Dan Marino: Una leyenda sin gloria que nadie puede olvidar dentro y fuera de la NFL

15/09/2013 - 12:00 am
Foto: Facebook
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Ciudad de México, 15 de septiembre (SinEmbargo).- Trascendiendo los límites del deporte, una especie de divinidad se construyó a su alrededor. Un tipo que de toda la fortaleza de su cuerpo, era su brazo derecho el sitio donde nacería una adoración colectiva. Dan Marino (Pittsburgh,1961), fue un atleta profesional que se convirtió en un mito viviente. La gloria prometida para los más grandes le dio la espalda, no así la esencia de una pasión única como el futbol americano. Hombre leal de discurso sereno, el mariscal de campo legendario nunca ganó un anillo para beneplácito de los estadistas.

No existe foto alguna con Marino festejando en medio del campo con la tradicional gorra de edición limitada con el año de temporada y la palabra “Champions” escrita en ella. De su maleficio deportivo se ha contado tanto que hasta películas se han hecho. Para muchos, el glamour y el buen clima de Miami impidieron un desenlace fatídico. Con un ambiente de fiesta agradable, lejos de las frías temperaturas de algunos equipos de la NFL, el 13 histórico del equipo de la Florida pudo vivir olvidando sus frustraciones. Jugó solo un Super Bowl en 16 años de carrera, pero edificó una historia casi literaria: la historia del perdedor que no debía perder.

Atleta de los pies a la cabeza, los Kansas City Royals quisieron vestirlo de pantalón elegante y gorra en la cabeza. El béisbol quiso a Marino, pero la historia lo reclamaría para otros lares. Siempre con el 13, ayudó a mitificar aún más la maldición que muchos seres humanos tienen cuando ven a esos dos dígitos juntos. Aplaudido en el plano personal, le faltó ese salto que todos los grandes deportistas como él, llegaron a dar en algún momento de sus carreras. Su brazo derecho fue un diamante en bruto que fue pulido en la Universidad de Pittsburgh donde la canción “Sweet Caroline” retumba entonada por fervientes entregados en el Go Pitt.

A la par de sus estudios en Comnicaciones, el quaterback de Pittsburgh tuvo en su última temporada en la universidad un resumen fatídico de lo que sería su carrera. Aminorado por una lesión que alimentaron varios reportes sobre problemas en sus rodillas, perdió el Cotton Bowl, uno de los cuatro que disputó en su carrera universitaria. En lo personal, sus números son de leyenda. En 1981 estableció los récords de más yardas por pase con 2 mil 876 y 37 pases de anotación. De 1979 a 1982, el colegial Marino concluyó como el quinto en yardas por pase y cuarto en pases para anotación en la historia de la NCAA. Un año después, en 1983, formaría parte de una generación de quaterbacks llamados a ser leyenda.

Foto: nfl.com
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Junto a John Elway y Jim Kelly arribó a los emparrillados de la mejor liga del mundo. Seleccionado por una tradición como los Delfines de Miami que venían de ser campeones de la Conferencia Americana. Era 1983, con 21 años, Marino provocó una revolución de emociones. Relevo natural de David Woodley, se ganó la titularidad en base a un potente brazo derecho con gran precisión. “No hay defensa para el pase perfecto, y yo soy capaz de lanzarlo”, llegó a pronunciar pleno de confianza. Debutó en la fecha seis frente a los Bills de Buffalo, un equipo que le traería grandes dolores de cabeza. Fue seleccionado al Pro Bowl siendo el primer novato en iniciarlo. Una lesión de rodilla y un juego lluvioso, le impedirían llegar al gran juego.

La gran temporada de Marino fue en 1984. Con la experiencia de su temporada debut, la consolidación llegó en su segundo año como profesional. Jugador más valioso de la temporada, rompió los récords de liga en una campaña con 48 pases de anotación, 5 mil 084 yardas, el 75% de pases completos y solo seis intercepciones. El Super Bowl XIX lo pusó frente a Joe Montana, leyenda de los San Francisco 49ers, con toda la ilusión de la afición de Miami en sus hombros, perdió el partido 38-16. Nadie se imaginaba que esa sería la única oportunidad que tendría de ganar un anillo de campeonato.

Durante los próximos 15 años, Marino se ganó un lugar en el salón de la fama. En 1986 completó dos temporadas consecutivas con al menos 40 pases de anotación, el único que lo ha hecho. En 1990 y 1992, a pesar de haber conformado equipos defensivamente fuertes, los Bills Buffalo eliminaron las esperanzas de campeonato. La leyenda sin gloria de Marino se comenzó a construir conforme pasaban los años. En el 93 sufriría una lesión en el Tendón de Aquiles y desde el 95 no pasaría del juego divisional. Se retiraría previo a la campaña del 2000 con un montón de récords que muchos fueron rotos por Brett Favre: 420 pases de Touchdown, nueve temporadas consecutivas con al menos 3 mil yardas y seis siendo líder de pases completos.

La carrera individual de Marino lo convirtió en uno de los mejores de la historia. Hay algunos aficionados que, con cierto toque de romanticismo, lo consideran por encima de cualquier otro. Su legado bajo la zona de protección fue llevado a la idolatría. Sin ningún campeonato, portando solo el emblema de un equipo, fue elegido en 2005 para el salón de la fama en sus primera nominación. El futbolista brasileño Sócrates, enamorado de la pelota dijo alguna vez que en el deporte “no hay que jugar para ganar, sino para que no te olviden”. Marino, en otras latitudes, en otros tiempos, engalanó la frase emblemática. A sus 52 años de edad, 13 después del retiro, nadie lo olvida.

Foto: miamidolphins.com
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