Guadalupe Correa-Cabrera
15/11/2021 - 12:03 am
¿Quién financia al periodismo en México?
«La información es sinónimo de poder y quien controla la economía, controla los medios de comunicación y también la política a nivel global. En México se observa una concentración del financiamiento a medios en pocas manos y una oferta del mismo dominada por grandes grupos de interés y gobiernos extranjeros».
El tema de la transparencia en el financiamiento a medios de comunicación en nuestro país y en el mundo en general es clave. Es preciso encontrar vías diversas para poder tener un debate justo al respecto, pues están en juego la información misma y el futuro del periodismo a nivel general.
Hace algunos días tuve la oportunidad de participar como parte del Jurado en el Premio Nacional de Periodismo 2020—que será entregado, por categoría, este viernes 19 de noviembre. En el proceso de evaluación de los trabajos como parte de este ejercicio, pude reafirmar una inquietud que mantengo desde hace un par de años sobre las agendas y el financiamiento que determinan de lo que se va a hablar en los medios de comunicación, es decir, los temas prioritarios en las agendas de medios y quiénes son los actores influyentes en el periodismo.
Me referiré ahora exclusivamente al caso de México, pero reconozco que las dinámicas que aquí se identifican operan a nivel global y plantean una problemática que debemos abordar con rigor y profundidad. Es claro que quien tiene acceso a financiamiento puede realizar mejor su trabajo, ampliar sus esferas de influencia y destacar en cualquier profesión, ya sea en la labor periodística, la academia o la ciencia, el arte, los negocios y hasta el trabajo social. También es evidente que en un mundo tan desigual como en el que vivimos, los apoyos se concentran en pocas manos o en pocas mentes, y son los grupos más poderosos y ricos los que determinan las agendas de trabajo en la ciencia, el arte, la tecnología y los espacios de información.
El financiamiento a medios de comunicación es un tema bastante delicado en un contexto de gran precariedad en la carrera periodística. Sabemos que la gran oferta de medios alterativos y la crisis económica han dejado a muchos medios (en especial a los pequeños), y a muchos reporteros, a merced de quienes quieran y puedan apoyar su trabajo, en especial a merced de los dueños del gran capital. La información es sinónimo de poder y quien controla la economía, controla los medios de comunicación y también la política a nivel global. En México se observa una concentración del financiamiento a medios en pocas manos y una oferta del mismo dominada por grandes grupos de interés y gobiernos extranjeros.
El financiamiento público a los medios de comunicación ha estado fuertemente cuestionado y son bien conocidos sus efectos perversos en lo que se refiere a la protección a políticos o gobiernos corruptos. Existe un cierto consenso respecto a la necesidad de transparentar los recursos públicos dirigidos a esta profesión para evitar el llamado periodismo “chayotero”. También se reconoce el fenómeno de la “plata” o el “plomo” en contextos o regiones dominados por la delincuencia organizada. Recuerdo, por ejemplo, cómo llegaron a silenciar a los medios de comunicación en Tamaulipas los grupos criminales que se disputaban el control del territorio, el narcotráfico y todo lo demás, bajo un esquema de paramilitarismo delincuencial.
No obstante los efectos nefastos en el periodismo del financiamiento público selectivo—y en defensa de ciertas agendas de administraciones o servidores públicos corruptos—así como del control de medios locales por parte de algunos grupos criminales, también destacan los intereses poco transparentes del gran capital privado. El financiamiento privado a medios de comunicación parece ser de una dimensión muy superior a cualquier otra fuente monetaria de apoyo al periodismo. Si se hace un análisis de los mejores trabajos periodísticos, de las agencias de medios que dominan el espacio público (incluyendo aquellas que defienden o dan acompañamiento al gremio), así como de los principales premios de periodismo en el país, estos parecen estar financiados en gran medida por fundaciones de poderosos empresarios o grupos económicos (la mayor parte extranjeros), así como por agencias gubernamentales de los países más poderosos del mundo occidental.
Si uno hace un análisis de esas redes de financiamiento y de las agendas de esos grupos, es posible identificar elementos comunes y relaciones interesantes que nos explican el porqué de un enfoque en ciertos temas por parte de los medios de comunicación o reporteros más relevantes del país. Existe actualmente un enfoque en trabajos sobre feminismo, violencia de género, diversidad sexual, desaparecidos, seguridad con enfoque en lo local, cambio climático, salud pública, entre otros. Dichos temas también son centrales en las agendas del gran capital transnacional o de las fundaciones a través de las cuáles este último canaliza sus recursos y justifica su gasto para apoyar causas concretas que, por supuesto, benefician sus intereses.
En resumen, las grandes fundaciones u organizaciones filantro-capitalistas que financian medios de comunicación en el mundo, además de hacer aparentemente buenas obras, representan los intereses de sus creadores quienes, por lo general, son los dueños del gran capital internacional. Por otro lado, las agencias de gobiernos extranjeros apoyan agendas informativas que avanzan los intereses geopolíticos de grandes potencias. Si uno investiga los temas que apoyan estos gobiernos y fundaciones, coinciden claramente con sus objetivos de adquirir cada vez más poder y más recursos.
No hace falta hacer mención a proyectos de comunicación individuales, ni a sus financistas específicos. Solamente hay que revisar los trabajos individuales o los esfuerzos de periodismo colaborativo más exitosos, más premiados y más influyentes. También hay que revisar el financiamiento internacional a los premios de periodismo que apoyan al talento mexicano. En muchas ocasiones hablamos de los mismos financistas y de las mismas agencias internacionales o de gobiernos extranjeros.
Hay quienes consideran loables los apoyos del gran capital a los medios de comunicación—sobre todo a periodistas “independientes” o a los pequeños medios locales. En el actual contexto de precariedad en el periodismo y considerando cómo se presentan las temáticas inclusivas de apoyo a temas diversos y con un supuesto enfoque en las minorías o en el medio ambiente, todos estos esfuerzos parecen en realidad encomiables. Si uno hace una lista de los temas y trabajos apoyados mediante el capital internacional parecería que aquellos que lucraron con las guerras y la pobreza del mundo, especularon en las bolsas de valores internacionales empobreciendo a naciones, o promovieron golpes de estado (duros o blandos) en beneficio del capital occidental, promueven ahora supuestamente las causas “más justas” y los valores “más nobles del mundo”.
Resulta irónico que los más ricos y poderosos de repente se volvieron buenos o benevolentes y ahora deciden qué proyectos de buen periodismo promover para beneficio de la humanidad. Quizás promuevan efectivamente buenos trabajos y a periodistas talentosos, y apoyen selectivamente causas nobles, pero de ahí a que podamos defenderlos a capa y espada o adscribirles valores extraordinarios sería demasiado ingenuo o quizás hasta indolente de nuestra parte. El hacer esto significaría ignorar o no entender que dichos actores se siguen beneficiando de no pagar impuestos por sus donaciones, y pueden canalizar estos recursos para continuar apoyando sus causas materiales, ideológicas, políticas o incluso geopolíticas (en caso de proyectos hegemónicos).
En este contexto complejo, se requiere tomar conciencia y conocer los orígenes del financiamiento privado a medios de comunicación. Con esto no se demoniza a priori el apoyo por parte de gobiernos extranjeros, agencias internacionales o fundaciones filantrópicas de capital transnacional. Tampoco se juzgan—como perversas o benevolentes—sin analizar antecedentes, las causas de quienes otorgan financiamientos.
No obstante lo anterior, el buen periodista—y más aún, los dueños de los medios de comunicación—deben cuestionarse el origen y objetivo de los recursos que reciben, así como las causas que dicen defender ellos y sus financistas. El dinero recibido significa exposición, poder e influencia, al tiempo que conlleva un gran compromiso. Es una cuestión de ética y de principios exigir transparencia en el financiamiento a los medios de comunicación—sea el que fuere.
Promover la diversidad, defender las causas identitarias, avanzar en la lucha contra el cambio climático y decir que defendemos derechos humanos no nos salva del infierno. Es preciso conocer quién nos financia y saber para qué o para quién trabajamos.
Nota: Expreso mi admiración y mi respeto al trabajo y las ideas con relación a este tema de los periodistas Roberto Fuentes Vivar y Jesusa Cervantes, quienes inspiraron este texto y con quienes tuve el privilegio de compartir una mesa sobre el tema y sobre la denominada “cláusula de conciencia”, gran herramienta para la defensa de los derechos de periodistas. Recomiendo nuestra discusión en la “Segunda Temporada de viernes de periodistas en línea” que facilitó el Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo A.C. y donde expresamos nuestras opiniones sobre esta temática a título personal. El video puede accederse en la siguiente página web: https://www.youtube.com/watch?v=n19k3XTCK4U.
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