blanca que le regaló, a cambio de contratos, la constructora Higa. Por Leonardo Valdés, y Benito Nacif que calificaron, desde sus puestos en el IFE en 2012, como “inevitable en una democracia” las campañas de denigración de un candidato. Y, en fin, por el único orador de la marcha del “INE no se toca”, José Woldenberg, el que nos dijo “perros de Pavlov” a quienes fuimos a votar por el juicio a los ex presidentes.

Se suponía que Claudio X. González había entrado a hablar en la sala de prensa del Senado porque representaba una concentración afuera, con gente. Pero no eran más que los panistas avergonzados de decirles panistas. Eran los que se dicen de la “sociedad civil” que, como dijo la panista Ana Lucía Medina, son sólo usuarios de redes sociales. Eran los ex consejeros del IFE mediante una carta que encabezaba Virgilio Andrade, hacia el infierno. Eran los actuales consejeros del INE buscando que no les quiten su tremenda jubilación, sus seguros de gastos médicos mayores que cubren hasta un accidente esquiando en algún resort de Aspen.

Una fotografía contrastó con fuerza. Es la Claudio X. en medio de micrófonos de la radio y la televisión, tomada desde arriba, igual que la de La Marcha con López Obrador en el centro. Ambas fotografías exhiben con crudeza el tiempo actual: el Presidente rodeado de sus seguidores; el empresario -perdón, activista- rodeado de los medios de comunicación. Así, el estado actual, no el simulado, de la disputa por la patria.

Fabrizio Mejía Madrid
Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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